La vida ha cambiado mucho para Jürgen Klinsmann. En una década ha pasado de ser el regenerador de la rígida Alemania a ser cuestionado en Estados Unidos. El que marcara el camino para el éxito alemán no puede en un grupo con Trinidad y Tobago, San Vicente y las Granadinas y Guatemala camino al Mundial 2018. El fútbol, la vida.
El crédito de Jürgen Klinsmann se agota entre tiranteces internas y mal juego. Él comienza a retar a periodistas, aficionados e incluso la MLS como si pudiera seguir en el cargo sin todos ellos. Mientras, sus detractores piden su despido como si tuvieran otra alternativa mejor. Ambas partes se necesitan pero se niegan el saludo.
Klinsmann frente al espejo
Jürgen Klinsmann fue el encargado de despertar a Alemania para su propio Mundial en 2006. Recogió un equipo en pedazos en 2004 y se marchó dejando claro el estilo, rejuveneciendo la plantilla y con el tercer puesto en 2006. Razones por las que la Federación estadounidense le firmó como seleccionador y posteriormente le añadió el cargo de Director Técnico. Tocaba repetir el milagro.
Estados Unidos recibía a Jürgen tras ser goleada por México en la final de la Copa de Oro de 2011 y fracasar en el Mundial previo. El objetivo era aprovechar el crecimiento de la MLS y dar una entidad a la selección: “Vengo para cambiar el estilo de juego y los conceptos del fútbol estadounidense”. Han pasado casi cinco años y el objetivo de “alcanzar las semifinales en el Mundial de 2018” está en entredicho.
Tras 82 partidos dirigidos y casi cinco años como seleccionador su bagaje es un título de Copa Oro en 2013, alcanzar los octavos en el Mundial de 2014, un cuarto puesto en la Copa Oro de 2015 y una irregular fase clasificación para 2018. Estados Unidos no es una potencia mundial pero no tiene excusas. El caso es que si la Federación quería dar el salto definitivo con Jürgen Klinsmann debe ser frustrante ver como lo años pasan y todo sigue igual respecto a sus predecesores.
Y quien dice igual puede decir peor. Jürgen Klinsmann consiguió que 2013 y 2014 fueran años positivos para Estados Unidos. Esa ilusión de “semifinales en 2018” llegó tras alcanzar los octavos en 2014, en un grupo difícil (Ghana, Portugal, Alemania y EEUU) pero más sobre el papel que en el campo. Un rendimiento bueno pero nada que no hubiera experimentado ya Estados Unidos.
Ese papel fue suficiente para que Jürgen Klinsmann fuese seleccionado entre los 10 mejores entrenadores del 2014. ¿Le habrían valorado así si en vez de Klinsmann hubiese sido Bruce Arena, nacido en Brooklyn y sin una brillante carrera como jugador? De momento está lejos de igualar los registros de Bruce Arena o Bob Bradley, que consiguieron llevar a la selección al podio en las Copa Confederaciones mientras que el alemán no consiguió ni el pase a dicho torneo.
Guerra interna
Tras el buen papel en el Mundial 2014 se comenzó a buscar jóvenes talentos a toda costa. Cualquier europeo con opciones de nacionalizarse estadounidense tenía su oportunidad. De esta forma llegaron canteranos del fútbol europeo sin experiencia a la selección antes de los que destacaban en la MLS. Benny Fielhaber, héroe en la final de la Copa Oro 2007 estalló tras ser obviado por Klinsmann pese a optar al MVP de la MLS en 2015: “No importan las actuaciones en el campo, en mi caso estoy en el mejor momento de mi carrera y sé que no volveré a ir con la selección. Jürgen prefiere algún joven en el extranjero que pueda llegar a ser importante en vez de los que destacan aquí. No es sólo mi caso, mira a otros jugadores como Dax McCarty o Sacha Kljestan”.
Mientras, en las categorías inferiores del combinado nacional la federación se relacionaba con agentes de clubes europeos y les aconsejaba a espaldas de las academias formativas de la MLS. El presidente de Seattle Sounders se mostró contundente: “Estamos realizando una fuerte inversión en la cantera pero no podemos competir a nivel global y si esto sigue así tendremos que replantearnos ese dinero destinado a formación”. La realidad es que la intención de exportar talento parece la opción lógica ya que la formación fuera de Estados Unidos es de mayor nivel pero la manera de gestionarlo ha puesto al seleccionador en el filo.
Esta polémica está tapando los puntos positivos de su papel como seleccionador y director técnico, en especial la unificación de juego de las categorías inferiores y la coordinación y planificación para gestionar talentos jóvenes, algunos han dado resultado pronto como DeAndre Yedlin, Jordan Morris y Matt Miazga. Ellos deben ser sus líderes en 2018 pero a día de hoy no pueden cargar con el peso de la selección sobre sus hombros.
El interés de Jürgen Klinsmann por encontrar talento joven y promover la salida de los mejores jugadores de la MLS ha jugado en su contra, se ha centrado tanto en mirar a Rusia 2018 que ha olvidado que depende del presente. La realidad es que su plan se sostiene por los mismos nombres que hace años: Tim Howard en la portería, Michael Bradley en el medio, Clint Dempsey y Jozy Altidore arriba. Y que muchos de esos jóvenes en el extranjero han frenado la progresión de otros jugadores no tenidos en cuenta por estar cerca de la treintena. Al priorizar por el futuro Klinsmann está tensando la cuerda y el hilo parece fino, no sólo por la clasificación al Mundial que será fácil de encarrilar, sino de cara a la Copa América que alberga Estados Unidos este verano.