“¡Vamos equipo! ¡Hay que volver a disfrutar jugando! ¡Ese es el secreto! ¡Juntos a por ello!”, tuiteaba Sergio Llull el pasado 5 de marzo. “¡Salgamos fuertes hoy contra Estrella Roja para hacer un buen partido de @EuroLeague y sumar una victoria más!”, escribía horas antes del duelo europeo ante el conjunto de Belgrado. “¡Sí, estamos disfrutando!”, lanzó en pleno partido. No a golpe de tuit, sino de un pase por debajo de las piernas que acabó en un poderoso mate de Gustavo Ayón. Así murió el partido. Así volvió el Real Madrid de las grandes ocasiones para sellar, ahora de una vez por todas, su billete para los playoffs de la Euroliga [Narración y estadísticas: 98-68].
¿Cómo olvidar de un plumazo las tres derrotas consecutivas que arrastraban los de Laso? Con un primer cuarto de los que sentencian partidos apenas minutos después del salto inicial: ni fallos en el tiro de dos ni en los tiros libres y un inapelable 6/8 en triples. Entre la efectividad de Maciulis y Randolph, la garra de Llull y la potencia de Ayón, todo quedó visto para sentencia demasiado pronto. Lo peor de todo es que el buen cuarto inicial del Estrella Roja (24 puntos) pareció uno muy malo. Y no por demérito del equipo serbio, sino por mérito de un Madrid arrasador.
Anotar 38 puntos en 10 minutos no se logra todos los días, desde luego. Quedaba lo más difícil: mantener el nivel para evitar que la mejor defensa de Europa, enfrente este viernes, hiciese acto de presencia. ¿Cómo hacerlo? Sin bajar ni un ápice de intensidad de un ataque imparable, pero tampoco de una defensa numantina. Apenas hubo noticias de ese Estrella Roja capaz de protagonizar una de las sorpresas más positivas de esta campaña europea: un poco de Dangubic, otro poco de Jenkins, algo más de Thompson y Wolters y, como líder anotador, Simonovic.
Pero tanto brilló el Madrid que no importó en absoluto quién jugaba mejor o peor en las filas contrarias. La ocasión era propicia para que la rotación de Laso sacase músculo, como así fue. Hubo minutos de gloria para Carroll y Hunter. También para Taylor y Thompkins, la extraña pareja de americanos que, contra todo pronóstico, ha acabado encontrando su sitio en la capital española. Además, Llull tuvo ocasión de hacer gala de la generosidad que predica surtiendo de pases (concretamente 10) a sus compañeros.
Ya con todo más que decidido en el último cuarto, Luka Doncic halló el momento propicio para dejar saciada de espectáculo a su parroquia. Que no hiciese falta una actuación especialmente brillante por su parte o la de Rudy Fernández fue de recibo. Por la multitud de variantes que tiene este Madrid, que puede ganar un partido con comodidad y perder 15 balones a la vez. Con el playoff ya amarrado, queda pendiente la batalla por el factor cancha. En el horizonte liguero, el Clásico del domingo. Ya se afronta de otra manera: el Madrid de Laso genuino ha vuelto.
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