Bryce Dejean-Jones tenía toda la vida por delante. Cómo no iba a tenerla con tan sólo 23 primaveras a sus espaldas. Incluso se podría decir que el destino empezaba a sonreír al base-escolta de Los Ángeles tras mucho tiempo debatiéndose entre el amor y el odio. Aunque una lesión en la muñeca derecha le obligó a perderse media temporada NBA, había firmado un contrato parcialmente garantizado por tres años con los New Orleans Pelicans en febrero. Despúes de no haber sido elegido en el Draft de 2015 y de ser cortado precisamente por los Pelicans justo antes de empezar la presente campaña, aquella era una buena señal. Sobre todo, para demostrar que las buenas expectativas que se empezaban a crear en torno a él eran ciertas.
Sin embargo, el caso de Dejean-Jones quedará como una de esas preguntas sin responder que tanto abundan en el deporte, con la parca siendo la culpable de este nuevo e inquietante "¿Qué hubiera pasado si...?". Todo por una inocente visita a su novia para celebrar el primer cumpleaños de la hija de ambos en Dallas, Texas. El día menos pensado y a primera hora de la mañana, Bryce se topó con la puerta y con la persona equivocadas.
Porque, en lugar de subir al cuarto piso del bloque de apartamentos donde vivía su pareja, se quedó en el tercero. Entonces, tocó una y otra vez la puerta de la vivienda que él creía la correcta, tentando a la suerte y pensando que su novia no le dejaba entrar en casa. Toc toc, toc toc, toc toc. Sin saberlo, acabó con la paciencia del dueño de la casa, que dormía hasta que decidió levantarse para ver qué ocurría en el descansillo. Con tanto pie izquierdo que, pistola en mano y pensando que el insistente visitante se trataba de un ladrón, abrió fuego contra Dejean-Jones nada más entreabrirse la puerta.
Poco después, la Policía llegó al lugar de los hechos y se encontró al jugador de los Pelicans agonizando en el pasillo. La herida de bala que había sufrido en el abdomen apenas dio cabida a la esperanza. Bryce murió de camino al hospital, sin posibilidad alguna de que su vida fuera salvada. Y, a la vez, sin que las fuerzas del orden estén seguras de que su asesino vaya a ser acusado de algún tipo de cargo debido al incidente.
Porque, con la ley en la mano, en Texas se puede usar la fuerza bruta para protegerse de los intrusos. Justo cuando Dejean-Jones empezaba a dejar de ser uno de ellos en la NBA, su sueño se apagó. Tras no desentonar en su etapa universitaria (USC, UNLV e Iowa State), reivindicarse en los Idaho Stampede de la Liga de Desarrollo de la NBA y empezar a ver la luz al final del túnel en los Pelicans, el esfuerzo de Bryce resultó inútil.
Todo por ser humano, por errar en el día menos pensado para hacerlo. Ni siquiera pudo celebrar un triunfo en su momento de mayor gloria: 17 puntos y nueve rebotes en la derrota contra los Lakers de su ciudad natal (99-96) unas semanas antes de lesionarse. Es el sino de la larga lista de juguetes rotos que se ha cobrado la NBA a lo largo de su historia. Una retahíla de nombres a la que también pertenece ya Bryce Dejean-Jones, que se fue del mundillo de la canasta cuando empezaba a creer que era posible hacerse un hueco en él.