La importancia de ganar en Turquía y la importancia de llamarse Trey Thompkins. Esas son las dos grandes lecciones que el Real Madrid saca de su penúltima visita a Estambul de la temporada. La siguiente y última será la más importante del año: la Final Four. Del 19 al 21 de mayo, los hombres de Pablo Laso buscarán el décimo título europeo de su historia ante CSKA de Moscú, Olympiacos (la serie terminó el 2 de mayo con un quinto partido que los griegos se llevaron ante el Efes) y Fenerbahçe. Este último equipo será el rival del conjunto blanco en una semifinal de la Euroliga que se presenta tan a cara de perro como la eliminatoria de cuartos recién concluida ante el Darussafaka [Narración y estadísticas: 78-89].
¿Por qué es importante haber ganado dos partidos consecutivos en Turquía? Sobre todo, para empezar a aclimatarse al infierno venidero. Durante muchos minutos, el cuarto partido dejó retazos de lo que puede ser la semifinal que le espera al Madrid: dureza, ritmo de juego bajo y pequeños grandes detalles. Hasta los árbitros aparecieron en los últimos minutos del tercer cuarto, terminando de decantar la balanza a favor de los visitantes con una técnica a Harangody y otra a David Blatt. Incluso el factor cancha en su máxima expresión, con lanzamiento de objetos incluido. Eso sí, donde antes había monedas (y cosas mucho peores) ahora hay manos de gomaespuma. ¿Un infierno más asequible?
Al menos, sí en esta ocasión. Lo que ha hecho el Real Madrid para acabar llevándose esta guerra sin cuartel es algo prácticamente inédito. Sólo el Barça (en 2010, casualmente ante el Madrid) y precisamente el Fenerbahçe (hace unos días) habían sido capaces de ganar dos partidos seguidos a domicilio en la historia de los playoffs de la Euroliga. Con la mala estadística que atesoraban los blancos en tierras otomanas, aún hay esperanza para ser el último superviviente de la Final Four auspiciada por el nuevo rico de la canasta europea.
¿Y por qué es importante llamarse Trey Thompkins? Porque el fondo de armario del Madrid gana partidos. Y porque el interior norteamericano está empeñado en ganarse la renovación en abril año tras año. Lo hizo la temporada pasada y lo ha repetido ahora, con una actuación inmensa este viernes. Tanto como para ser el máximo anotador de los visitantes sólo por detrás de Llull, gracias a unos minutos de trance capitales en el segundo cuarto y en el tercero. Una vez más, no hizo falta contar con la mejor versión de Sergio Llull (y, aun así, ahí quedaron sus 17 puntos) y Gustavo Ayón. Aparecieron, claro, pero el protagonismo del día lo acapararon más otros. Y esa es la mejor noticia para Laso y su tropa de cara a lo que vendrá.
No hay que olvidarse de los buenos minutos de Randolph, que ha vuelto a dar un paso adelante cuando más se le necesitaba. Ni de los aires Westbrooknescos (salvando las distancias) de Doncic, que cualquier día nos sorprende con un triple-doble. Tampoco de la infalibilidad de Jaycee Carroll esta vez desde el tiro libre, que lo suyo pesó en los momentos más tensos del encuentro. Hasta Taylor y Rudy, con el mono del trabajo sucio bien dispuesto, aportaron su granito de arena. Y ni aun así murió el Darussafaka.
No hasta las últimas consecuencias. ¡Anda que no le gusta un final apretado al bueno de David Blatt! Después de depender durante todo el duelo de la mejor versión de Wanamaker, Clyburn y Wilbekin despertaron de un letargo que, otra vez, pareció fatal. Y Anderson se les unió. Con lo cual, un +17 del Madrid que parecía más que definitivo a ocho minutos del bocinazo acabó convirtiéndose en tan sólo un +6 cuando únicamente restaban 120 segundos para la conclusión. Pero, como dijo Laso en la entrevista postpartido, “controlamos casi cada situación”. Y eso vale el premio gordo: (otra vez) Estambul. Donde la importancia de haber ganado esta eliminatoria en Turquía y de llamarse Trey Thompkins (u Othello Hunter, Jaycee Carroll, Jeff Taylor y demás secundarios de lujo) puede volver a salir a relucir contra el Fenerbahçe.