El aura de los deportistas más grandiosos de la historia suele percibirse a primera vista, nada más observar sus movimientos: el gancho de Ali, la pelota cosida a los pies de Messi, el revés de Federer, los vuelos interminables de Jordan. Esos momentos ejemplifican los flechazos instantáneos del deporte con la eternidad, en los que el espectador sólo puede jactarse de su privilegiada posición: “Yo le vi jugar”.
Stephen Curry y sus Golden State Warriors también generan ese sentimiento de asistir a un momento irrepetible. Su bote, su gestualidad, sus penetraciones y, sobre todo, su tiro, son los de una leyenda viva. Sin embargo, el quid de la magia de Curry va mucho más allá del mero talento individual. Bajo la batuta del vigente MVP (Jugador Más Valioso) de la pasada temporada, los actuales Warriors son ya inmortales para la NBA. Y pisando fuerte.
La escuadra californiana acaba de culminar el mejor arranque de temporada de una franquicia de la liga, también de un campeón: 16 victorias y ni una sola derrota hasta la fecha. El récord se alcanzó tras ganar a Los Angeles Lakers por 111-77 en la madrugada del martes. El 15-0 de los Washington Capitals (1948-1949) y los Houston Rockets (1993-1994) ha sido superado.
Baloncesto para bajitos
No es el único soplo de aire fresco que han traído estos Warriors al baloncesto. Con un juego que vanagloria a esos locos bajitos que tanto han hecho por este deporte, el small-ball es más tendencia que nunca. Los 2,13 de Andrew Bogut son el techo de un quinteto inicial que empieza a recitarse con tanta carrerilla como la que coge Golden State en ataque: Curry, Thompson, Barnes, Green y el susodicho pívot australiano.
La revolución ofensiva de los Warriors tiene marcadores centenarios, triples (199 hasta este martes, mejor arranque triplista de la historia) y asistencias (473, mejor inicio pasador de los últimos 25 años) por doquier.
Para aún mayor correspondencia estadística, los chicos de Oakland presentan el ataque más eficiente de toda la NBA, anotando 114.4 puntos por cada 100 posesiones. La mayoría los aporta Curry, máximo encestador de lo que va de curso con 32.1 puntos por encuentro.
El base de los Warriors ha igualado la mejor anotación a comienzos de temporada desde la temporada 2005-2006 (Kobe Bryant) gracias a los 514 puntos anotados hasta la fecha. Klay Thompson, segundo warrior con mejores registros anotadores, promedia 16 puntos menos que Curry (16.2).
Harrison Barnes (13.8) y Draymond Green (12.7) también presentan dobles cifras anotadoras en el equipo, con Andre Iguodala, MVP de las pasadas Finales de la NBA y sexto hombre, rozándolas (9.1).
Que Golden State base en su ataque el dominio que posee sobre la mejor liga del mundo no quita para que su defensa también sea digna de admirar. Cuarto equipo que menos puntos encaja por cada 100 posesiones (98.8), los Warriors se encuentran entre las 10 franquicias más efectivas de la competición ante su propia canasta.
De hecho, sus números actuales superan los cosechados al final de la exitosa campaña pasada (110 puntos por partido y 99.9 puntos encajados de media). Parece que los mimbres están claros para volver a optar al anillo este curso.
No obstante, ¿están preparados en Golden State para divisar miras más altas y convertirse en toda una dinastía del baloncesto moderno?
En busca de la leyenda
Para empezar, los Warriors de los Splash Brothers ya han asaltado el imaginario popular de una manera mucho más rotunda de lo que lo hicieron sus predecesores, hace justo 40 años. Entonces, Golden State se hizo con su tercer título de la NBA (anteriormente ganó dos cuando el equipo estaba afincado en Philadelphia) bajo el liderazgo de Rick Barry y su famoso tiro a cuchara.
Salvo la gran actuación del alero de New Jersey, apenas se recuerda mucho más de aquellas finales ante Washington Bullets (hoy Wizards), las únicas que enfrentaron a dos entrenadores negros, KC Jones y Al Attles, en la historia.
Por otro lado, Curry y compañía han alcanzado la cúspide del deporte de la canasta vulnerando un mandamiento casi incuestionable en el baloncesto estadounidense a lo largo de los tiempos: ganar uno o varios títulos contando con un jugador interior dominante.
Lo hicieron los Lakers en varias etapas, con Wilt Chamberlain, Kareem Abdul-Jabbar, Shaquille O’ Neal o Pau Gasol. También los Celtics, con Bill Russell o la dupla McHale-Parish, y Houston Rockets con Hakeem Olajuwon.
Incluso los Bulls de Jordan en su segundo trienio ganaron con un genio (incomprendido) bajo tableros, Dennis Rodman. Y cómo olvidar a los San Antonio Spurs de la época reciente, primero juntando a David Robinson y Tim Duncan y luego con el segundo en solitario.
Draymond Green y Andre Iguodala son piezas clave de estos Warriors, pero el secreto está en el backcourt. Bendito sacrilegio el de Curry y Klay Thompson, que probablemente conformen uno de los mejores dúos de todos los tiempos desde el perímetro, sino el mejor.
Su concurso, sin desmerecer al del resto de compañeros de gloria, empieza a obligar a desempolvar la mayor racha de victorias consecutivas a lo largo de una campaña.
Se trata de 33 triunfos, que consiguieron Los Angeles Lakers campeones en la temporada 1971-1972. Precisamente, el rival ante el que los Warriors cantaron su victoria número 16 este martes.
A pesar de contar con Jerry West, el logotipo de la NBA, Wilt Chamberlain era el santo y seña de aquella plantilla laker. De nuevo, un pívot al mando de las operaciones en busca del anillo.
Aun así, hay dos grandes similitudes entre ambos equipos (pasando por alto las diferentes épocas a las que pertenecen). Y es que esos Lakers también presentaban un dúo exterior demoledor: Gail Goodrich (25.2 puntos por partido) y Jerry West (24). Además, superaban a sus rivales por un diferencial de 12.28 puntos. De momento, los Warriors ganan sus partidos por 15.6 puntos de media. Sobrepasando, precisamente, la histórica marca de los angelinos.
Las palabras mayores en cuanto al balance final de victorias y derrotas que pueden conseguir los Warriors en el curso 2015-2016 tampoco han tardado en aparecer. Su gran referente son, como no podía ser de otra manera, los Chicago Bulls de la temporada 1995-1996.
Jordan, Pippen y compañía perpetraron un increíble 72-10 en temporada regular, el mejor registro de siempre de una franquicia NBA. Su balance (esos Bulls marchaban con un 14-2 tras 16 encuentros) y margen de diferencia en las victorias (+12.24 puntos) se superan en Oakland hasta la fecha.
Casualidades del destino, uno de los integrantes de aquella plantilla que hizo historia en la NBA puede volver a hacerla en estos Warriors, aunque sea desde el banquillo. Se trata de Steve Kerr, ganador de tres anillos con Chicago tras la retirada puntual de Michael Jordan.
A la vez, Kerr también se convirtió en un entrenador debutante de éxito la pasada campaña. Sus cinco entorchados como jugador (dos más en San Antonio) se convirtieron en seis en total como gran responsable técnico-táctico de Golden State.
En el Oracle Arena aspiran a la excelencia y el entrenador, aunque con un porcentaje de importancia grande en el éxito, pasa más desapercibido que en otros equipos de leyenda.
Para muestra, la inexperiencia en el cargo del primer instigador de la nueva era dorada de los Warriors, Mark Jackson, cuando cogió las riendas de Golden State allá por 2011. O también la impecable trayectoria de Luke Walton, otrora asistente, como sustituto temporal de Kerr, inhabilitado hasta nueva orden por sus problemas de espalda.
Nadie sabe a ciencia cierta adónde serán capaces de llegar estos Golden State Warriors. Lo que resulta evidente es que empiezan a marcar una época. Antes se hablaba de los Celtics de los 60 (11 títulos, ocho de forma consecutiva), los Lakers de los 80 (cinco), los Bulls de los 90 (seis) o los Spurs del nuevo milenio (cinco).
Ahora, los aspirantes con más boletos para una futura dinastía residen cerca del Golden Gate de San Francisco. Tampoco se oyen voces discordantes sobre el legado de Stephen Curry de aquí a unos años.
Ya no resulta tan descabellado colocar al base de Akron junto a Magic, Bird, Jordan, Abdul-Jabbar y otras grandes leyendas. Y pensar que hace tres temporadas era uno de los jugadores menos efectivos de toda la NBA cerca del aro…
Mayor blasfemia sería despreciar la obra que Curry y Golden State están construyendo en su conjunto. Para nuestro deleite y el suyo propio. Ante tal epopeya baloncestística, sólo cabe decir: carpe diem.