Había un incendio que apagar en Miribilla. Y no hablamos del que se sofocó antes del partido, cuando uno de los extractores del pabellón dio un pequeño susto. No, el fuego lo trajeron de vuelta (en la mirada, el corazón y la cancha) los Hombres de Negro del Bilbao Basket y los de blanco del Real Madrid. Qué partido, qué raza de unos y otros. Pero, sobre todo, qué golpe sobre la mesa de Anthony Randolph. De la cal y la arena contra el Andorra a una de las dos, la buena, este jueves. Con sus 26 puntos, y 30 de valoración, fue el bombero perfecto para que su equipo no se quemase, que bien pudo hacerlo en ciertos momentos, en la segunda jornada de la ACB [Narración y estadísticas: 80-87].
El trance por el que pasó el campeón de Europa con Eslovenia en el segundo cuarto no tuvo parangón. Una y otra vez, encestaba como si nada y con la gracilidad que le caracteriza en sus mejores días. Una y otra vez, no había nadie capaz de pararle en las filas locales. Ni siquiera una técnica pudo sacarle del encuentro, que ya se sabe que a veces hace falta poco para que Randolph se pierda para la causa. No fue el caso en esta ocasión: a última hora, cuando más vivo estaba el duelo, volvió a aparecer para sentenciar el triunfo.
También se vio a un Facundo Campazzo bastante más desinhibido que en el debut liguero. Cuando más se gustó el Madrid, cuando más pudo correr el contraataque y jugar rápido, mejor se encontró el argentino. El libreto de baloncesto de Pablo Laso le va como anillo al dedo, así que antes o después tenía que reencontrarse con la comodidad. El paso fue grande en ese ímpetu por volver a ser él mismo: asistencias de lujo, penetraciones sin mirar atrás, robos de balón para invocar al Séptimo de Caballería… Este es el Facu que necesita la capital, porque a hambre le ganan pocos.
Y qué decir de Luka Doncic. Ya es de sobra conocida su fijación con el Bilbao Basket: no hay partido que juegue contra este equipo en el que no sea importante. Una vez más, la regla se cumplió. Esa y la de que, haga lo que haga, el niño no deja de producir. En los últimos minutos, cuando todo estaba por decidir, anotó las canastas de las que le tocó hacerse responsable. Esas que, si se meten, marcan la diferencia entre lo normal y lo extraordinario. No hace falta que les diga en qué lado de la ecuación se sitúa la perla balcánica.
Con estos tres pilares más la aportación de un Ayón que por momentos se puso el traje de Sabonis (salvando las distancias), el Madrid dio una imagen bastante mejor que la del pasado domingo en casa. Aunque, eso sí, la caraja tras el salto inicial y al volver del descanso no se la quitó nadie. Posibilitada, todo hay que decirlo, por un Bilbao Basket que, como casi siempre, fue un adversario muy digno.
En el Botxo van a disfrutar mucho este año. Sobre todo, con dos jugadores: uno ya conocido, Dejan Todorovic, y otro aún por darse a conocer, Lucio Redivo. Eso sí, al argentino no le va a costar mucho hacerse un nombre. Ni en su nuevo equipo ni en la ACB. A base de tiro exterior y de descaro, quilates de este, va a dar mucha guerra en la liga. No fue su mejor día en el lanzamiento, pero ya dio alguna muestra de lo que es capaz de hacer. Y su compañero serbio también, con un inicio fulgurante de segunda parte.
Aunque, no nos equivoquemos, en Bilbao siguen mandando los mismos desde hace bastante tiempo: Álex Mumbrú y Axel Hervelle. Que sí, que la edad ya se empieza a notar y el primero se retira a final de curso, pero que a carácter les ganan pocos. Si a eso se le suman las buenas vibraciones que genera Pere Tòmas desde la pretemporada, el soberbio reparto de juego de Jonathan Tabu y la potencia en la zona del recién llegado Mickell Gladness…
Vamos, que los hombres de Carles Durán dieron la talla hasta bien entrado el duelo. ¡Incluso rozaron los 10 puntos de ventaja en algunos momentos! Pero, a última hora, el Madrid fue el Madrid y se terminó la historia: un poco de defensa, unas salidas a la contra imparables, unos tiros libres fallados por el rival de esos de los que luego te acuerdas y victoria amarrada. Se necesitaba mejorar y, la verdad, se mejoró.
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