1993, Perugia, Italia. Unas pioneras con las que nadie contaba logran el primer oro europeo de la historia del baloncesto femenino español. Blanca Ares, Wonny Geuer, Marina Ferragut, Betty Cebrián, Mónica Messa y compañía pasan a la historia para siempre. 2007, Chieti, otra vez Italia. La selección, comandada por Amaya Valdemoro, Laia Palau y Anna Montañana, está a punto de derrotar a la todopoderosa Rusia en el duelo por la supremacía europea. 2013, Orchies, Francia. Alba Torrens, líder de una generación que empieza a asomar, y Sancho Lyttle, clave en la primera medalla mundialista tres años atrás (bronce), vuelven a convertir a las chicas en reinas de Europa para dar el mejor adiós posible a Valdemoro y Elisa Aguilar. 2017, Praga, República Checa. Un oro europeo, una plata mundial, un bronce continental y una plata olímpica después, España regresa a la final del Eurobasket (este domingo a las 20:30 contra Francia, que derrotó a Grecia por 55-77). Y no con una meta cualquiera: en busca del tercer baño dorado.
Emma Meesseman, máxima anotadora y jugadora más valorada del campeonato, no encestó sus dos primeros puntos hasta el tercer cuarto. Con este simple dato, queda claro que España, un partido más, realizó su trabajo de forma excelente. Y otro apunte a tener en cuenta: Bélgica llegaba invicta a semifinales. Poco importó, porque las nuestras pasaron por encima del equipo revelación del campeonato. Desde el minuto uno hasta el 40, quisieron más el triunfo y, por consiguiente, llegó la cuarta final europea del baloncesto femenino español (68-52).
Casi todos los focos los acaparó Alba Torrens. Qué Europeo de MVP el suyo. Juega como quiere y las mete de igual manera, con una seguridad inhumana desde el triple. Estamos ante una de las grandes estrellas ofensivas de la canasta femenina, de eso no cabe duda. Y no sólo eso. ¡Cómo rebotea también la mallorquina! Está en un estado de forma tal que invita a la comparación con Llull. ¿Por qué? Porque ella también ha dicho 'no' a una WNBA que la espera con los brazos abiertos desde hace años.
Territorio que ya conoce bien Marta Xargay, fundamental en el gran arranque de partido español. Y Anna Cruz, que se puso seria por dentro para no perdonar ni un rechace. También Sancho Lyttle, ya menos incisiva en ataque que al principio del torneo pero igual de poderosa al rebote. Qué buena compañera de pintura tiene en Laura Nicholls. La santanderina tendrá menos nombre que algunas de sus amigas de la selección, pero no menos corazón. Eso les sobra a todas. Concentradas al máximo en defensa, lograron que las belgas no pudiesen soltarse en ningún momento.
Pero la química de equipo no sólo se vio reflejada en la intensidad mostrada atrás (23 pérdidas de Bélgica), sino en las asistencias. El repaso también fue serio en ese sentido. Quedó para la posteridad un pase de birlibirloque de Laia Palau a Nicholls. El mejor resumen posible de lo que fue el partido: un disfrute casi absoluto de España. Ni siquiera hizo falta que ninguna de las pupilas de Mondelo lograse, salvo Torrens, dobles cifras anotadoras. Con impedir que lo consiguiesen las rivales (sólo se libró Vanloo), ya bastó.
Bélgica intentó tirar de casta en algunos momentos del duelo, como ya hiciese Letonia en cuartos. Pero no sirvió de nada. En cuanto las Delaere y Mestdagh de turno intentaron revertir su dinámica negativa, España se puso todavía más seria y cortó las alas de unas jugadoras que prometen volver con más fuerza en próximos veranos. Por enésima ocasión, este grupo de 10 en lo deportivo y en lo humano creyó a pies juntillas en lo que hacía y finiquitó los deberes de manera impoluta. Ni un pero: ataque arrollador, defensa inquebrantable, cabeza fría y corazón ganador.
Es difícil que esta generación deje pasar la oportunidad de llevarse el que sería su segundo oro europeo tras el cosechado en 2013. Esté quien esté enfrente, parece complicado que alguien pueda igualar el deseo de estas chicas. Se fueron a Praga sin lanzar las campanas al vuelo y, sin querer queriendo, vuelven al lugar que les ha correspondido en los últimos años: la más indiscutible de las élites.
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