La bocina de posesión tronó una y otra vez en el Polyvalent Hall de Cluj-Napoca. Tal era la extenuante defensa de la selección española. Un monstruo había venido a ver a los checos, sin ningún tipo de compasión. La misma hambre que ante Montenegro, con una intensidad a prueba de bombas, espoleaba a España. También en ataque, con otra exhibición ofensiva digna de partido sentenciado, otra vez, en la primera mitad. Y casi sin despeinarse, para predicar con el ejemplo de Pau Gasol, de una productividad sigilosa a la par que efectiva en cada minuto que pasa en pista [Narración y estadísticas: 56-93].
El mejor jugador de la historia del baloncesto español no se cansa de subir Everest baloncestísticos día sí y día también. Toda su clase se concentró en 22 puntos tan sólo en la primera mitad (26 finales), uno menos que todos los de la República Checa en esos 20 primeros minutos. Pau hace lo que quiere y como quiere cuando viste el '4' de la selección. Esa camiseta suya bien podría ser la túnica de un auténtico dios, porque todos, sin excepción, parecen mortales a su lado cuando activa el modo Olimpo. Con esas hechuras sobrehumanas, difícil que algún tiro suyo no bese el aro o que los rebotes a su alcance se le escapen de las manos.
Nadie cuestiona al mayor de los Gasol. Y menos cuando juega con España. La situación es radicalmente distinta cuando hablamos de Ricky Rubio, sobre todo en los últimos tiempos. Siempre hay algún hater preparado para atizarle, en especial en lo que respecta a la vertiente ofensiva. Sin embargo, los aplausos están ganando a las críticas, y por goleada, en lo poco que llevamos de Eurobasket. El nuevo jugador de los Utah Jazz pasa por un momento dulce: ¡hasta los triples le sonríen! 14 de los primeros 23 puntos de España le pertenecieron (acabó con 17). Suyas fueron también cinco asistencias.
Tomas Satoransky, que se las prometía muy felices tras la primera jornada, tuvo que sentir mucha envidia (sana) de los bases españoles este sábado. De todo el equipo contrario en general. Más que anulado, tuvo que resignarse a ver cómo la valoración de España subía y subía sin que la suya y la de sus compañeros encontrase salida a tremenda humillación. Ninguno de los jugadores españoles se quedaba sin aportar algo, cualquier cosa por pequeña que fuera, en su tiempo en cancha. Normal que no sea descabellado tildar a los hombres de Scariolo de USA del Viejo Continente.
Sí, los nuestros también minaron la moral de los checos, que duró lo que a Kriz le dio por tirar del carro recién iniciado el partido. Después, caída libre sin frenos y sin fondo que pudiese atisbarse. Cuando no golpeaba Marc Gasol, lo hacía Willy Hernangómez. Y si no, su hermano Juancho. Oriola también se está graduando. Y Sastre. Nadie desentona, porque, desde luego, San Emeterio y Sergio Rodríguez no lo hacen. Tampoco Navarro, que se está reciclando a lo grande en lo que va de Europeo. Definitivamente, todos aportan. Así es muy fácil hacer olvidar cualquier tipo de baja: las previas al campeonato y la de Abrines, que no jugó por precaución tras el golpe que sufrió en el debut.
Lo que está claro, tras dos jornadas excelsas, es que esta España apunta a lo que quiera. Y más alto, hasta ahora, que ninguna otra selección de este Eurobasket. Rumanía, el lunes, será el siguiente escollo en el camino. Antes, un alto. Sin regodearse demasiado en la perfección rozada hasta la fecha. Pero sí pensando en cómo mantenerla e, incluso, mejorarla.