“La lesión de hace tres temporadas fue muy dura: una rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla. La gente pensaba que el baloncesto ya se había acabado para mí. Estuve nueve meses recuperándome e intentando volver al mismo nivel. Sabía que iba a haber dudas desde el principio por ese tipo de lesión, mi estatura, mi edad… Todo eran puntos en contra. Aquel año parecía que todo se iba al traste”.
Y, sin embargo, Jorge García (Córdoba, 1977) se recuperó del peor momento de su carrera y acabó regresando a las canchas. Una sorpresa para sí mismo, para unos entrenadores que “esperaban que estuviese un poquito más mermado” y, en definitiva, para todos. Tras su vuelta al baloncesto y a la LEB Oro, conseguiría dos ascensos consecutivos a la ACB (para un total de siete en su carrera, que le convierten en el jugador que atesora más promociones a la máxima categoría) con el Autocid Burgos.
Ahora, en el nuevo club burgalés de la segunda división de nuestra canasta (San Pablo Inmobiliaria) y al borde de los 40, su leyenda no deja de crecer. Si Burgos arrebata la Copa Princesa al Unión Financiera Baloncesto Oviedo este viernes (18:00, Gol Televisión), García sumará un hito más al que ya es el mejor palmarés histórico de la LEB Oro: más de una decena de títulos a lo largo de 16 temporadas, incluidas tres Copas (curiosamente, todas ellas separadas por cuatro años de diferencia: 2005, 2009 y 2013. ¿Seguirá la tradición este 2017?).
No contento con esto, el cordobés también es el jugador con más partidos disputados en la liga desde el pasado octubre, cuando superó a otro mito, su amigo Julio González. Con 489 encuentros, 11.345 minutos, 4.843 puntos, 1.930 rebotes y 4.326 puntos de valoración a sus espaldas, García sigue presentando unos números más que decentes para su edad: 5,8 puntos, 2,2 rebotes y 0,6 asistencias de media en sus 15 minutos de juego por partido. ¿Cómo ha sido el camino hasta la eternidad de la leyenda oculta del baloncesto español? Lo repasamos junto al propio Jorge.
De canterano del Madrid a debutar en la ACB
“Empecé a jugar con 12 años. Era bastante malo, pero sí alto. Tuve que entrenar bastante para intentar entender un poco cómo se jugaba”. Para Jorge García, todo empezó en Córdoba, bajo la tutela del entrenador José María Muñoz, del que guarda muy buen recuerdo. Su primera gran oportunidad baloncestística llegó cuando el Real Madrid, a los 13-14 años, le fichó a través de una Operación Altura.
Aquel “sueño hecho realidad” le llevaría a convertirse en campeón de España juvenil y a conocer a Ángel Jareño, en su día segundo entrenador del equipo blanco y con el que hubo 'feeling' desde el principio. Pero, tras cuatro años en la capital, los minutos empezaron a escasear para García y le tocó “el paso por el desierto”, como él mismo lo denomina. Tuvo que irse al Marbella (EBA) y despedirse del sueño de triunfar en el Madrid, como tantos otros canteranos del club.
Poco después, Jorge sería profeta en su tierra con el Cajasur, el equipo cordobés con el que debutó en la LEB en la temporada 96-97. “Conseguí ser el primer jugador que iba a la selección española sub22 y también estuve en la temporada en la que se logró la mejor clasificación de la historia del club”, rememora sobre aquella época. La ACB no tardó en llamar a su puerta de la mano del Recreativos Orenes Murcia.
Como “no sabes si la oportunidad te va a volver a llegar o no”, García aceptó el desafío y debutó en la máxima categoría un 27 de septiembre de 1998, curiosamente contra el Real Madrid. En ocho minutos, anotó tres puntos y capturó dos rebotes ante su exequipo, “un subidón” para él. Pero, a los ocho partidos de llegar a Murcia, fue cortado. “No jugaba lo suficiente y tampoco los resultados cuajaban a nivel de grupo. Decidí irme yo”, recalca. Jorge no lo sabía, pero estaba a punto de descubrir su segunda casa: Alicante.
El rey de los ascensos
A las órdenes del hoy entrenador del Tecnyconta Zaragoza, Andreu Casadevall, García logró su primer ascenso a la ACB con el Lucentum en el curso 99-00. Aún hoy, lo considera el mejor momento de su carrera. “Éramos bastante jóvenes, fue algo casi inesperado. Conocí a mi mujer y ascendí con jugadores que luego han tenido bastante trayectoria, como Calderón”, rememora. Tras otro paso por la cúspide de nuestra canasta en el que sufrió un descenso pero sintió “que podía jugar en esa liga”, León fue la próxima parada del cordobés de vuelta a la LEB.
Tras dos temporadas a un muy buen nivel individual y de gran acogida tanto por la afición como por el club, quedó la “espinita clavada” de no subir. Sí lo conseguiría con el Bilbao Basket en 2004. Fue el primer ascenso a la élite de “un club relativamente joven y que había ido subiendo poco a poco”, aunque García no jugó en ACB con el equipo vasco.
Sí lo hizo con el Fuenlabrada, al que ayudó a ganar la Copa y, de nuevo, a alcanzar la mejor liga de baloncesto española un año después de lograrlo con Bilbao. Fue su etapa más larga en la cima de nuestra canasta: tres temporadas consecutivas. “Allí conseguí bastantes cosas en cuanto a resultados colectivos y de forma individual. Fui al concurso de triples de la liga, por ejemplo. Les di parte de lo que me dieron a mí ellos”, recuerda Jorge.
Después, con 32 años y viendo “que se podía acercar el final”, regresó a Alicante tras “una llamada que no podía rechazar”. De nuevo en la LEB Oro, logró su último ascenso deportivo consumado. El club logró la permanencia en la ACB en 2010, pero García decidió bajar de escalón otra vez con acierto.
Primero, vivió su segunda etapa en León, cuando “todavía era un jugador bastante importante dentro del equipo” y junto a buenos amigos como Juanjo Bernabé y Julio González. Después, ayudó al Basket Navarra a conseguir su mejor resultado histórico en liga (terceros), reencontrándose con Ángel Jareño. De paso, Jorge hizo sus pinitos como entrenador en las categorías inferiores de este último club. Haría lo mismo en Burgos, otro de los equipos y lugares clave de su carrera.
A pesar de la dura lesión sufrida en noviembre de 2013 y del varapalo de lograr tres ascensos seguidos sin continuidad en los despachos (dos de ellos como campeón liguero), García sólo tiene buenas palabras para su estancia en tierras burgalesas. Acabó allí gracias a otro viejo conocido: Andreu Casadevall. “Pensaba que podía darles estabilidad tanto dentro como fuera de la pista al ser yo un jugador veterano y hecho. También ya siendo un poco más secundario, simplemente ayudando cuando hiciese falta”, cuenta.
Ser campeones de liga la temporada siguiente a su lesión y poder levantar esa copa como capitán fue algo impagable para García por su trabajo previo para acabar disfrutando de ese momento. “Puede servir de ejemplo tanto para el baloncesto como para la vida”, asegura.
Esta no es la LEB Oro que yo conocí
Jorge decidió volver tras sus pasos por enésima vez en su carrera después de descender a la LEB Plata con Lleida el curso pasado. Y no se equivocó. Pasaron los años, evolucionó de escolta a ala-pívot y su importancia en la cancha fue decreciendo poco a poco. No obstante, en Burgos, adonde volvió esta temporada, sigue sintiéndose realizado y, sobre todo, continúa disfrutando al máximo del tiempo que le pueda quedar en las canchas.
Lo que no le hace disfrutar tanto es la situación de una LEB Oro que ha ido perdiendo caché a pasos agigantados. A nivel deportivo, “antes eran los americanos los que daban la calidad a los equipos”. Ahora, “se ficha a jugadores extranjeros muy jóvenes que no conocen la liga y que no tienen todavía ni la experiencia ni los partidos necesarios para ser referentes”.
A nivel económico, “han bajado muchísimo los presupuestos y los contratos por la crisis. Jugar es relativamente más fácil, pero hace falta un aporte de amor y de ilusión por el baloncesto. A veces casi no te conviene jugar. Hay que vivir y trabajar, muchos jugadores se lo están pensando a la hora de seguir jugando”, se resigna García.
Por eso, Jorge considera que la liga necesita “una profunda reestructuración”. “Hay que ver si quiere convertirse en una liga de jugadores semiprofesionales que trabajen o estudien mientras están jugando o en una competición más profesional, de dedicación exclusiva y con un sueldo que permita subsistir. Los jugadores que están hoy aquí son los que van a estar mañana en la ACB, sobre todo los españoles. Los jóvenes se merecen una oportunidad para mejorar en una liga que realmente sea un escaparate”, advierte.
También le gustaría que se solucionase la carencia de ascensos a la máxima categoría, con muchos de sus componentes manteniéndose “a pesar de no tener las cuentas saneadas y de seguir bajando los sueldos”. Así, “los equipos de LEB Oro que están haciendo las cosas bien se topan con un techo que no da más” y, al final, “o lo dejas o haces un equipo para disfrutar del baloncesto pero sin ninguna expectativa”.
Pero Jorge García y la canasta aún no pueden separarse. Se lo impiden sus hijos, que le dicen que no se puede retirar hasta que juegue contra ellos, como cuenta entre risas. También una competitividad extrema, que le ha llevado a intentar “lograr lo máximo en cada club en el que he estado para ponérselo difícil en caso de que ascendiéramos”. ¿Lo logrará de nuevo? ¿Su legado aún no ha dicho la última palabra? Por él no quedará y, aunque acapararía más focos “si la LEB Oro estuviera mucho más arriba de lo que está”, nunca dejará de sentirse reconocido.
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