Jugadores del Real Madrid a los que les dejaría tirarse hasta las zapatillas en un final de partido apretado: un dos tres, responda otra vez. Sergio Llull, Luka Doncic, Rudy Fernández, Jaycee Carroll, Anthony Randolph… ¡Tilín tilín tilín tilín! La campana le delata: no ha mencionado a Trey Thompkins. Una pena, usted se queda sin apartamento en Torrevieja, pero el Real Madrid se llevó la victoria en Kaunas gracias a la sapiencia exterior del norteamericano. Ay de los hombres de Laso si el 33 no hubiese metido los tiros de la verdad en el último cuarto (Narración y estadísticas: 59-74).
Porque, no nos engañemos, los blancos tienen el punto de mira en horas bajas. No se sabe si será cosa de la cuesta de enero (y diciembre), de las meigas o de qué, pero los triples ya no entran como antes. Ahora, el Madrid se ve abocado a ganar los partidos por dentro. Mal menor teniendo en cuenta los efectivos que presenta el equipo en la zona, pero mal de alguna forma. ¿Por qué? Porque se sustituye la frescura por la marrullería, la pulcritud por la suciedad, el espectáculo por una batalla donde la fealdad, el baloncesto control y los marcadores bajos están a la orden del día.
A la hora de fajarse bajo tableros, Othello Hunter se gana su sueldo a base de bien. Fue el gran sustento del Madrid durante muchos minutos. Sus mejores momentos, y también los del equipo en pleno, llegaron con Doncic a los mandos de la nave. Atesorar el baloncesto en la cabeza como él, cual Mozart de las canastas, no tiene precio. La poca magia que desprendió el encuentro llevó su sello, de eso no cabe duda. Resultado: un mate y un alley-oop de Hunter fabricados de antemano por la perla eslovena.
A nivel general, el tempo del partido pareció favorecer más a Jasikevicius y sus chicos durante muchos minutos. Jóvenes pero sobradamente preparados, los hombres del Zalgiris volvieron a ser tan pegajosos a nivel colectivo como en la ida. Respondieron a la pegada interior del Madrid con la misma medicina: Lima se gustó ante el equipo que posee sus derechos y Jankunas le secundó a la perfección. Mención especial también para el joven Lekavicius, que hizo saltar las alarmas visitantes en un gran tercer cuarto como director de juego.
Ya que los locales se mostraban algo más acertados en ataque, al segundo clasificado de la Euroliga le tocaba ganar el partido desde la defensa. Sólo así se podría acabar con la igualdad reinante durante casi todo el duelo ya en la segunda mitad, salvados los ocho puntos de renta con los que el Madrid contaba al descanso. Rudy Fernández, como acostumbra, sobresalió en ese trabajo más invisible que visible, con cinco rebotes y asistencias más tres robos capitales. Así también se ganan partidos.
No obstante, el protagonista último del triunfo madridista este viernes fue, volviendo al principio de todo, Trey Thompkins. Cualquier profano en materia podría pensar que es un agitatoallas en potencia. Nada más lejos de la realidad. Muchos podrán olvidarse de Thompkins, pero no es el caso de su entrenador. Laso sabe que, desde abril del pasado año, el norteamericano rinde prácticamente casi siempre a pesar de lo poco que juega. Ahí está su 4/6 en el tiro de tres que, rotos el partido y la mala dicha exterior del Madrid, ayudó a Carroll y Ayón a asaltar los focos.
Mérito del 33, héroe inesperado en Lituania como ya lo fuese en Barcelona hace unos meses. Por todos aquellos jugadores que pueden resultar intrascendentes pero no lo son, en los que todos parecen desconfiar salvo el entrenador de turno, que sabe lo que tiene entre manos, ponga un Thompkins en su vida. Antes o después, ese factor sorpresa personificado le dará una alegría.
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