El último asalto de Rafael Nadal y ¿el (pen)último de Fernando Alonso?: sus opciones en el 2023
Las dos leyendas del deporte español se encuentran en la recta final de sus carreras, pero todavía instalados entre los mejores de sus disciplinas.
1 enero, 2023 12:00El 2022 ha sido un periodo clave para dos grandes leyendas del deporte español y mundial. Dos referentes que se convirtieron en los mejores en lo suyo, pero que, con el paso de los años, han ido entrando en la recta final de sus carreras por culpa del inexorable paso del tiempo. Uno es Fernando Alonso y el otro es Rafa Nadal.
Tanto el piloto de Fórmula 1, a sus 41 años, como el tenista, que cumplió 36 primaveras el pasado mes de junio, se encuentran dando los últimos coletazos de sus trayectorias deportivas. Dos leyendas que se acercan al ocaso, pero que siguen dando guerra en lo más alto. Dos estrellas que han tenido un año de lo más movido, pero que afrontan el inicio de un 2023 que puede marcar un antes y un después en sus vidas.
Fernando Alonso ha cerrado en los últimos meses una etapa complicada. Regresó a la Fórmula 1 para formar parte de la familia Renault, ahora rebautizada como Alpine, y se marcha tras demostrar que sigue en plena forma, pero con un bagaje muy pobre de resultados. Solo un podio logrado en 2021 y un 2022 repleto sinsabores, de peleas con Esteban Ocon y con la FIA y de exhibiciones individuales estériles que no le han permitido estar cerca de luchar por el ansiado tercer título mundial. Ahora afronta una nueva aventura, la que podría ser la última, en Aston Martin.
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Por su parte, Rafa Nadal ha tenido un curso de altibajos tanto en lo deportivo como en lo personal. Sumó dos nuevos Grand Slam a su palmarés, hizo historia, resucitó el fantasma de las lesiones, padeció con la misteriosa enfermedad de su mujer y hasta fue padre de su primer hijo antes de terminar como número dos del mundo. Ahora encara un año que podría suponer el de su retirada deportiva si no consigue convivir con sus dolencias.
Au revoir Alpine, hello Aston Martin
Fernando Alonso arrancó el año 2022 con la ilusión de que esta vez sí fuera la vencida. Llegaba el cambio de reglamento que se aplazó en 2021 por culpa de la pandemia y había tenido toda una temporada para prepararse a fondo y rodarse antes de tomar las riendas del nuevo proyecto de Alpine. La marca francesa había diseñado a conciencia el nuevo A522, el monoplaza con el que el asturiano debía pelear por su tercer título.
Sin embargo, desde la pretemporada se pudo comprobar que la marca del rombo seguía a años luz de los mejores. No había conseguido dar con la tecla y soñar con la corona era más que tarea imposible. Red Bull seguía arriba, Ferrari se había metido en la pelea y en Mercedes, a pesar de que habían comenzado rezagados, tenían la confianza de ir poco a poco recortando terreno.
Así pues, la única batalla que quedaba por librar era la del cuarto puesto con McLaren y la de intentar mejorar los dos podios conseguidos en 2021 (1º Ocon en Hungría y 3º Alonso en Qatar). No obstante, a las primeras de cambio se pudo ver que eso último era algo más que una utopía. Quizás, el reto más real era superar la décima plaza conseguida en 2021 para Fernando.
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Alpine limpió algo su imagen en el debut en Bahréin metiendo a los dos coches en los puntos. Con Ocon sexto y Alonso noveno, se podía soñar con algo relativamente grande. Sin embargo, Arabia Saudí le mostró a Fernando la que iba a ser su realidad durante toda la temporada. Una maniobra suicida de Ocon terminó con sus opciones en carrera y le provocó el primer abandono del curso. El galo, por su parte, finalizó sexto, puesto que en condiciones normales le hubiera correspondido al asturiano.
Alonso tuvo un mal inicio de temporada, penalizado por las guerras internas provocadas por su compañero y por la falta de fiabilidad de su monoplaza, y cerró las seis primeras carreras con solo 4 puntos y cuatro ceros. Por su parte, Esteban Ocon se escapó hasta los 30, abriendo un hueco de 26 unidades entre ambos que parecía insalvable teniendo en cuenta la poca capacidad para sumar de Alpine.
El Gran Premio de Mónaco supuso un punto de inflexión ya que Alonso consiguió terminar sexto y arrancó una racha de diez carreras seguidas en los puntos. A pesar de los enfrentamientos contra la FIA y del trato desigual que su escudería hizo en favor del piloto de casa, Alonso sacó su casta, orgullo y calidad para recortar hasta 15 puntos en la clasificación, de los 42 del galo a los 57 del ovetense.
En mitad de esa racha triunfal, pasado el Gran Premio de Hungría y antes de llegar al Gran Premio de Bélgica, se produjo el parón veraniego. Y ahí Fernando Alonso aprovechó para dar el golpe que pocos esperaban. Anunciaba su salida de Alpine, con quien no había llegado a un acuerdo para su renovación tras el flirteo público de los franceses con el joven Oscar Piastri, para después hacer oficial su fichaje por Aston Martin. Un nuevo cambio de aires, el séptimo en su carrera profesional, para formar parte de su quinta escudería tras Minardi, Renault, McLaren y Ferrari.
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Tras anunciarse su fichaje por el equipo de Silverstone, en el entorno de Fernando Alonso se empezó a hablar más de su nueva aventura que del final del viaje con Alpine. Regresaron los problemas de fiabilidad con hasta cuatro abandonos en las últimas siete carreras, incluida la última en Abu Dhabi. Al menos le dio tiempo para una última exhibición, la protagonizada en el circuito de Brasil, en Interlagos, después de vivir la última guerra con Esteban Ocon en la clasificación sprint. Allí terminó en quinta posición batallando con hombres como 'Checo' Pérez, Leclerc o Hamilton.
Ahora, Fernando Alonso afronta el que será, casi con total seguridad, su último baile en la Fórmula 1. Abandonado por imposible ya 'El Plan', arranca 'La Misión' con Aston Martin, pero lo hace de una forma diferente. La expectación de la novedad y la ilusión inocente ya no están y ahora tendrán que ser los resultados los que confirmen si Fernando ha acertado con el cambio. Incluso aquellos optimistas exacerbados que soñaban con verle levantar el tercer título en Alpine saben que ahora con Aston Martin será también casi imposible, al menos en 2023.
Sin embargo, sí es cierto que los de Silverstone están poniendo toda la carne en el asador para llevar a cabo un proyecto ambicioso que pretende llegar a la cúspide de la actual Fórmula 1 en el 2025 como muy tarde. Pensar en ganar el próximo año es complicado, pero en 2024 sí deberían empezar a codearse ya con los grandes. Eso sí, sin olvidar que ahora mismo son la sexta escudería de la Fórmula 1 tras Red Bull, Ferrari, Mercedes, Alpine y McLaren. Aunque hace no muchos meses estaban también por detrás de Alpha Tauri, Alfa Romeo y Haas.
Aston Martin ha avanzado ya en la construcción de su nueva fábrica, la que será la más lujosa y avanzada del 'Gran Circo' y que tendrá una parte importante terminada para 2023. Esta constará de tres grandes edificios que se unirán a lo ya existente. El primer edificio se dedicará al personal de diseño, fabricación y marketing. El segundo será el hogar del túnel de viento y del simulador, así como de instalaciones para el personal y un centro logístico. Y el último será un nuevo centro neurálgico. En total, 232 millones de euros puestos en favor del nuevo proyecto de Fernando Alonso.
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Además de un gran despliegue en material, Aston Martin también ha llevado a cabo una gran inversión en materia de fichajes, contratando a varios de los ingenieros más importantes de Red Bull y Mercedes con el objetivo de trabajar en el monoplaza del año 2023. "La contratación de un talento especial como Fernando es una clara declaración de intenciones de una organización que se ha comprometido a desarrollar un equipo de Fórmula 1 ganador". Esto decían los británicos tras anunciar que Alonso sería el sustituto de un Vettel que acaba de hacer pública su retirada.
La apuesta de Aston Martin y el sueño de Alonso de convertirse en campeón del mundo por tercera vez son claros. Aunque habrá que ver cómo se desarrollan los acontecimientos en un 2023 que podría suponer otro batacazo más para un Alonso que acumula 16 años de sequía de títulos y casi una década alejado de las primeras posiciones.
Por si fuera poco, Fernando tendrá que lidiar con dos nuevos problemas. El primero, el mal sabor de boca deportivo dejado por un Sebastian Vettel que llegó a Aston Martin con el mismo reto que Alonso: llevar a la marca a la parte alta a través de un corredor con experiencia y con títulos en sus vitrinas. El alemán fracasó y ahora Alonso tiene que demostrar que hay margen de progresión.
El otro gran problema es que, después de tener una lucha suicida con Ocon durante casi dos años, ahora tendrá al otro lado del garaje a un piloto mucho menos técnico e incluso más kamikaze como es Lance Stroll, con quien ya ha tenido roces en este 2022. Un corredor que, para colmo, es el hijo de uno de los dueños e inversores de la escudería, Lawrence Stroll. El último, o el penúltimo, baile de Alonso llega con emociones fuertes. De momento, el bicampeón pudo cerrar el 2022 montado ya en el Aston Martin en los test de final de temporada para así poder avanzar algo el duro trabajo del invierno.
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Entre títulos y lesiones
Fernando Alonso no es la única gran leyenda española que ha tenido un 2022 extraño y que afronta un 2023 marcado por la incertidumbre. En una tesitura similar se encuentra también Rafa Nadal. El tenista balear, a sus 36 años, ha cerrado un 2022 en el que ha hecho cima en el Monte Everest y en el que ha caído hasta el fondo de la Fosa de las Marianas. Es decir, un sube y baja que le ha deparado una de sus temporadas más peculiares.
Rafa arrancó este 2022 consiguiendo una de las victorias más espectaculares de su carrera. Seguramente fue su mayor remontada. El 30 de enero de este año, Nadal sumaba su segunda victoria en el Abierto de Australia tras tumbar a Daniil Medvedev en una final épica en la que el tenista balear consiguió dar la vuelta a un partido imposible.
Cuando la predicción de la inteligencia artificial le daba solo un 4% de opciones de sumar la victoria y mientras el marcador reflejaba dos sets a cero a favor del jugador ruso y tres pelotas de break para ponerse 4-2 en el tercero, Rafa hizo lo inimaginable. Consiguió igualar a dos mangas, llevó el choque al quinto y definitivo y terminó barriendo de la pista a Daniil Medvedev en 5 horas y 24 minutos de partido.
Un Abierto de Australia marcado por la Covid-19 y por la polémica sanción sobre Novak Djokovic que terminó suponiendo el principio de un inicio de curso histórico para Rafa. Además, conseguía romper el empate a 20 Grand Slams en el que se encontraba junto a Federer y Djokovic y se situaba como el primero con 21 entorchados.
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El balear, que venía de ganar al ATP250 de Melbourne tras superar un complicado positivo por Covid, se demostraba a sí mismo estar todavía a la altura de los mejores tras un 2020 y un 2021 que habían sido muy complicados, uno marcado por los efectos de la pandemia y el otro por las lesiones. El año pasado solo consiguió ganar en el Masters 1.000 de Roma y en el Conde de Godó, por lo que empezar de nuevo con triunfo, y doble tras la heroicidad del Abierto de Australia, le hacían afrontar con garantías el nuevo curso.
Nadal brilló durante el inicio de la temporada hasta que los minutos en pista le pasaron factura en su maltrecho cuerpo. Sobre todo en esa lesión crónica en su pie izquierdo que tantas veces le ha llevado al límite. El manacorí se tomó un mes de descanso y a su regreso venció también en el ATP500 de Acapulco demostrando que su 2022 seguía siendo para enmarcar. Un inicio inmaculado de temporada con 15 victorias en 15 partidos para llevar hasta sus vitrinas el título número 91.
Después llegaría el turno para Indian Wells, torneo en el que todo se empezó a torcer. Rafa avanzó con puño de hierro hasta las semifinales. Sin embargo, en el duelo de españoles ante un Carlos Alcaraz que empezaba a despuntar, sufrió una lesión en su costado izquierdo que le dejó muy mermado. Aunque pudo vencer al jugador de El Palmar, sucumbió en la final ante Taylor Fritz en lo que fue la primera derrota de la temporada.
Tras la lesión, Nadal permaneció casi dos meses fuera de las pistas, lo que le hizo llegar a la temporada de tierra sin apenas rodaje. No llegó a tiempo a sus dos torneos fetiches, Montecarlo y el Conde de Godó, y no brilló ni en el Masters 1.000 de Madrid ni en el Masters 1.000 de Roma, cayendo en cuartos y en octavos respectivamente.
Sin embargo, eso no le impidió dar el que sería el segundo gran golpe del curso. Nadal llegó a París con malas sensaciones, tocado en el pie, pero con el orgullo herido tras una temporada de tierra batida sin títulos. Y llegó el duelo clave de cuartos de final contra Novak Djokovic. Cuando todos esperaban que el balear sumara su primera derrota de la temporada en grandes torneos, sacó toda su clase y todos sus arrestos para vencer al balcánico y colarse entre los cuatro mejores.
Después, la grave lesión de tobillo de Zverev le allanó el camino hasta una final en la que arrasó a su amigo Casper Ruud a quien no dio opción alguna. Así llegaba el título 22 y la 14ª en París, honor que compartía con su Real Madrid. Este fue el punto álgido de una temporada que nunca más volvió a ser igual por culpa de su grave lesión en el pie y por todo lo acontecido en su entorno.
El tenista español terminó destrozado su periplo en París e inició un proceso de recuperación experimental para intentar salvar su carrera deportiva. Y cuando la retirada estaba más cerca que la continuidad, el síndrome de Müller-Weiss remitió en cierto modo y los tratamientos a los que el balear se sometió le permitieron ir a Wimbledon para soñar con un último baile sobre la hierba del All England Club.
Nadal volvió a brillar sobre césped como hacía lustros que no lo hacía y se coló en los cuartos de final del torneo. Allí tuvo una épica batalla contra Taylor Fritz, quien había sido su verdugo en la final del Masters 1.000 de Indian Wells, al que consiguió vencer en cinco sets después de haber sufrido una grave lesión en el abdominal. Para el recuerdo quedará la imagen de su padre Sebastián incitándole a abandonar la pista para poner fin a su tormento. Sin embargo, Nadal continuó y venció.
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Lo que seguramente no sabía en ese momento, aunque podía sospecharlo, era que estaba ante sus últimos minutos en una ronda avanzada de un Grand Slam en la temporada, ya que no consiguió reponerse a tiempo para las semifinales contra Nick Kyrgios. El australiano avanzó hasta la final sin tan siquiera saltar a la pista debido al abandono del balear. Ahí arrancó un final de curso que ha tenido absolutamente todo menos alegrías.
Tras un verano de recuperación, Rafa miraba hacia Estados Unidos con el objetivo de llegar al US Open en buenas condiciones. Sin embargo, su derrota a las primeras de cambio en el Masters 1.000 de Cincinnati hizo temer lo peor. Nadal terminó participando en el torneo de Nueva York hasta colarse en los octavos de final pasando más apuros de los esperados. Sin embargo, en su camino se cruzó un intratable Francis Tiafoe que acabó con el sueño del triplete de grandes del manacorí en el partido del torneo. Esta fue la única derrota de Nadal en toda la temporada en certámenes de dos semanas.
A pesar del desgaste físico y del peaje de las lesiones, Nadal tuvo que hacer frente a otro hándicap durante su paso por la gira americana. El 22 de agosto, una semana antes de empezar el US Open, se conocía el ingreso en un hospital de Palma de Mallorca de su esposa Xisca Perelló, quien se encontraba en la semana 31 de embarazo del primer hijo de ambos.
La cabeza de Rafa nunca estuvo sobre la pista y eso se tradujo en un bajo rendimiento y en una versión desconocida del ganador de 22 grandes. Falto de moral, sin la mentalidad ganadora que siempre le ha caracterizado y perdido con su raqueta al sentir que no estaba en el lugar que realmente le correspondía que era junto a su familia. Su profesionalidad y competitividad extrema le jugaron una mala pasada y eso se tradujo, seguramente, en una mala decisión.
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Tras decir adiós al US Open antes de lo esperado, Nadal inició una última fase de la temporada cargada de malos resultados en lo deportivo, pero bonita en lo emocional. Un largo periodo de ausencia para estar junto a su mujer dio paso a un fugaz regreso a las pistas. Primero participó en la despedida de Roger Federer en la Laver Cup de Londres y después regresó al archipiélago balear para recibir la llegada al mundo de su primer hijo.
Sus nuevas labores de padre y los rescoldos de un 2022 que había maltratado su cuerpo provocaron que Rafa estuviera más de dos meses alejado de las pistas para regresar en un sprint final de año marcado por los malos resultados. Se fue para casa a las primeras de cambio en el Masters 1.000 de Paris-Bercy y después cedió en dos de sus tres partidos en las ATP Finals, donde dejó pasar la oportunidad de cerrar el año como número uno del mundo. Al menos consiguió marcharse de Turín venciendo de nuevo a Ruud.
Rafa ha cerrado el 2022 como número dos del mundo, solo superado por Carlos Alcaraz y con 39 victorias y 8 derrotas, cuatro títulos y un regreso triunfal a Australia, donde no vencía desde hacía 13 años. Además, recientemente conseguía un hito en el tenis, superar las 900 semanas de manera consecutiva dentro del Top10, el cual no ha abandonado desde el 25 de abril del año 2005, es decir, más de 17 años y medio.
Ahora, Nadal afronta con ilusión un año 2023 que podría reavivar el fantasma de la retirada, ese que ha estado muy presente durante las dos últimas temporadas, especialmente tras disputar Roland Garros y Wimbledon 2022. La lesión crónica de su pie parece que mejora o que al menos le da un respiro. Sin embargo, su nueva condición de padre también le obliga cada vez más a pensar lejos de las pistas.
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El balear ha cerrado el 2022 con unas cuantas exhibiciones que le han servido para coger ritmo y ya se prepara para repetir el plan puesto en marcha hace justo un año y que tan buenos resultados le dio en la gira australiana. El campeón de Manacor se ve con fuerzas y con tenis suficiente para defender su corona en la Rod Laver Arena y arrancar así otro año que tendrá como objetivo repetir doblete con el título en París.
Nadal arrancará la nueva temporada habiendo terminado la reforma que ha llevado a cabo en su equipo y la cual comenzó en 2017 con la marcha de su tío y entrenador Toni. Su sustituto fue Carlos Moyá, quien después formaría tándem con su amigo Marc López. Ahora, los últimos movimientos han sido la salida de Francis Roig y la entrada de Gustavo Maraccio. El argentino, quien fuera entrenador de Juan Mónaco entre otras estrellas, formaba parte de la Rafa Nadal Academy desde el año pasado.
Una vez se asiente este nuevo organigrama, será momento de nuevo de evaluar su estado físico y de ver si realmente decide alargar un poco más su trayectoria. En el horizonte siguen estando retos como volver a pelear por unas ATP Finals, el único gran título que le queda por ganar a excepción de los Masters 1.000 de Shanghái, Paris-Bercy y Miami. Y por el camino tendrá que tomar algunas decisiones importantes como decidir si vuelve a jugar una Copa Davis con España o si aguanta hasta cerrar el círculo mágico en París en el año 2024.
Francia ya ha dado a conocer que la modalidad de tenis de los próximos Juegos Olímpicos de París se disputará en las instalaciones de Roland Garros y no en las de Paris-Bercy. De esta manera, Nadal tiene un aliciente para alargar su carrera un año y medio más, al menos la temporada 2023 y parte de la de 2024, para intentar poner el colofón a una impresionante trayectoria peleando por el oro en su pista preferida, la Philippe Chatrier de la capital gala. Y por el camino, intentar seguir presentando batalla a Novak Djokovic en esa titánica pugna por ver quien termina con mayor número de Grand Slam.
Rafa también afronta un 2023 complicado después de haber visto su carrera pender de un hilo. Sin embargo, tiene razones muy poderosas para seguir escuchando a su enorme ambición y hacer que la nueva temporada no sea su último baile. Eso sí, los meses que transcurran desde el Abierto de Australia hasta Roland Garros volverán a ser claves.