Ocho años y cuatro meses después de convertirse en primer entrenador del FC Barcelona, Xavi Pascual ha podido vivir su último partido en el banquillo del club. Tras otra temporada sin títulos de enjundia, segunda consecutiva, las voces que claman su salida de la entidad azulgrana durante los últimos veranos podrían ser escuchadas al fin. Los rumores de fin de ciclo son constantes desde hace meses, con Joan Plaza ganando cada vez más fuerza como posible nuevo técnico. Sin embargo, la derrota en la final de la ACB ante un Real Madrid muy superior podría ser la gota que colmase el vaso con Pascual de forma definitiva.
Como buen ingeniero, el preparador natural de Gavá ha sido capaz de construir unos cimientos sólidos para la identidad del Barça durante su etapa al frente del club. Sin embargo, la pujanza de su estilo defensivo y controlador del ritmo de los encuentros ha ido perdiendo fuelle con el paso de los años. Para muestra, los numerosos puntos encajados entre los cuatro partidos de esta final: 99, 90, 91 y 91. El conjunto azulgrana ya no es tan imprevisible como antaño, y sus rivales han aprovechado la circunstancia.
No sólo a nivel doméstico, donde la Copa también trajo sinsabores con una sorprendente derrota en cuartos de final ante el Bilbao Basket. La eliminación en los playoffs de la Euroliga todavía escuece, y mucho, en Barcelona. Sobre todo, por el cómo, ya que Pascual y sus hombres arrebataron el factor cancha al Lokomotiv Kuban ruso y pudieron clasificarse para la Final Four en el Palau Blaugrana. Sin embargo, el tropiezo en el cuarto encuentro hizo que las dos victorias consecutivas del Barça en la serie acabasen no sirviendo de nada tras perder el quinto y decisivo partido en Rusia.
Así, la Supercopa conquistada en octubre queda como único título azulgrana del curso. Sin duda, poco premio para unas vitrinas que venían de padecer un año en blanco (sin contar las intrascendentes ligas catalanas). Exhiben como último trofeo importante la ACB lograda en 2014, y ya se sabe que, en el terreno deportivo, dos años son muchísimo tiempo. Lejos parecen quedar ya aquellas campañas en las que el Barça dominaba al Madrid a su antojo. Las tornas, cambiantes en las últimas temporadas, favorecen ahora a los blancos.
El reinado del basket control
Que la primera (y única) experiencia de Xavi Pascual al frente de un equipo de primer nivel se haya dado en el Barça no quiere decir que no tuviese un bagaje previo. Tras pasar por el baloncesto base y las ligas FEB dirigiendo a distintos conjuntos catalanes, la entidad azulgrana le captó para coordinar su cantera y dirigir al equipo EBA. No tardó en acercarse a los profesionales como ayudante de Dusko Ivanovic durante dos temporadas y media. Realmente, Pascual era todo un enamorado del baloncesto.
Por eso, el club no pudo escoger un día mejor para convertirle en el máximo responsable del banquillo tras la destitución del técnico montenegrino: 14 de febrero de 2008, día de San Valentín. Se le designó como interino mientras se buscaba a un entrenador de mayor nivel. Quién le iba a decir a Pascual que aquel cargo en teoría provisional acabaría perteneciéndole en exclusiva durante años.
Se lo ganó desde el primer día, llevando al equipo hasta el subcampeonato liguero cuando nadie confiaba ya en que el Barça enderezase el rumbo. La vuelta de Juan Carlos Navarro de la NBA tan sólo fue la punta de lanza para volver a conquistar la ACB en 2009, tras cinco años sin ganarla. El triple de Basile en el primer partido de la final abrió el camino para que una plantilla con grandes nombres (Lakovic, Andersen, Fran Vázquez, Ilyasova) empezase a demostrar todo su potencial.
El culmen del 'pascualismo' llegaría, a todas luces, en el curso 2009-2010. La conquista de la segunda Euroliga azulgrana en París ante el Olympiacos lo eclipsó todo, pero también cayeron la Supercopa y la Copa del Rey. Aquel Barça tenía un auténtico equipazo, marcado por fichajes como los de Ricky Rubio, Erazem Lorbek, Pete Mickeal o Boniface Ndong. Con ellos, llegaron las recordadas victorias de escándalo un partido sí y otro también ante el entonces Real Madrid de Messina.
No todo fueron alegrías, ya que la primera gran mancha de Pascual como técnico azulgrana también se gestó esa campaña: la derrota en la final de la ACB ante el Baskonia, con el célebre dos más uno de San Emeterio para poner un decisivo y contundente 0-3 en la eliminatoria. Al año siguiente, sí habría triplete doméstico: Supercopa, Copa y Liga. Sin embargo, al Barça estaba a punto de salirle un duro competidor.
Porque, al curso siguiente, el Real Madrid, ya con Pablo Laso como entrenador, volvió para quedarse. Y el Barça lo sufrió en sus propias carnes, perdiendo la final copera. Pascual y los suyos se vengaron ganando la liga en junio (al inicio de curso conquistaron la Supercopa), pero algo había cambiado sin remedio. Todo lo que había subido (nueve títulos en los tres primeros años de proyecto) iba a empezar a bajar.
En 2013, sería el Madrid quien se haría con la liga, y la Copa quedó como único consuelo azulgrana. En 2014, nuevo cambio de papeles: la Copa sería para los blancos gracias al famoso triple de Llull y la liga tendría color azulgrana. Aunque lo peor aún estaba por llegar: un 2015 sin ningún título que llevarse a la boca ante el dominio incontestable del eterno rival (se llevó Supercopa, Copa y ACB, además de la Euroliga y la Copa Intercontinental).
Entretanto, el techo europeo de 2010 resultaba inalcanzable. El Panathinaikos eliminó al Barça en los playoffs de 2011, mientras que el Olympiacos se cobró su venganza en la Final Four de 2012. Aunque las derrotas más dolorosas también fueron a manos del Madrid, ganador de forma consecutiva en las semifinales continentales de 2013 (más igualada) y 2014 (victoria contundente). Además, en 2015 la Final Four también estuvo vetada (derrota en cuartos con el Olympiacos de nuevo como verdugo).
El runrún en torno a la continuidad o no de Pascual empezó a ser incesante. A ello contribuyó el interés del Maccabi israelí en hacerse con sus servicios o la escasez de títulos (tres de importancia en los últimos años). Joan Creus, mánager de la sección de baloncesto azulgrana, tampoco se libró de las dudas. Y, a pesar de los grandes nombres del equipo (Marcelinho, Tomic, Papanikolaou, Nachbar), las piezas no acababan de encajar del todo.
Especialmente sangrante resultó el fracaso del año pasado (a pesar de fichajes como los de Doellman, Satoransky o Pleiss). También la agria salida del ahora NBA Mario Hezonja, uno de tantos jóvenes que acabó sin encontrar su sitio del todo con Pascual (Todorovic, el propio Ricky Rubio, Rabaseda, Eriksson, Vezenkov e incluso Abrines). Ni siquiera jugadores más veteranos, como Carlos Arroyo o Pau Ribas, se han encontrado tan cómodos como esperaban en el sistema de juego azulgrana. Otros, como Lorbek, Sada, Ingles o Marcelinho salieron de puntillas de Barcelona.
El relevo generacional de un Navarro ya muy mermado por los problemas físicos tampoco ha sido resuelto en los últimos tiempos por el basket control de Pascual. Superado ampliamente por la pizarra de Laso en la final ante el Madrid, nada parece indicar que haya esperanzas para su permanencia en el Barça.
Ocho años y cuatro meses más tarde, el fin de ciclo se antoja ya irreversible para el técnico de Gavá. ¿Saldrá por la puerta grande o, como querrían sus detractores, por la pequeña? Teniendo en cuenta otros casos que se han dado en la historia azulgrana (Cruyff en el fútbol o Aíto y Pesic en el baloncesto), pueden apostar por lo segundo.