Las Canteras, Gran Canaria, recién pasadas las 11:30 de la mañana del sábado. Javier Pérez Palomo (Perú, 1965) es fácilmente reconocible entre la multitud que sigue el torneo de baloncesto playa organizado en pleno entorno marítimo con motivo de la Copa del Rey (final entre el Real Madrid y el Barça a las 18:30 de este domingo; #0 de Movistar +). Lleva una gorra de Golden State bien calada. También una camiseta conmemorativa de la Liga que ganó el Valencia Basket, su equipo, en 2017 (lo de los Warriors del Turia cobra más sentido ahora). Quizá lo logrado por este aficionado de 52 años también se merezca una prenda celebraticia: acudir a 20 Copas consecutivas. Más ediciones del torneo que Felipe Reyes y Juan Carlos Navarro, que ya es decir.
De hecho, Javier ha viajado a las Islas Canarias por cortesía de la ACB. La liga decidió regalarle dos abonos coperos por su asistencia de récord al torneo. Así que aquí está, en compañía de su hijo de 21 años, Carlos. “Son unas vacaciones en las que te dedicas al baloncesto. Por la mañana vas a la Minicopa, por la tarde al pabellón… Lo disfruto un montón”, confiesa a EL ESPAÑOL junto a la playa. Hace un año, en Vitoria, le llegó un regalo inesperado, pero que fue oliéndose cuando le pidieron fotos suyas en ediciones pasadas de la Copa y su localización exacta en la grada del Buesa Arena.
“El día de la final estaba yo pendiente del partido y nada más. Y en un tiempo muerto aparece José Corbacho con el cartelón… Estuvo muy bien y se agradece”, recuerda Javier. Dicen que este es el torneo de las aficiones. No cabe duda de ello cuando se conoce a tipos como él. “Es una gozada. Nos juntamos ocho aficiones, nos lo pasamos genial, no hay ni un problema nunca… En el pabellón estamos sentados al lado de cinco aficionados vestidos de tortuga: uno del Madrid, otro del Barça y tres del Baskonia. Estamos todos súper bien. Son cuatro días disfrutando del baloncesto a muerte”, reconoce.
De padre riojano y madre catalana, Pérez Palomo lleva media vida afincado en Valencia. Da la casualidad de que no pudo ver en directo la Copa que ganó su equipo, el taronja, en 1998. El mismo que, cuando era gerente del restaurante del Club Naútico valenciano, posibilitó el inicio de su idilio con la Copa. El entonces entrenador del club, Miki Vukovic, y su plantilla comían a menudo allí. Había cierta relación y el técnico le ayudó a conseguir un abono para la edición copera de 1999. Desde entonces, ni un solo torneo del K.O. baloncestístico sin la presencia de Javier.
No duda al ser cuestionado por los momentos que más le han marcado de esta competición: “Disfruté mucho con la Copa de Pau Gasol en 2001. Aquello fue impresionante. La de Rudy Fernández en 2004, en la que se llevó el MVP sin haber ganado la final, también. Y la del MVP de Jordi Trías en 2007, algo súper inesperado. A Llull toca sufrirle. El Madrid no es mi equipo preferido. El otro día estuve viendo en el apartamento la final del año pasado. Nos ganó con tres acciones consecutivas: un triple, un robo y otro triple. En 35 segundos”.
El mayor de los Gasol le impactó muchísimo en directo. Luka Doncic, aún más. “La última vez que vino a jugar a La Fonteta, mi hijo me decía que no puede ser que tenga 18 años. Tiene un control del partido y de toda la situación que no es normal. Es espectacular. No he visto una cosa igual”, opina sobre la perla balcánica. ¿Cómo no le va a impresionar el jugón de turno a un hombre que no puede vivir sin su “dosis de baloncesto en vena”? ¿Que cada fin de semana, además de seguir al Valencia Basket, acude a partidos de EBA, Primera Nacional e incluso categoría júnior?
Esa pasión irrefrenable tiene la culpa de que Javier lo pasase bastante mal ante la incertidumbre que rodeó a esta Copa antes de su inicio. “El problema es que aquí llegamos 10.000 personas aproximadamente de toda España, que teníamos pagados los billetes de avión, hoteles... Nos tuvieron en vilo hasta el final. Que hubiesen hecho la huelga nada más acabar la Copa. Queda toda la segunda vuelta y los playoffs, no molestas a nadie. Ha sido duro. He estado tres días muy preocupado. Yo oía a Alfonso Reyes y decía 'no se juega'”, vuelve sobre el suspense previo al torneo.
“Las huelgas se fuerzan donde más daño hacen, pero en este caso al único que podían hacer daño era al aficionado. A la ACB le puedes hacer daño si acaba la Copa y el lunes te pones en huelga. Ya sí tienes tiempo. Yo sé de gente que ha cancelado hoteles”, apunta también al respecto. Aunque, al final, todo se solucionó. Y para bien: un pabellón “impresionante”, una temperatura “súper agradable”… Aunque Javier no se olvida de otras sedes coperas que le han gustado especialmente, como Madrid, Vitoria, Málaga y Zaragoza.
Él prefiere que la Copa no sea en Valencia. Por aquello de tener que trabajar por la mañana e ir a los partidos por la tarde: no es lo mismo. Sin embargo, quién sabe si no habrá Copa por allí más pronto que tarde. “Parece ser que Juan Roig quiere un macropabellón. Se hablaba de 12 o 14 mil espectadores. Se habría inspirado en uno de Alemania de 25.000 personas. Para el baloncesto me parece una animalada, porque no hay tanta afición en Valencia. Se hablaba de un gasto de 150 millones de euros”, cuenta Pérez Palomo a este periódico.
Entre tanto buen momento a lo largo de todos estos años, sólo recuerda un incidente: “Hace ocho o 10 años, hubo cuatro Ultras Sur del Madrid que se colaron y a los que tuvieron que echar”. Por lo demás, incluso quita hierro al pequeño duelo de cánticos entre hinchas del Barça (“¡Independencia!”) y del Gran Canaria (“¡Yo soy español, español, español!”) del viernes. “No toca, pero ya estamos acostumbrados. En el fútbol pasa, y en el Palau. Están muy pesados con el tema. Es algo que está en la sociedad, y no nos escapamos de ello”, asume.
Ante todo, prima el hermanamiento entre seguidores. “Yo siempre planteo lo mismo: imagínate que en el fútbol se juntasen en Las Palmas, Madrid, Vitoria o donde sea los ocho mejores equipos. Habría tres muertos por jornada. Aquí es todo lo contrario”, considera Javier. Lo máximo que puede darse son “vaciles y pullas” a las hinchadas de Real Madrid y Barça. Porque son los grandes. Y punto.
“Lo más espectacular, siempre, es la afición del Baskonia. Hace tres años, no se clasificaron para la Copa. No sé si había 1.200 aficionados, como ahora, pero seguro que había 800. Haciendo el mismo ambiente. Hay que darles las gracias. Como a la afición del Fuenlabrada, que dio la vuelta al anillo del pabellón y animó después de que su equipo cayese eliminado. Eso es este deporte”, expone muy convencido.
A la vista está que la Copa enamora a cualquiera que se acerca a ella. Y que es capaz de crear amistades entre quienes acuden a seguirla en directo. Para muestra, este ejemplo que rescata Javier: “El año pasado, todavía no se sabía de forma oficial que Vitoria era la sede. Pero a través de amigos que he hecho en la Copa, me dijeron que era allí seguro. Me saqué los billetes de avión antes de que fuera oficial y así me salió mucho más barato”.
Pérez Palomo tampoco olvidará nunca cómo evitó que su racha de Copas consecutivas se rompiera en 2007… un día antes de que arrancase el torneo. “El miércoles, a las cinco o seis de la tarde, me llama el gerente del Valencia Basket para decirme que me había conseguido dos entradas. No había habido forma de conseguirlas antes. Llamé a un amigo de una agencia de viajes y me consiguió hotel en Torremolinos. Cogí las entradas en el hotel de la ACB en Málaga y las pagué a la vuelta”, apunta.
Fue la primera Copa a la que le acompañó su hijo, que ya lleva 11. Su mujer, profesora, también ha estado en varias. Y hasta toda su familia cuando Javier, en La Coruña, llegó a su Copa número 18. Por lo menos, quiere celebrar sus bodas de plata con el evento: “Voy a intentar llegar a las 25 Copas. Aunque ganemos (se siente un poco gafe: el Valencia Basket perdió las tres finales disputadas en la Copa desde que Javier acude a la misma), quiero seguir viniendo. Ese no va a ser el día en el que deje de venir. Mientras tenga salud y lo pueda hacer, me gustaría seguir. Y que mi hijo siguiera la tradición. Había un chiste que decía 'no voy a perdonar antigüedad así como así'. Vamos a intentar seguir mientras podamos”.
Con su inseparable gorra (“si llegamos a los dos minutos finales mal, le doy la vuelta. Para intentar darle suerte a mi equipo”) y un pronóstico claro de cara a lo que queda de Copa: “Si tuviera que apostar, lo haría por el Madrid sin duda”. Por otras 20 Copas del Rey más, Javier.
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