21 de mayo de 2017. En pleno encuentro por el tercer y cuarto puesto de la Final Four de la Euroliga entre Real Madrid y CSKA de Moscú, Pablo Laso abronca a Luka Doncic en el banquillo. Influido por el mal papel de los blancos en Estambul y por su juventud (a pesar de esos 18 tan bien llevados), a la perla eslovena le brillan los ojos: están llorosos. Gustavo Ayón lo percibe e intenta consolar a su compañero. El niño va a marcar una época, pero es humano.
17 de septiembre. Cuatro meses después de uno de los momentos más bajos de su corta carrera, Doncic vuelve a pasarlo francamente mal en uno de los banquillos del Sinan Erdem Arena. En plena final del Eurobasket, otra vez en Turquía, ha tenido que salir de la pista tras una torcedura de tobillo inoportuna y fea. Se le ha caído un jugador serbio encima y no puede evitarlo: llora de nuevo.
Aunque sus lágrimas son de dos tipos. Primero, de tristeza, porque Luka no ha podido participar del momento más importante de la historia del baloncesto esloveno desde mediados del tercer cuarto. Después, para su suerte, de alegría. Porque, en una de las mayores sorpresas de siempre en la canasta europea, su país se hace con el oro continental. Al caído Doncic ya le duele menos la lesión e incluso deja que sus compañeros le lleven en volandas, cual paso de Semana Santa, en la celebración.
Su partido tampoco estaba siendo tan brillante como otros antes de tener que abandonarlo. Y, a pesar de todo, logró ocho puntos, siete rebotes y dos asistencias en 23 minutos. Antes del percance, por cierto, un 'recadito' de los suyos: el crío campó a sus anchas de pista a pista para machacar el aro con toda la insolencia que le salió del alma.
Ya brilló ante España en semifinales (11-12-8) y, sobre todo, contra Letonia en cuartos (27-9-1). Ahí intentó quitarse de encima un 'gafe' con la sede tanto de la fase final del Eurobasket como de la Final Four que ha vuelto a afectarle, aunque en menor medida, ahora.
Lo de mayo fue bastante peor: -5 de valoración en la semifinal contra el Fenerbahçe (dos rebotes y tres asistencias, 0/6 en el tiro), el partido que importaba; seis puntos, cuatro rebotes y dos asistencias en la intrascendente final de consolación. Eso sí, a Doncic, esta vez, sólo le ha frenado la mala suerte. Sin la adición, en este caso, del escenario.
Ahí le tienen: campeón de Europa cuando otros, a su edad, aún no tienen ni carrera universitaria. Menuda graduación. Hasta, con la calma del veterano que casi siempre parece ser, Luka no dudó en reconocer que “en una o dos semanas” estará totalmente recuperado de su problema físico. Ese que hizo un tanto agridulce el enésimo triunfo precoz de una carrera que avanza a pasos agigantados.
Uno que no necesitaba graduarse, a estas alturas de la película, era Goran Dragic. No por su trayectoria, de suficiente caché como para tenerle un cierto respeto. No por su historial en este Eurobasket, con anotaciones de 20 o más puntos en siete de sus nueve encuentros en el torneo. Y no por su espectacular final, que evocó a la protagonizada precisamente por el entrenador de Serbia, Djordjevic, en el duelo por el título continental de 1995.
'Sasha' acabó aquel partido contra Lituania con 41 puntos, nueve triples y, por supuesto, el oro colgado al cuello. Por su parte, la anotación de Dragic este domingo se quedó en 35. Su grandeza quedó ratificada tras una primera parte antológica: 26 puntos, cuatro rebotes, tres asistencias, 7/12 en tiros de dos, 2/2 en triples y 6/6 en tiros libres… ¡en tan sólo 16 minutos!
Su actuación para la leyenda tuvo hasta un punto dramático. Cuando el partido agonizó, Dragic también lo hizo. Le pasó factura su actuación tan sobrehumana, algo que Serbia intentó aprovechar en su beneficio para darle la vuelta a una final que había sido tan eslovena como Goran había querido. Pero su esfuerzo titánico no fue en vano: ahí estaban también Prepelic (4/8 desde el triple), Randolph, Nikolic y los demás para asegurar el triunfo.
El 'gafe' y la gloria se encontraron no sólo en la victoria eslovena, sino en el quinteto ideal del torneo. En él fue incluido Doncic, estelar durante las dos semanas de competición a pesar de su infortunio a última hora. Y, como MVP, Dragic, que se postuló para el galardón desde el minuto uno. Luka y Goran, de la mano, hicieron grande a su país y se hicieron grandes el uno al otro. Quién se lo iba a decir al Dragón cuando coincidió en el Olimpia de Liubliana con el padre de la criatura, Sasa, hace una década. Ahora ya no es el único que escupe fuego en Eslovenia.
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