Reunir a varias estrellas en un mismo equipo suena muy bien sobre el papel y, muchas veces, también sobre la cancha. Sin embargo, el oro nunca fue todo lo que relucía. Que se lo pregunten a ‘Magic’ Johnson y Kareem Abdul-Jabbar, Larry Bird y Kevin McHale, Michael Jordan y Scottie Pippen o, como ejemplo más paradigmático/extremista, Kobe Bryant y Shaquille O’Neal.
Todos estos “matrimonios” acabaron con varios títulos bajo el brazo, pero su sintonía no estuvo exenta de tiranteces e incluso amenazas de divorcio. Los anillos ocultaron las malas vibraciones debajo de las alfombras de las franquicias, pero allí estuvieron. Listas y al acecho para hacer saltar por los aires el vestuario en cualquier momento. Un ejemplo reciente de estas peleas de gallos baloncestísticas se encuentra en Cleveland Cavaliers, con dos claros protagonistas entre los mejores jugadores de la liga estadounidense: LeBron James y Kevin Love.
Los comienzos nunca son fáciles
El idilio entre los dos no germinó en verano de 2014, como cabría pensar. Lo hizo mucho antes, a partir de la admiración que James profesaba en silencio por el juego de Love durante años. Ése ala-pívot de tan descomunal rendimiento y polivalencia en ataque podría serle muy útil si estaba en su mismo bando. Así, LeBron decidió lanzarse a la caza y captura de una nueva estrella para su arsenal.
El primer intento de cortejo tuvo lugar en los Juegos Olímpicos de Londres, evento en el que ambas estrellas compartieron vivencias y gloria con USA. Los halagos incesantes del Rey de la NBA hacia uno de los mejores ‘cuatros’ abiertos de la competición fueron en vano. En un primer momento, Love no tomó en serio aquella ferviente admiración. ¿Cómo iba a quererle LeBron a su vera en Miami Heat teniendo ya a dos escuderos tan formidables como Dwyane Wade y Chris Bosh?
James decidió dejar pasar aquel amor no correspondido, al menos durante un tiempo. Sin embargo, la chispa del enamoramiento volvería a surgir dos veranos después, con motivo del regreso del ‘23’ a Cleveland Cavaliers. Generoso y pérfido a la vez, LeBron tuvo en sus planes de reconquista del título a Love nada más anunciar su llegada a los Cavs.
Sabía que no obtendría un ‘no’ por respuesta. Era imposible que el californiano aguantase otro año más con vitola de perdedor en Minnesota Timberwolves, sin Playoffs ni aspiraciones y con el único consuelo de ser All-Star. Efectivamente, el ofrecimiento para formar parte de la corte real acabó siendo aceptado. Por fin, el matrimonio llegaba a buen puerto.
Todos se las prometían muy felices con el nuevo y flamante lugarteniente de LeBron, pero la realidad empezó a echarlo todo al traste al inicio del training-camp de Cleveland. Kevin Love apareció en los entrenamientos previos al inicio del curso con una forma física que distaba mucho de ser la mejor. Sus piernas y su espalda estaban hechas polvo y apenas había trabajado durante el verano. LeBron se sintió estafado al instante. Aquél no era el jugador al que tanto había admirado y en el que había depositado tantas esperanzas. El amor empezó a tornarse en desprecio y Love pasó a ser un cero a la izquierda, como indicaba su dorsal en una especie de broma de mal gusto.
El mal comienzo de temporada de Kevin, al igual que el de los Cavaliers en general, tan sólo empeoró las cosas. James se apoyó más en la otra pata del Big Three de la franquicia de Ohio, Kyrie Irving, y abandonó a su suerte al ex de los Wolves. Totalmente desubicado en el sistema del equipo, su anotación en temporada regular fue la peor desde su segunda temporada en la NBA (16.4 puntos por partido). Además, dejó de promediar dobles dígitos en el rebote (9.7 capturas por encuentro), lo que únicamente le había sucedido en su año de novato.
Las indirectas de LeBron no se hicieron esperar, con un tuit muy dado a las interpretaciones perniciosas lanzado el ocho de febrero de 2015. Entonces, el despecho del Rey quedaba al descubierto en 140 caracteres. “Deja de buscar la forma de destacar e intégrate. ¡Sé parte de algo especial! Es mi opinión”, rezaba el mensaje.
Cuestionado al respecto, Love también dejó claro que la relación entre ambos jugadores iba de corazones rotos: “Ya sabéis que no somos los mejores amigos. No quedamos a cenar cada día. Pero nos vemos a diario, ya sea en un entrenamiento, en un viaje o en un partido. Nuestra relación está en construcción. Pero lo mismo digo de los entrenadores y del resto de los compañeros. Es parte de la NBA".
Mejoría, caída y reconciliación
Curiosamente, la situación empezó a cambiar a partir de aquella gota que parecía colmar el vaso de la pareja. Las estadísticas de Love mejoraron desde mitad de curso, los Cavs empezaron a confirmar todas las expectativas y su técnico, David Blatt, pasó a estar más satisfecho con el trabajo del californiano. Lo peor ya parecía haber pasado.
No obstante, la desgracia volvió a cernirse sobre el interior de Santa Mónica. Un encontronazo con Kelly Olynyk, de los Celtics, en la pelea por un balón suelto acabó con la primera postemporada de su vida tras cuatro partidos. Cleveland eliminó a Boston en primera ronda, pero perdió a Love para las restantes series por el título al dislocarse el hombro izquierdo. Su lesión, que le obligaría a estar entre cuatro y seis meses de baja, llegó en el peor momento posible. Los rumores de traspaso no se hicieron esperar tras tan enrarecida temporada.
Dos meses después, LeBron James cejó en su dificultoso empeño de ganar las Finales de la NBA prácticamente en solitario a los todopoderosos Golden State Warriors. Aunque su actuación ante Stephen Curry y compañía fue escandalosa, no hubo recompensa en forma de anillo para calmar su voracidad. Además, también había perdido por el camino a Kyrie Irving debido a una fractura de la rótula de su rodilla izquierda. Definitivamente, el Rey de la mejor liga de baloncesto del mundo no podía construir su legado tirando de individualismo. Necesitaba apoyos.
Así, cuando el maridaje entre James y Love ya parecía más que imposible, llegó el entendimiento. Ambos jugadores se encontraron en Los Ángeles para poner sobre la mesa lo que cada uno esperaba de la nueva temporada. Kevin lanzó dos mensajes claros: al contrario de lo que se mascaba en el ambiente, quería continuar siendo un Cavalier. Para ser exactos, durante los próximos cinco años y con unos emolumentos de 110 millones de dólares. Eso sí, con un mayor protagonismo en ataque. LeBron aceptó sus deseos y los dos se reafirmaron en unir fuerzas para un mejor rendimiento colectivo futuro del equipo.
Las consecuencias no se hicieron esperar. Love trabajó duro durante todo el verano para recuperarse de sus dolencias en el hombro y regresó al equipo mucho más preparado física y mentalmente que en 2014. No ha bajado de las dobles cifras anotadoras en los ocho encuentros de temporada disputados hasta la fecha, logrando más de 10 rebotes en cinco de esos partidos. Aunque su porcentaje de acierto se haya reducido, especialmente en el tiro de tres, sus 17.6 puntos y 12 rebotes de promedio parecen indicar que puede recuperar su mejor nivel.
Aun así, la química entre LeBron James y Kevin Love parece seguir pendiendo de un hilo. La idea de un hipotético traspaso del segundo ha perdido fuelle, pero no la del matrimonio de conveniencia entre las dos estrellas. La impasibilidad de James cuando Love cayó al suelo delante de sus narices ante los Knicks, solicitándole ayuda para levantarse sin obtenerla, resulta un nuevo episodio negro en su relación de encuentros y desencuentros. Y eso que todavía queda por dirimir cómo se ajustará el sistema de los Cavs para readmitir a Kyrie Irving cuando vuelva tras su lesión, previsiblemente antes de enero.
Quizá, la dupla que más se asemeja a la de los puntales de los Cavs es la que formaban Felix Unger y Oscar Madison en “La extraña pareja”. El primero, meticuloso y obsesionado con el orden y con la limpieza. A la misma altura que LeBron James y sus ansias de ganar, sin romper los esquemas preestablecidos por él mismo. El segundo, un alma más libre y desordenada, anteponiendo la creatividad al rigor. Como Kevin Love, por algo sobrino del cantante de los Beach Boys y con vínculos desenfadados con la cultura pop y el surf, tan popular en California. Sin duda, ambos polos opuestos están condenados a entenderse. Es el sino de toda dicotomía que se precie.
¿Dónde quedaron aquellos saludos especiales entre compañeros, como aquellos en los que se prodigaban LeBron y Dwyane Wade en los Heat? Pregúntenle al Rey y a Irving. A Love, mejor no.