“Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, cantaba Joaquín Sabina en Peces de Ciudad. Y, sin embargo, Rudy Fernández ha vuelto muchas veces a Gran Canaria en estos últimos años (Real Madrid-Unicaja de cuartos de final de Copa a las 21:30 de este jueves, #0 de Movistar+). Uno de los muchos lugares que le han alegrado la vida (Mallorca, Badalona, Madrid, Pekín…). Aunque quizá el último, por el momento, en el que se le pudo ver realmente en plenitud en una cancha de baloncesto.
Fue en febrero de 2015. Entonces, Real Madrid y FC Barcelona se enfrentaban por enésima vez en la final de la Copa del Rey. Ganaron los blancos (71-77), que levantaban su segundo trofeo consecutivo en el torneo (ahora van cuatro). Con un Rudy descomunal, como durante toda la competición: 16 puntos, cuatro rebotes, cinco asistencias, cinco robos y dos tapones.
Volver a multiplicarse en la cancha (Zaragoza en cuartos y su ex Joventut de Badalona en semifinales también le sufrieron de lo lindo) fue sinónimo de MVP. El tercero con su firma en la Copa, gracias a unos promedios de 14,6 puntos, cinco rebotes, 4,6 asistencias y 22 de valoración.
Porque, merece la pena recordarlo, el torneo copero y Fernández siempre han mantenido un idilio especial. Desde aquella edición de 2004 en Sevilla, cuando los vuelos sin motor del alero balear hacia el aro empezaron a adquirir popularidad. Aún barbilampiño y con tan sólo 18 años, Rudy condujo al Joventut hasta la final ante el Baskonia, inolvidable TAU en aquella época. Sufrir ante el Manresa, mandar a la lona a todo un Barça y estar a punto de llevarse el título (derrota por 81-77) tuvo recompensa: primer MVP de la Copa que no militaba en el equipo ganador.
Ya consagrado, sí levantaría el trofeo. Además del MVP, porque el Joventut de 2008, en Vitoria, lo valía. Junto a él, otro jovencito con estrella, Ricky Rubio. Y, como cuatro años atrás, Aíto en la banda. El TAU sí cayó en aquel partido, con venganza verdinegra de por medio (80-82). Antes lo hicieron Valencia y Real Madrid.
Si en 2004 Rudy ya jugó de forma estelar en el duelo por el título (15 puntos, seis rebotes, dos asistencias, dos robos y dos tapones), aquella final bien podría ser el mejor partido de su carrera: 32 puntos, tres rebotes y dos asistencias. ¡Sólo falló un par de los nueve tiros de dos que intentó! Con tres triples y nueve tiros libres (ni un fallo) como complemento.
Qué tiempos aquellos. Como los de hace tres años, que tan lejanos han llegado a parecer no hace mucho. Es posible que Rudy no haya vuelto a ser el mismo desde que obtuvo su tercer galardón a mejor jugador de la Copa. Después de convertirse en el hombre que más veces ha conquistado este premio, de que su Real Madrid lo ganase todo aquel curso 2014-2015, algo cambió.
Se acabó eso de ser una referencia anotadora de primer nivel. También lo de ser imprescindible. Incluso una estrella. Mientras los Sergios (Llull y Rodríguez) ganaban más y más ascendencia junto a otro talento precoz, Luka Doncic, Rudy la perdía a pasos agigantados. Malditas lesiones. Sobre todo, esa que volvió a atizarle con dureza en la espalda (consecuencia de aquella caída fatal durante su etapa NBA) a finales de 2015. Para mermarle por completo.
Tanto como para que sólo pudiese disputar 30 partidos entre ACB y Euroliga en la temporada 2015-2016. O como para que, jugando el doble de encuentros la temporada pasada, terminase con los peores números de su carrera. Fernández ya no era lo que fue: sólo dos partidos con 20 o más puntos en el global de las dos últimas temporadas y 31 con 10 o más en total.
Lo que antes era regla se había convertido en excepción. Lo demostraba la estadística, con esos 8,4 y 6,7 puntos de media que, por primera vez en la élite europea (sin contar sus dos primeras temporadas, en las que apenas jugó), apartaban a Rudy de las dobles cifras anotadoras de promedio. Algo que sólo le había pasado en Estados Unidos.
Al '5' no le quedó otra que intentar reinventarse entre recaídas a causa de los achaques de su físico. Ya era un gran jugador defensivo antes, pero empezó a centrarse aún más en esa faceta. También en el rebote y en el pase. Intentó ser más o menos útil en labores de trabajo sucio. Y, en ocasiones, lo consiguió. Hasta llegó a tomar responsabilidades ofensivas, como antaño, durante partidos contados. Desde luego, nada era lo mismo.
Todavía cuesta que lo sea hoy. Eso sí, cuesta mucho menos. Porque la versión 2017-2018 de Rudy insufla motivos para la esperanza. Ha vuelto el liderazgo en ataque: 12 partidos con 10 o más puntos a estas alturas de curso. Ha vuelto el fusil en el triple: 46,6% de acierto medio entre liga y Euroliga hasta ahora, el mejor porcentaje de su trayectoria. Ha vuelto a encabezar titulares: esa canasta definitiva ante el Baskonia en Europa, por ejemplo. Y, por si fuera poco, Fernández ha mantenido su incidencia atrás.
Por eso, algunos se han atrevido a dejar caer su nombre como hipotético MVP de esta Copa si es que el Madrid consigue ganarla por quinta ocasión consecutiva. Su cuerpo sigue dándole guerra (ahora mismo se recupera de un esguince de tobillo), pero este Rudy gusta y se gusta más que nunca en la época reciente. En su mano está llevarle la contraria a Sabina y demostrar que volver al lugar donde has sido feliz no tiene por qué ser contraproducente.
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