El favoritismo hay que ganárselo en la pista. Y eso suele ser lo más difícil. Lo fácil era decir que el Valencia Basket se iba a llevar esta final española de la Eurocup ante Unicaja. Había que trasladar la teoría a la práctica y eso, desde luego, no era nada sencillo. Por mucho que el marcador señalase un +11 tras el tercer cuarto, y un +13 en pleno último acto, en baloncesto no hay nada escrito hasta el bocinazo. Así se explica el milagro malagueño: en un abrir y cerrar de ojos, los visitantes anularon por completo al conjunto taronja y, con un increíble parcial de 4-20, levantaron la copa. Ni los propios jugadores verdiblancos se lo creían, pero sí: son campeones de Europa [Narración y estadísticas: 58-63].
El “Fontetazo” fue de aúpa. Nadie se esperaba un desenlace así, y menos según se había desarrollado el tercer y decisivo partido. Con Valencia controlando prácticamente todo el encuentro desde que Dubljevic saltó a pista, con Sastre como mejor escudero, por la cabeza de todos sólo pasaba la cuarta Eurocup local. Tanto llegaron a gobernar el encuentro los hombres de Pedro Martínez que el gran inicio visitante, con hasta ocho puntos de ventaja, pasó desapercibido.
Craso error. Fue entonces cuando Unicaja empezó a ganar el partido. Desde la madurez de Alberto Díaz, MVP de este segundo título europeo de su club y graduado definitivamente con el desempeño mostrado en esta final. Apenas apareció tras esos primeros minutos tan incisivos, que valieron oro. Los momentos estelares, los de la remontada, fueron para otros dos jugadores españoles que se lucieron en el mejor momento posible: el capitán Carlos Suárez y Dani Díez.
Ninguno de los dos dejó de creer cuando peor dadas venían, ya en la segunda parte y con San Emeterio y Van Rossom dejando al Valencia Basket aún más convencido de su superioridad. Suárez se agarró al rebote para olvidar cuanto antes la descalificación de Alen Omic, que pudo ser fatal para los intereses de Unicaja y acabó resultando todo un acicate. Díez sobresalió a base de triples desde un perímetro que tenía reservado otro momento de cénit para un Jamar Smith desaparecido hasta entonces. Como en el segundo partido, el norteamericano volvió a ser clave a la hora de la verdad.
De forma inexplicable, los fallos y los nervios que habían pertenecido al conjunto andaluz durante casi todo el duelo se trasladaron a las filas locales. Definitivamente, la tángana que dio con Omic en los vestuarios supuso todo un cambio de chip en uno y otro bando. Jeff Brooks, otro pilar malagueño en la serie, tampoco quiso perder la ocasión de ser importante en la remontada: Rafa Martínez todavía está en shock después de ese tapón recibido a 17 segundos del final. Y, con los tiros libres marcándolo todo, Nemanja Nedovic no perdonó a su exequipo.
Valencia Basket se confió y lo pagó caro. Con casi todo a su favor, era muy difícil no contagiarse del optimismo reinante a su alrededor. Sin embargo, la relajación fue obscena. Darle la oportunidad de despertar y ganar el título a un equipo que venía de superar los cuartos de final y las semifinales con factor cancha adverso terminó siendo toda una condena. Una demasiado dura después del mazazo de otra final, la de Copa, pero así son los designios del baloncesto: nueva tángana, más nervios, mucho sudor (hasta Plaza tuvo que salir a secarlo), un título que viaja a Málaga y una clasificación para la Euroliga de la que Unicaja nunca debió salir.