Moncho Fernández (Santiago de Compostela, 1969) lleva al Obradoiro en la sangre desde que nació. Basta con saber que ha acabado entrenando al equipo al que animaba con bufanda al aire en el graderío del viejo Fontes do Sar. 40 años después, disfruta con la escucha del Miudiño, la canción tradicional gallega con la que la afición compostelana deleita a su equipo antes de cada partido en casa.
También se cantará en esta Copa del Rey, donde la vecina A Coruña se transformará en la capital del obradoirismo durante unas horas mientras el técnico participa en silencio, como siempre, del ritual. Disfrutará más antes, cuando escuche el Miudiño en su Iphone mientras conduce hacia el pabellón, como tantas y tantas jornadas de partido.
Y con la conciencia tranquila, pues Fernández visitó la catedral de Santiago hace unos días pidiendo salud para sus dos familias: la de toda la vida y la del baloncesto. Ambas se encontrarán, como siempre, en la cancha, fusionadas en la búsqueda de la campanada del Obradoiro en los cuartos de final coperos ante un sólido Baskonia (este viernes a las 21:30, Canal + Deportes).
El ascenso a la ACB, la permanencia, la clasificación para los Playoffs, disputar la Copa… Con todo lo que ha logrado ya en el Obradoiro, ¿qué le queda por conseguir?
Lo bueno que tiene el deporte profesional es que siempre hay algún reto. No solo a largo plazo, sino cada semana. Siempre hay algo por hacer: construir un nuevo equipo, hacer frente a las expectativas generadas cada año… Estar en la Liga Endesa es un sueño, nosotros siempre hablamos del título de la permanencia. Me quedan un montón de cosas pendientes.
Estando ante la liga más igualada de los últimos años, ¿es un buen momento para que ustedes o algún otro equipo ajeno a los grandes dé la sorpresa estos días?
Eso sería lo ideal, pero es muy difícil. La crisis económica ha hecho que haya más conjuntos de clase media-baja y que los de la clase alta continúen siendo los de siempre. Se antoja incluso sorpresivo que equipos como el Madrid, el Barça, el Valencia (con la súper temporada que está haciendo) o el Baskonia no se lleven la Copa. Aun así, es una competición a tres partidos, muy competida y totalmente diferente a la liga. Como en casi todo, no hay que pensar en el final, sino en el presente inmediato, que son los cuartos de final.
Quizá la condición de anfitrión del Obradoiro en esta Copa del Rey sea uno de los hitos más especiales de su carrera. ¿Significa mucho para usted?
Para mí y para todo el obradoirismo. Es un premio para todos los que han hecho posible este proyecto, con el que se ha vinculado a una ciudad pequeña como Santiago de Compostela. Nuestros abonados hacen un gran esfuerzo para que esto exista, al igual que el Consejo de Administración, que lucha para que podamos pelear con los gigantes de la liga. Qué mejor escaparate para nuestros sponsors que una competición como la Copa. Este hito significa mucho para todos y eso nos responsabiliza.
¿El hecho de albergar el torneo del KO este curso les perjudica o les beneficia?
Creo que nos beneficia claramente en el sentido de que jugamos al lado de casa, en La Coruña. El pabellón estará lleno de aficionados obradoiristas, así que sentiremos el calor de nuestra gente. Solo le veo aspectos positivos a jugar como anfitrión. Además, nosotros no tenemos esa presión que pueden tener los grandes favoritos. Para nosotros, la Copa será una fiesta con mayúsculas.
La competición también reunirá a muy buenos entrenadores. ¿Qué es lo que más aprecia de los colegas de profesión que le acompañarán en el torneo?
Cuando empecé, veía a muchos jugar e incluso ya dirigir partidos. Tener la posibilidad de compartir torneo y luchar contra ellos es un privilegio. Lo digo de corazón. Son maestros de los que he aprendido en los clínics. Yo nunca pensé que iba a jugar contra estos entrenadores. Lo que hago es disfrutarlo. Siempre aprendes con ellos, y eso te obliga a estudiarlos, analizarlos y verlos. Son una fuente de información enorme.
Obradoiro tendrá enfrente a un Baskonia que ha resurgido de sus cenizas. ¿Cómo se puede derrotar al que es, en sus propias palabras, uno de los rivales con mayor potencial físico de Europa?
Para tener alguna opción, tendremos que igualar precisamente su nivel físico. Es un equipo con una defensa muy aguerrida, un ritmo de juego altísimo y muy potente en los dos aros. Sin embargo, si solo nos centrásemos en lo físico nos olvidaríamos de la calidad que tienen los Causeur, Adams, James, Bourousis... Baskonia siempre ha sido un grande y suele hacerlo bien en la Copa.
Para un entrenador amante de la táctica como usted, ¿es una motivación añadida intentar parar a un jugador dominante en Europa, como es Bourousis ahora mismo?
Sí. Cuando un jugador destaca una jornada tras otra es por su calidad, y él la tiene. No solo por lo que aporta a su equipo, sino por lo que genera. Es un excepcional pasador, capaz de ver al compañero mejor colocado ante una defensa doblada. Muy bueno haciendo basket y también dándolas.
Casualmente, se miden al conjunto vasco dos veces en tan solo unos días (Liga [derrota por 69-86] y Copa). ¿Ve más ventajas o más inconvenientes a este capricho del calendario?
En tono jocoso, los que ven ventajas son mis ayudantes, que no han tenido que hacer doble scouting. No sé si es bueno o malo. Viene a ser un poco como una competición de Playoff. A estas alturas de curso, los equipos se conocen mucho.
Aunque ya se han reencontrado con él, supongo que la vuelta de Alberto Corbacho a Galicia será muy especial. ¿Le echa mucho en falta?
Alberto es un estandarte del obradoirismo. Es el jugador que más veces ha vestido nuestra camiseta en la ACB, queridísimo por nuestra afición y por todos nosotros. Nos ayudó muchísimo a crecer y viceversa. Es un gran jugador, con un protagonismo muy grande cuando estaba aquí. Desde el punto de vista afectivo, claro que será especial.
Ustedes tampoco se pueden quejar teniendo en sus filas al máximo anotador de la ACB: Adam Waczynski. ¿A qué cree que se debe su éxito en el Obradoiro esta temporada?
Fundamentalmente, a su trabajo. Tiene un corazón y unas ganas de triunfar enormes. Cuando salió de Polonia, nadie le auguraba un futuro bueno. Le decían que no tenía capacidad para jugar en esta liga y con su lucha, compromiso y calidad técnica lo ha conseguido. Le intentamos ayudar, pero él también nos está ayudando mucho a nosotros.
Al resto de extranjeros, protagonistas del enésimo lavado de cara de su plantilla, tampoco les ha ido nada mal: Caloiaro, McGrath, Haws, Bendzius… ¿Quién le ha sorprendido más?
Habría que preguntarles a ellos, pero todos han respondido al perfil humano que esperábamos: profesionales y gente comprometida. Todos dicen que la ACB es la liga más difícil en la que han jugado, pero estoy convencido de que, ahora que ha pasado la primera vuelta y con el nivel y experiencia que han adquirido, irán a más.
También cuentan con Santi Yusta, uno de los jóvenes más prometedores del baloncesto español. ¿Usted es de esos entrenadores que disfruta pudiendo moldear a jugadores de futuro como él?
Disfruto entrenando a jugadores de calidad, da igual que tengan 18 o 32 años. Santi tiene un futuro esplendoroso, a la par que una predisposición al trabajo enorme y envidiable. Lógicamente, desfasa, porque es muy jovencito. Lo que hay que tener con él es paciencia. Hay que dejarle que vaya creciendo poco a poco, porque tiene muchos años por delante, pero es muy maduro para su edad. Tiene los pies en el suelo para abstraerse de la atención que genera.
En el mundillo se le conoce con el sobrenombre de 'El Alquimista'. ¿Qué le está faltando al Obradoiro para encontrar la piedra filosofal esta temporada?
Nos falta muy poco. Hemos perdido unos cuantos encuentros por dos o tres canastas. Al final, lo que queda es que ganas o pierdes. Espero que toda la experiencia acumulada a lo largo de la primera vuelta nos sirva para aprender y ser un poco más regulares. Yo creo que la irregularidad está siendo nuestro gran hándicap para llegar con más opciones de victoria a los minutos finales, aparte de que la moneda caiga de nuestro lado. En casi todos los partidos hemos competido prácticamente hasta el último minuto.
Todo entrenador que se precie quiere ser profeta en su tierra. Usted lo ha conseguido. ¿Qué ha cambiado del niño que animaba en la grada al que ahora ocupa el banquillo de su equipo de toda la vida?
Lo que ha cambiado es que lo que era una afición se ha convertido en mi profesión. Lógicamente, el estar en casa hace que tengas más puntos positivos. El día a día fuera de la pista es muy diferente, porque tienes a tu familia, amigos… Ser partícipe de la época dorada del equipo de tu tierra es un orgullo y una responsabilidad. Intento hacerlo lo mejor posible cada día.
¿Mentiría si le digo que es usted el rey de los tiempos muertos en la ACB? E incluso el de la banda. Que se lo digan a las botellas de agua o a las pizarras…
Soy un poco vehemente. Mi carácter es como es, y lo cierto es que con el paso del tiempo es difícil que cambie, pero en ocasiones, cuando me veo, me sonrojo. Fuera de la pista soy una persona bastante tranquila.
Para terminar, y como exprofesor de Historia, ¿qué lugar le gustaría que le reservasen las enciclopedias baloncestísticas a su Obradoiro?
Me encantaría que se le recordara como un equipo comprometido, que entendió lo que significaba la ciudad, la afición y la palabra 'Obradoiro', que en gallego significa “lugar donde se trabaja”.