En la película “El profesor chiflado”, Jerry Lewis o Eddie Murphy (elijan la versión que más les guste) interpretan el papel de un profesor de Química bonachón y decepcionado con su físico. Para remediar esto, el protagonista idea un brebaje que le convierte en Buddy Love cada vez que lo toma. Un rompecorazones totalmente distinto a él: guaperas, egocéntrico, narcisista, maleducado, prepotente…
El Buddy Love que nos ocupa en esta historia se transforma cuando salta a la cancha (con trash-talking incluido), pero nunca ha perdido de vista la humildad fuera de ella. Aunque sea el máximo anotador del March Madness en los últimos 26 años (29.25 puntos por encuentro), clasificando a Oklahoma para su primera Final Four de la NCAA (liga universitaria estadounidense) desde 2002. Con el añadido de anotar más que nadie en el Elite 8 desde 1990 (37 puntos a Oregón) y lograr el tope en triples de un jugador de su universidad en las eliminatorias por el título (8).
No, a Buddy Hield (Bahamas, 1993) no le va a cambiar el hecho de contar con más papeletas que nadie para ser elegido mejor jugador universitario de la temporada. Tampoco aparecer en el quinteto ideal del año superando a los hipotéticos triunfadores del futuro Draft: Ben Simmons (segundo quinteto) y Brandon Ingram (no elegido). Ni siquiera compartir honores junto a una leyenda del baloncesto (Larry Bird) o dos excelsos tiradores con carrera en la NBA (Glen Rice y Dennis Scott) gracias a sus logros recientes. Y todo esto siendo un escolta más “bajito” que la media: 1.93 metros.
Pero poco importa la estatura cuando el talento, y sobre todo el corazón, son sobresalientes. La sensación bahameña ha levantado ríos de tinta y de pasión en la liga universitaria, que no se recordaban desde que un tal Stephen Curry animó el torneo final con Davidson en 2008. Sus números son similares a los de Hield ocho años después: más de 100 puntos y 15 triples en la Locura de Marzo.
Sin embargo, hay una salvedad entre el rendimiento universitario de ambos jugadores, ya que el ahora santo y seña de los Golden State Warriors no logró clasificar a Davidson para la Final Four. Allí donde las opciones de título de Oklahoma ante la Villanova del ex NBA y ACB Michael Bradley, la North Carolina que encumbró a Jordan y la Syracuse donde estudió el vicepresidente Joe Biden pasan por Buddy Love.
Que Curry no colocase a su universidad entre las cuatro mejores de Estados Unidos no es nada condenable repasando su trayectoria posterior. Tenía un aura tan especial que LeBron James decidió viajar hasta Detroit “para ver al chico”. Kobe Bryant hizo algo parecido la semana pasada al asistir a la final regional que terminó de encumbrar a Hield. Es el culpable de que la estrella de los Sooners lleve el '24' a la espalda e, indirectamente, de su última exhibición. “Tan pronto como vi que Kobe estaba aquí, supe que tenía que ofrecer un show”, declaró el hombre de la sonrisa perenne.
El largo camino hacia el éxito
No obstante, a Buddy le ha costado lo suyo llegar hasta las semifinales nacionales contra Villanova (a las 00:00 del domingo en España, con North Carolina y Syracuse enfrentándose en la otra eliminatoria. Toda la Final Four se podrá ver en Canal+ Deportes). Las Bahamas no son precisamente territorio predilecto para el baloncesto. Tan sólo dos jugadores locales han tenido carreras significativas en la NBA: Mychal Thompson y Rick Fox. Viniendo de una familia humilde como la de Hield, el porcentaje de éxito aún era más difícil de remontar.
Que se lo digan a Jackie Swann, su madre. Con siete bocas que alimentar (Buddy tiene tres hermanos y tres hermanas), no tuvo más remedio que compaginar tres trabajos como limpiadora. La casa no se le podía caer encima, más después de divorciarse de su marido cuando Buddy tenía 11 años. Además, la abuela, las tías y los primos de los Hield también ocupaban habitualmente la vivienda.
A Buddy le gustaba ser el primero en bañarse por las mañanas, recorriendo de puntillas la habitación que compartía con todos sus hermanos para evitar que se despertasen. También construir canastas de baloncesto con tablones, cajas de leche y ruedas usadas de bicicleta en las que se pasaba horas y horas jugando en el patio de su casa o en el de los vecinos. Sabía de su pobreza, pero no le importaba. Era feliz heredando la ropa y las pertenencias de sus hermanos o sin recibir grandes regalos en fechas señaladas.
Jackie siempre trató de curtir a sus hijos en la máxima del dar para después recibir. “Quizá no tengamos mucho, pero es suficiente”, les decía. Sólo así se explica que invitase a los niños del vecindario a cenar a casa en la que quizá era su única comida del día. O que diese paseos en su camioneta a extraños para ayudarles a escapar del sofocante calor del verano.
La madre de los Hield también era muy estricta con la perseverancia. Cada mañana, antes de desayunar, tocaba recitado de oraciones y a veces incluso estudiar la Biblia. Y antes de ver la tele, las tareas pertinentes y los deberes del colegio. Pero Buddy se las ingeniaba para compaginar deber con devoción. Intentaba levantarse media hora antes por las mañanas para ver las mejores jugadas de la noche anterior en la NBA. También pagaba a sus hermanos con dinero o en especie (chucherías) para que hiciesen sus tareas por él y así poder irse a jugar al baloncesto.
Buddy era pobre y humilde, pero no tonto. En su barrio, la droga asomaba por todas partes, pero nunca logró atraparle. Menos cuando Miko, el mejor jugador del parque y al que él tanto admiraba, cayó en sus redes sin remedio. Hield iba a ser jugador de baloncesto, pero no a cualquier precio. Su madre lo supo desde el principio y no dudó en ayudarle a alcanzar su sueño.
Año tras año, Jackie llevaba a su hijo a unas pruebas de reclutamiento que se celebraban en primavera. “Cada vez jugaba mejor y decía 'Éste va a ser mi año', pero después me iba y no volvía a saber del tema”, recordaba Buddy para Bleacher Report. Todo cambió en 2010, cuando Kyle Lindsted, el entrenador del instituto Sunrise Christian Academy de Wichita (Kansas), le vio por primera vez.
“Fue un amor a primera vista. Era el chico más popular del gimnasio y no tenía límites en la cancha. La gente le rodeaba como un rebaño. Todo el mundo quería estar a su alrededor. Parecía un chico al que quieres en tu equipo”, aclara su antiguo técnico. Obtuvo un 'sí' casi al instante: Buddy jugaría en Estados Unidos.
De Kansas a Oklahoma
Después de convertirse en el mejor jugador de las Bahamas y de llevar a cabo una dura preparación física durante cuatro meses, Buddy aterrizó en Wichita con su madre. Tras compartir una noche de hotel, le pidió a Jackie que le dejase solo. Se sentía preparado para el reto. Aun así, los primeros meses de la aventura fueron difíciles.
Llegó a plantearse si no sería otro de esos jugadores de las Bahamas que volvía a casa con el rabo entre las piernas tras unos meses en USA. Echaba de menos la comida de su país y sus compañeros se reían de él por su acento y porque hablaba muy rápido. Le tocó afrontar muchas noches en la soledad de su habitación. Ni siquiera su entrenador le veía capacitado para la división más potente de la NCAA en un primer momento.
Pero Buddy se acordó de una frase que solía decirle su madre (“Dios da sus batallas más duras a los chicos con los hombros más fuertes”) y se refugió en el baloncesto. Tanto fue así que sus entrenadores tuvieron que esconder los balones bajo llave para evitar que entrenase hasta las tres de la madrugada. El trabajo duro acabó dando sus frutos: ganó el campeonato de la Asociación Nacional de Atletas Cristianos en su penúltimo año de instituto siendo MVP y promedió 22.7 puntos en 21 minutos de juego en el último.
Los Jayhawks de Kansas llamaron a su puerta inmediatamente, pero Buddy eligió Oklahoma para triunfar en la NCAA. No sólo por el influjo del asistente Chris Crutchfield, cautivado por Hield desde que le vio jugar con 13 años, sino por la posibilidad de jugar a las órdenes de Lon Kruger: el único entrenador de la historia de la Division I en ganar al menos un partido del torneo final universitario con cinco equipos distintos (Kansas State, Florida, Illinois, Nevada-Las Vegas y Oklahoma).
Una vez más, Hield aceptó el desafío y lo superó con creces. De 7.8 puntos por partido en su primer año pasó a 16.5 en el segundo, 17.4 en el tercero y 25.4 en el cuarto (segundo máximo anotador de la temporada regular). El mismo incremento sufrieron sus cifras reboteadoras y triplistas, con 5.7 capturas por encuentro y un 46.5% de acierto desde la línea de tres como sus topes en la NCAA. Ambos alcanzados esta temporada, en la que también ha aumentado su concurso desde la línea de tiros libres y el juego cerca del aro. Al final, el tiempo le ha dado la razón tras decidir no presentarse al Draft de la NBA a última hora el año pasado.
Los que decían que sólo era un tirador han tenido que tragarse sus palabras. Según el propio Hield, es un finalizador. Y lo suyo le ha costado convencer al resto. Entre medias del éxito de los 'Sooners' 15-16, por lo menos cuatro horas de entrenamiento diarias (antes, durante y después de la sesión del equipo). También dos derrotas consecutivas en segunda ronda del torneo final y una en el Sweet 16. Y no menos importante: de 8.563 espectadores de media en los partidos en casa de Oklahoma antes de llegar Buddy a 11.120 el año pasado y a agotar los abonos de temporada este curso.
El yerno ideal no estará solo para luchar por el título universitario. Todo será más fácil con escuderos como Jordan Woodard, Isaiah Cousins o Ryan Spangler. Todos ellos con más de 100 partidos disputados junto a Hield. Pero más allá de lo que ocurra en Houston este fin de semana, hay otra nueva meta en el horizonte de Buddy: ser el primer jugador de último año universitario desde Kenyon Martin (2000) en convertirse en el número uno del Draft de la NBA.
Parecía algo descabellado, pero ya no lo es tanto. Muchas proyecciones colocan al bahameño en el Top 10 e incluso entre los cinco primeros. Pase lo que pase, se convertirá en el primer escolta de último año en ser elegido en posiciones de lotería desde 2006. Y una sonrisa inundará su rostro sea cual sea su porvenir.
Quizá su madre deje su asiento para rezar por él unos minutos antes de oír el nombre de Buddy de boca del comisionado Adam Silver. Un ritual que practica desde hace años cuando el equipo de su hijo se coloca por debajo en el marcador o si su ventaja se tambalea. Porque le quiere, como todos. Porque Buddy Hield, el nuevo niño bonito de América, desprende amor por sus cuatro costados.