“Me gusta el Barça. No puedo olvidar mi etapa allí, mi casa, mis experiencias en el Barça. Pero tengo una filosofía, y es que allí donde he triunfado nunca vuelvo”. Estas declaraciones de Svetislav Pesic a Libertad Digital parecieron sinceras en marzo de 2017: el entrenador serbio daba por cerrada su etapa en la Ciudad Condal. Y más en pleno alto en el camino de su trayectoria en los banquillos tras dirigir al Bayern de Múnich alemán.
Sin embargo, la vida te da sorpresas y, en ocasiones, obliga a desdecirse. Hace poco más de 15 días, Pesic seguía dando rienda suelta a su año y medio sabático. Pero, de repente, una llamada de Nacho Rodríguez cambió por completo su hoja de ruta: volvía a entrenar y lo haría en Barcelona. Quizá con la promesa, a su yo del futuro, de triunfar de nuevo allí.
Algo que ha tardado poco más de una semana en cumplir. Porque, contra casi todo pronóstico, un equipo tan a la deriva como el que heredó Pesic ha sido capaz de proclamarse campeón de la Copa del Rey cinco años después. Transformándose en un conjunto fiero y competitivo. En un Barça que realmente hace honor a su nombre, prestigio e historia. Todo gracias a estas cinco claves que ha traído consigo el regreso de uno de los hijos pródigos del banquillo azulgrana.
1. Conocer la casa y el entorno
Pesic no salió tan feliz como hubiese querido del Barça (desavenencias con un mito del balonmano patrio y entonces director general de las secciones azulgranas, Valero Rivera, en 2004). Tampoco había tenido demasiados vínculos con el club en todos estos años, más allá de algunas presencias en homenajes y partidos.
Sin embargo, nadie olvidaba ese histórico triplete de 2003, con la primera Euroliga del baloncesto culé como gran hito. Antes, cayó la Copa, al igual que ahora. Después, la ACB. Todo con una plantilla cargada de mitos: Bodiroga, Jasikevicius, Dueñas, Fucka, Navarro, de la Fuente… Pesic conocía de sobra la presión que el cargo de entrenador lleva implícita en el Barça. Y la receta para ganar, o al menos competir, a los mandos de este equipo.
Además, su experiencia en el baloncesto español era lo bastante amplia (Girona y Valencia Basket también le acogieron) como para confiar en una adaptación inmediata a su nueva idiosincrasia. Dicho y hecho.
2. Mano dura cuando es necesario
“Un jugador con tres coches en el garaje no va al rebote ofensivo”, dijo Pesic en su presentación. Era el primer mensaje para su vestuario: a él no le vale la ausencia de carácter. Una cualidad que apenas se vio durante la etapa de Sito Alonso, al que cada vez está más claro que los jugadores no querían. Ni escuchaban.
Con Pesic, la situación es distinta. Sus hombres saben que es un entrenador con un currículum de campanillas y le prestan la atención que merece. Han creído en su mensaje desde el primer momento y le aceptan como líder. Hay una autoridad marcada, y eso también queda claro con broncas como la que el técnico propinó a Adam Hanga en las semifinales coperas. La relación entre el vestuario y el coach ha cambiado para mejor.
3. Líderes reconocibles
Hasta hace nada, el Barça se movía a bandazos también en cuanto al protagonismo de sus jugadores. Muy diluido, nadie daba un paso adelante lo demasiado contundente como para que su reivindicación perdurase en el tiempo. Una situación que también ha cambiado en esta Copa, con un Barça en el que ha habido hasta tres grandes nombres propios: Thomas Heurtel, Pierre Oriola y Pau Ribas.
El primero ya había dejado muestras de que podía llevar las riendas del equipo en el pasado. Aunque no con tanta contundencia como en el torneo de Gran Canaria. Fundamental en cuartos y semifinales, su aportación bajó en la final. Y, aun así, también apareció con cierta incidencia entonces. La anotación y dirección de juego de Heurtel han sido imprescindibles.
Con Oriola empiezan a acabarse los adjetivos. Su crecimiento no deja de sorprender año tras año. Si ya hizo una Copa soberbia con el Valencia Basket en 2017, la de este año como jugador azulgrana aún ha sido más contundente. Es todo un joven con mentalidad de veterano: productividad y energía contagiosas durante cada minuto que pasa en la cancha.
Por último, otro concurso excelso ha sido el de Ribas. Tras causar baja durante casi toda la pasada temporada, en esta Copa ha demostrado que, si está sano, puede volver a ser el escolta que enamoró a nuestra canasta no hace tanto. 2015, sin ir más lejos. Su explosividad en el perímetro es de las que gana partidos y, sobre todo, competiciones.
4. Recuperaciones provechosas
El duelo ante el Madrid en la final (sobre todo) sirvió para que al menos otros tres jugadores adquiriesen una confianza muy necesaria y que Pesic debería seguir explotando. Es el caso de Ante Tomic, que volvió a asemejarse a la estrella interior que fue en otras temporadas. Hacer sangre contra su exequipo sirvió para que recuperase un foco que nunca tendría que perder.
También destacó la resurrección de Adam Hanga, que se pareció al alero que explotó en el Baskonia cuando días atrás se había llegado a dudar de su adaptación al Barça. E incluso la de Rakim Sanders. Después de entrar y salir de las convocatorias de Sito Alonso sin ton ni son, puede que por fin haya encontrado su sitio. Fue imprescindible para llevarse la Copa gracias a su aportación tanto ofensiva como defensiva en el partido decisivo.
5. Lo más importante: consistencia
La mejor noticia para el Barça desde el cambio de entrenador. Desde que este se produjo, el equipo ha mostrado más hambre que el rival en todos sus partidos. Ocurrió contra el Bilbao Basket en liga y también ante Baskonia, Gran Canaria y Madrid durante la Copa.
¿Hubo momentos comprometidos en las islas? Claro, pero todos ellos se solventaron a favor con creces. Algo que no ocurría no hace tanto (¿habrían sofocado los azulgranas la remontada madridista, por ejemplo, con Sito Alonso al frente?) y que quizá sea lo más positivo del cambio de aires que ha traído Pesic: actitud, trabajo y, por primera vez en mucho tiempo, alegría.
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