Sarunas Jasikevicius será el nuevo entrenador del Barça. El lituano, que ha pasado cuatro temporadas en Zalgiris, ha firmado por 3 años, aunque la ruina en la que se ha convertido la sección de baloncesto del cuadro culé no le asegura eso ni al mismísimo Greg Popovich.
El exjugador del Barcelona no es Popovich aun, pero sí es uno de los entrenadores con mayor talento y mayor futuro del baloncesto europeo, y, sobre todo, es un hombre disciplinado, duro y con arrestos. Con una personalidad casi indomable que usará como mejor arma para ponerse al frente de un vestuario de oro sumido en el caos.
Todo hace indiciar que con la llegada de 'Saras', el Barça apuesta de una vez por una idea fija, por un proyecto continuado y prolongado en el tiempo que a una plantilla diseñada a golpe de talonario que no ha hecho si no multiplicar las miserias de una sección a la que le comen las telarañas de la sala de trofeos.
Mano dura y mucho talento
Sarunas Jasikevicus era un jugador muy temperamental. Aguerrido, nunca rehuía un contacto o una batalla, de esos que llaman valientes dentro de la nobleza del juego. Amante de las calderas a presión, se crecía cuando todo estaba en contra y buscaba las situaciones más tensas para sacar a relucir todo su potencial.
Como técnico, 'Saras' ha conseguido plasmar su personalidad al completo. No solo recuerda al jugador que dominaba la pista, si no que a veces parece seguir vistiendo de corto porque su carácter sigue ganando partidos. Se trata de espíritu indomable que ni los años ni la pizarra han conseguido cambiar, lo que provoca que sus equipos sean un fiel reflejo de su forma de ser.
Ese hombre irreductible y virtuoso llega ahora al banquillo del Barcelona, donde tendrá que lidiar con un equipo en decadencia lleno de estrellas que no han conseguido funcionar. La famosa mano dura llega a Can Barça, y no es que Svetislav Pesic no la tuviera, si no que su discurso, ya gastado por la fricción con algunas estrellas, calaba cada vez menos hondo.
Sin embargo, Jasikevicius tendrá una ventaja clara sobre Pesic, y es que es una leyenda reciente, una estrella del baloncesto que todos tienen en la memoria y que han guardado en sus retinas como oro en paño, como aquel que siempre recuerda a los grandes. Y eso, infunde un respeto casi inquebrantable.
La plantilla del Barça al completo sabe que cuando hable 'Saras', el 'Saras' que era capaz de hacer cosas que muchos ni imaginan, hay que escuchar y asentir. Y quizás esta sea el camino más corto y más fácil para entenderte con las estrellas, ser uno más de ellas. O ser la mayor de todas ellas.
La llegada de Jasikevicius al Barça supone su vuelta a casa, al club con el que se hizo grande en Europa y al que intentará transmitir ese equilibrio de fuerza e inteligencia que solo él tenía para dominar los partidos. Porque en eso se basa también su estilo como entrenador. Con mucho trabajo y muchas veces en la sombra, Jasikevicius se ha formado como entrenador en Zalgiris, donde ha militado desde su retirada como jugador.
Sarunas aporta y casi garantiza baloncesto de calidad y espectáculo, pero siempre dominando la propia canasta. El nuevo Barça tendrá que crecer desde una buena defensa, unas manos rápidas y una pelea constante por cerrar el rebote para después tener libertad ofensiva y volar, dejar volar a todo el talento que acumula la plantilla más cara de Europa.
Además, el lituano no solo intentará dar espectáculo en la cancha, si no que lo asegura fuera. De la escuela de Obradovic y del propio Pesic, es protestón como pocos porque vive y mata por el baloncesto, y eso se traduce en sus jugadores y se extiende hasta cada punto en el que se sitúa. Jasikevicius trae diversión y disciplina.
Fichajes de videojuego
Si por algo se ha caracterizado el Barça en los últimos años es por la absoluta falta de organización y por la creación de sus proyectos a bandazos y por impulsos. El último gran ejemplo ha tenido lugar el pasado verano, en el que desde la directiva se tiró la casa por la ventana, se rompió la hucha y se gastó la tinta del boli que firma el talonario para formar el equipo más temido de la historia del baloncesto europeo. Y todo para cero títulos.
La constelación que ha reunido el Palau esta temporada ha sido tan increíble como poco productiva. Fichajes de altísimos vuelos, estrellas rutilantes de toda Europa y la joya de la corona llegada desde la NBA y con pasado madridista.
Un equipo llamado a arrasar que ha tenido a su principal representante en Nikola Mirotic. Cuando se anunció su fichaje todo parecía una broma, una de esas ‘fake news’ que tan de moda están. Era imposible que un jugador con nombre y ofertas en la NBA, criado e idolatrado en el Real Madrid llegase de esa forma tan cuestionable al equipo rival. Pero así fue, la estrella montenegrina se bajó del tren de la mejor liga del mundo para regresar a Europa, lejos de la que había sido su casa y todo para ser el mejor pagado del continente. Porque para poco más ha servido.
Su fichaje fue como un jarro de agua fría para todos los madridistas que, a pesar de confiar una vez más en el proyecto de Pablo Laso, miraban de reojo al ejército interestelar que tenía Pesic y se temían lo peor. Y al final, todo se ha quedado en humo y truenos. En mucho ruido y una única nuez, un trofeo MVP de la Liga Endesa que ha ganado prácticamente sin bajarse del autobús porque pocas veces se le ha visto emplearse a su máximo nivel.
Ya desde los primeros compases de la temporada fracasó ante un Real Madrid diezmado tras el Mundial que se llevó la Supercopa, mientras que Mirotic solo pudo rascar una tremenda pitada del que había sido su público. Y tras este fracaso han ido llegando uno tras otro hasta que la fase final le ha hecho un retrato de lo que ha sido su temporada. Sentado en el banquillo, con cinco faltas y sin poder ayudar a su equipo en la agonía frente a Baskonia. Cero títulos, pero muchos tiros libres anotados Nikola.
Secundando al diamante de la corona se encontraban otros grandísimos jugadores de la talla de Álex Abrines, rescatado por el cuadro culé tras sus problemas en la NBA. El catalán no ha conseguido volver a gran nivel, pero su talento y la mala situación atravesada los últimos años le hacen merecedor de otra oportunidad.
Pero, la lista no queda ahí. También llegó Brandon Davies, uno de los mejores jugadores interiores de Europa que estaba atado por el Real Madrid, pero que se dejó seducir por el sonido de la chequera blaugrana y que terminó sucumbiendo. Junto a él, uno de los bases de Europa con más talento, Malcolm Delaney. Pura fantasía a la que sumar la de Thomas Heurtel en un tándem que, de no ser por las lesiones, podría haber sido imparable.
Y por último, la gran estrella de CSKA Moscú, el temido Cory Higgins. El escolta, uno de los mejores anotadores de la Euroliga, se unía a toda esta legión de megacracks. Y por si fuera poco, la presencia de jugadores de talento como Tomic, Claver, Hanga o Kuric que ya formaban un equipo muy potente.
De todas estas estrellas, Malcolm Delaney no ha aguantado ni siquiera a terminar la temporada en un proyecto que ha terminado siendo un auténtico despropósito. Todo hace indicar que en su lugar llegará Nick Calathes. Casi nada.
El fracaso del dorado
Este gran equipo, o esa aglomeración de estrellas estaba llamada a hacer grandes cosas. Muchos afirmaban que lo ganarían todo, que nunca se había visto un equipo tan potente y con tal nivel de talento individual.
Lo cierto es que el Barça había formado la mayor galaxia del baloncesto europeo juntando a tanto astro. Aunque no les haya servido para nada. Nunca han llegado a funcionar como equipo y se les han visto las costuras en diferentes momentos de la temporada, aunque siempre había una excusa que tapara las miserias.
Todo comenzó a principios de curso, cuando el Real Madrid llegó a la Supercopa Endesa con cinco jugadores agotados, fundidos y casi sin aire procedentes del Mundial. Llull y Rudy venían de ganar la medalla de oro mientras que Campazzo, Deck y Laprovittola habían luchado como gladiadores para morder una merecidísima medalla de plata.
Además, en el vestuario merengue seguía coleando la extraña salida de Gustavo Ayón, que tenía atada su salida a la NBA tras una preocupante Final Four y que al final terminó recalando en el Zenit. Un movimiento con el que las dos partes salían perdiendo.
Pues llegó el primer título en juego y se quedó en casa, ya que el torneo se disputó en el Wizink Centermadrileño. Campazzo, MVP de la Supercopa, guio a los de Laso hasta el primer título de la temporada.
El proyecto de Pesic y sus leyendas necesitaba tiempo, entrenamientos, partidos, y meses para rodarse, por lo que la Copa sí sería su momento. Sin embargo, el título también se pintó de blanco. De nuevo, Facundo Campazzo fue el faro y la luz que iluminó una brutal competición de los de Laso que rayaron la perfección hasta desdibujarla y hacerla suya. Bailaron a todos los rivales y se llevaron un título que terminó siendo una oda al baloncesto, al espectáculo y al juego de ataque. Pura fantasía, dibujos animados, parque de atracciones.
Y junto al 'showtime' de los blancos, el más absoluto de los ridículos para los de Pesic en lo que seguramente fue su momento más bajo de la temporada. Eliminados en cuartos de final ante un Valencia Basket que por aquel entonces daba tumbos sin rumbo fijo. La constelación estaba fuera a las primeras de cambio del segundo título de la temporada. Y para colmo, el Madrid había llevado su nivel a otra dimensión.
El fiasco de la Copa cayó como un jarro de agua fría e hizo tambalearse los cimientos de la sección, aunque finalmente terminaron remontando el vuelo. Se hicieron con la primera plaza de la fase regular de la liga y con la tercera de Euroliga, siempre alrededor de un Madrid al que superaban en el ámbito nacional pero que les doblegaba en Europa. La máxima competición continental se canceló por el coronavirus y otro título se les iba al limbo, por lo que solo quedaba un cara o cruz en la fase final excepcional de Valencia.
Allí, la historia no fue muy diferente a lo ya vivido. Victoria muy justa ante Joventut para arrancar, primera plaza de grupo con solvencia, pero sin brillo, camino a priori más asequible hasta la final con Burgos y el gran momento.
El batacazo de los batacazos ante el heroico Baskonia de Ivanovic con Mirotic expulsado, Heurtel en el banquillo, Cory Higgins fallando el triple decisivo y Delaney firmando por Olimpia Milán. El retrato de una temporada, oleo sobre lienzo, poesía de alejandrinos, la mejor canción de ACDC o la mejor escultura de Miguel Ángel. Lo sucedido en aquella noche en Valencia ya es historia de la ACB.
El nuevo proyecto
Por suerte para el Barça todo aquello ya pasó y la próxima temporada asoma ya por el horizonte. La primera consecuencia ha sido la salida de un Pesic que les rescató en un momento crítico pero que no ha sido el guía adecuado para un proyecto faraónico. Ese guía, y líder espiritual para una afición necesitada de buenas noticias, espera serlo Sarunas Jasikevicius.
En el club le han convencido cuando estaba a un paso de firmar por Fenerbahce, por lo que tendrá plenos poderes para hacer y deshacer a su antojo. El lituano quiere poder y mando, quiere tomar decisiones y quiere ser la cabeza de un proyecto que de momento se da de margen hasta 2023 para crear las mimbres de un equipo campeón.
Ante sí tiene el casi imposible reto de acabar con la hegemonía del Real Madrid que se prolonga ya durante 10 años, sin descuidar que otros puedan echarle el guante. Candidatos como Baskonia en España o Efes y Milán en Europa parecen no faltar. Sin embargo, en Can Barça confían en el plan de 'Saras', un hombre capacitado para liderar esta difícil empresa, pero que también es su última alternativa.
Seguramente, este año vuelva a llegar alguna estrella más como el fichaje de Calathes, aunque la pieza que ilusiona sea la del ex de Zalgiris. El tiempo dirá si 'Saras' se convierte en la vacuna de un mal endémico que contagia a todo el que se acerca por allí. La lucha del tiempo contra la carencia de títulos obligará a Jasikevicius a estrujarse la sesera porque el salvavidas culé aguanta ya pocos fracasos.
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