El Real Madrid empieza a ganar por inercia. Qué saber estar a la hora de gestionar los partidos. Qué forma de hacer fácil lo difícil que puede ser, a veces, triunfar. Qué poca piedad con rivales como el Fuenlabrada. Ese tercer clasificado liguero al que algunos creerán cordero, aunque sea todo un lobo en sus mejores días, por culpa de partidos como el de este domingo. La guerrilla del 'Che' García y sus hombres apenas duró un asalto. Las del líder de la ACB fueron palabras mayores [Narración y estadísticas: 100-72].
Una pena, porque la lucha es algo inherente al equipo del preparador argentino. Sus jugadores creen a pies juntillas en lo que hacen y funcionan en comandita. Hay algunos que sobresalen más que otros, como Eyenga y Popovic, pero prevalece el grupo. Nadie es más que nadie en este Fuenla, como también demostraron Sekulic y O'Leary. El problema para los visitantes es que se encontraron con la horma de su zapato: un Madrid que, a día de hoy, posee esa misma (gran) virtud del todos a una.
El conjunto de Pablo Laso no necesitó hacer un encuentro perfecto para imponerse al vecino madrileño. Le bastó con transitar los senderos en los que ya lleva instalado desde hace 12 partidos, los que ha ganado de forma consecutiva hasta el momento. Llevar poco más de un mes sin perder tiene mérito en este baloncesto moderno tan imparable: un día estás en Moscú y al otro en Madrid casi sin darte cuenta. Pero las piernas no pesan, o eso parece. Aunque lo realmente importante es que no pese el corazón.
Y al Madrid no le pesa la raza. Para nada. Desde que empezó el partido, su concurso transmitió confianza. Y la responsabilidad fue pasando de oca en oca como si nada. El que tenía que llevar los galones del equipo lo hacía con gusto. Primero, Campazzo. Después, un Rudy que sigue de dulce. Más tarde, Carroll. Sin olvidar a Causeur, Doncic, Reyes y Thompkins.
Hay que centrarse, en primer lugar, en Fernández. Posiblemente estemos ante su mejor temporada de los últimos años. Ha recuperado la confianza para tirar con acierto desde el perímetro. Esa que le hizo grande y que pareció perdida para la causa por culpa de los problemas físicos que tanto mal han hecho al mallorquín. Pero no, a Rudy no se le ha olvidado eso de encestar triples. Todavía está para algo más que rebotear, asistir y defender como un jabato. Desde luego que sí.
Tampoco podemos obviar la capacidad de Thompkins para hacerse un sitio, algo nada fácil, en este Madrid. Muchos no han dudado en dar su causa por perdida una y otra vez desde que llegó a la capital española en verano de 2015. Sin embargo, el estadounidense ha acallado a sus críticos también una y otra vez. Ni salió en 2016 ni lo hizo en 2017: se ganó el puesto. Esta temporada ha logrado ser determinante mucho antes que en las anteriores. ¿Recompensa? Confianza. Suya, del entrenador y del aficionado. Algo parecido a lo que le ha sucedido a Taylor, que llegó a la vez y también ha logrado convertirse en fijo para la gran mayoría.
Para cerrar la persiana de este encuentro, Doncic. La mejor noticia que nos deja la perla eslovena es, otro partido más, que no fue imprescindible para que el Madrid ganase. Aun así, el niño sigue a lo suyo, desprendiendo esa facilidad suya para producir ventajas en la cancha. La misma que gasta en la pintura, cada vez con más ímpetu, Tavares. Y la que desprenden en general los hombres de Laso, al menos desde que empezó esta racha victoriosa, para pisar el acelerador sin pausa pero sin prisa y ganar los partidos. Pobre Fuenla, porque su temporada y su desempeño no merecieron tanto castigo.