La transición cantera-primer equipo parece el paso más complicado en la carrera de un futbolista. Es el momento donde incluso los llamados a ser estrellas deben ajustarse el mono de trabajo y pelear por cada minuto de juego. Evidentemente, la calidad de cada jugador influye, pero nunca es sencillo. Ousmane Dembélé debutó a principios de noviembre en un Rennes convulso y ahora no sólo se ha asentado en la élite, sino que ha dado estabilidad a su equipo.
Talento y liderazgo para este atacante de 18 años por el cual, según L’Équipe, Barça y Bayern están dispuestos a pagar 35 millones. Otra perla más del fútbol francés, que da la sensación de que podría llevar una convocatoria B a la Eurocopa y, aun así, pelear por el título.
La explosión
En pleno fin de ciclo del proyecto del técnico Philippe Montanier en el Rennes, el club se encontró con una noticia que puede cambiar su futuro: Ousmane Dembélé es tan bueno que no ha sufrido para adaptarse al primer equipo. En menos de una veintena de partidos lleva 10 goles y cinco asistencias, pero, por encima de los números, el francés ha necesitado un par de meses para sentirse santo y seña del club.
La mejor manera de definir a este prometedor talento es confianza, velocidad y descaro. Su mayor virtud es saberse capacitado para intentar plasmar en el campo lo que pasa por su cabeza. Ese desparpajo cada vez que recibe y encara es el que explica su éxito: le sale lo que intenta porque tiene calidad y condiciones para ello, pero, sobre todo, porque es consciente de lo que puede hacer.
Su juego muestra una confianza desorbitada para una carrera que está dando sus primeros pasos, y sus cifras le avalan. Dembélé es uno de esos casos que hacen sentirse incómodo con la fecha de nacimiento. Cuando uno todavía se plantea que la gente de 1997 ya es mayor de edad, él ya ha marcado 10 goles en Ligue 1.
A sus 18 años, es el máximo goleador de su equipo y uno de los 10 primeros de la Ligue 1 pese a no haber participado en el primer trimestre de la competición (anota un gol cada 137 minutos, el segundo mejor promedio del fútbol francés, sólo superado por Ibrahimovic).
La versatilidad de su juego y su habilidad con ambas piernas (los penaltis los tira con la derecha, pero los saques de esquina los saca con ambos pies dependiendo del lado) le permiten ocupar todas las posiciones del ataque. Bien sean los extremos o detrás del delantero, donde más está jugando en las últimas semanas.
Cada vez que recibe el balón, imprime una velocidad mayor a los ataques. Ese ímpetu -que todavía no siempre domina- le hace enfrentarse a sus adversarios en inferioridad e ir sorteándoles con una habilidad pasmosa. Pese a su delgadez, su enorme zancada y potencia cada vez que arranca le hacen muy difícil de parar.
Recibir, encarar y ganar
Ousmane Dembélé recibe el balón con una idea en la cabeza: acercarlo a la portería rival. Hace falta sólo un toque para ver que es especial. El francés da sentido a sus acciones con el primer contacto con el balón, y es en ese momento cuando ya empieza a ganar al rival.
Sus primeros toques son fantásticos, le marcan el camino. Esas primeras zancadas que da son las que le hacen sobrepasar rivales más fuertes que él como si fueran alevines. Evidentemente, también es una cuestión de calidad controlar el balón a esas velocidades y hacer sus recortes en seco, que empiezan a ser una marca registrada.
Esa superioridad en el inicio de la acción y su estilo atrevido de juego explican sus estadísticas con el regate: es el jugador de las grandes ligas que más regates exitosos promedia por partido (4,4) y con un porcentaje de éxito muy elevado (71%). Un estilo que encajaría a la perfección en el Bayern de este año, de más juego por bandas y desborde exterior.
Diamante por pulir
Ousmane Dembélé ha pasado del “va a ser muy bueno” al presente. El mejor indicativo para un futbolista que está empezando en el primer equipo es que ya se le mida con el mismo rasero que al resto, y ahí ya es el líder de su conjunto.
Pero queda mucho camino. A Ousmane Dembélé se le aprecian muchos puntos de mejoría: el primero, su habilidad para combinar. Su juego de encarar, driblar y repetir se vería beneficiado si mezclara con acciones de pases filtrados y paredes. Sus cinco asistencias vienen de acciones en carrera al espacio con muchos huecos y se echa en falta más capacidad para tocar en espacios reducidos (más aún para un jugador en la agenda de Barça o Bayern).
Además de la necesidad de incluir registros defensivos, actualmente está liberado de cualquier acción sin balón. El salto a un equipo grande le pediría un mayor compromiso defensivo, que estaría ligado a la necesidad de ganar físico para imponerse en los duelos cuando no tiene espacio para arrancar. Por último, debe tener la cabeza más fría para no precipitarse a la jugada individual, algo lógico por su edad, y lo que más fácil se aprende con los años.
Ousmane Dembélé es la nueva joya del fútbol europeo y es inevitable hablar de él en futuro debido al interés de los grandes, pero ya es presente.