No fue un Real Madrid-CSKA al uso. De hecho, uno de los grandes clásicos del baloncesto europeo resultó más gélido que otras veces. Quién lo diría después de la división de opiniones que generó el recibimiento a Sergio Rodríguez, que invitaba a calentar el ambiente. Pero no, el encuentro pudo dejar helado a más de uno. Y no sólo por la mala pinta de la lesión de Kuzmic, sino porque hubo algo menos 'punch' de lo habitual. En esa tesitura tosca, sobresalió un Anthony Randolph de nuevo imperial. También lesionado, pero capital para la victoria de un Madrid que, en un duelo llevado al barro, sacó nota [Narración y estadísticas: 82-69].
Quién sabe, igual el conjunto blanco contó con una marcha más durante mayor número de minutos que el contrario gracias a esa frialdad que tan bien caracteriza a Randolph. Y más teniendo en cuenta lo difícil que es ver sonreír a quien últimamente es el gran estilete de este equipo. Casi siempre con cara de póquer, el '3' es hombre de pocas palabras y más que hierático. Prefiere hablar con hechos, en la pista, y, una vez más, lo hizo.
Su inicio de curso parece dar pie al optimismo. Por mucho que todavía quede un largo trecho hasta mayo y una hipotética Final Four de la Euroliga, que precisamente visitaba el Palacio de los Deportes por primera vez esta temporada. Sin embargo, ya bien entrado el tercer cuarto, llegó un susto importante, otro más para el Madrid en lo físico: Randolph se dolió del hombro, que se le salió, y tuvo que marcharse, ya con este recolocado, a la caseta. ¡Porque se lo impidieron, que si no volvía! Lo dicho: frío como un témpano. ¿Mala señal (otra)? La cara de Sergio Llull era un poema.
A esa acción le siguió, justo después, una técnica señalada a un Doncic que, de repente y sin previo aviso, perdió los papeles. Hasta se permitió besar la lona, como si la suya se tratase de una rabieta de niño pequeño. Hasta entonces, un papel tan correcto como en las últimas fechas por su parte. Pero, cuando la conexión eslovena se resquebrajó un tanto, el CSKA volvió a un partido del que en momentos anteriores había parecido salirse.
No, los de Moscú no acabaron de cuajar del todo. Ya mostraron flaquezas en la jornada inaugural ante el Milán y tampoco tuvieron su mejor noche ante el Madrid. Dos de sus americanos, Clyburn y Higgins, fueron quienes más sobresalieron: ni De Colo ni El Chacho estuvieron tan finos como otros días. Tampoco Kurbanov, por mucho que empezase el partido con buenas sensaciones. El Madrid se fue a la guerra, como le exigían Itoudis y los suyos, y no le fue mal planteando el partido con más eficacia que efectismo.
Si las sensaciones del CSKA nunca terminaron de ser del todo buenas, el último cuarto confirmó lo que se veía venir: el Madrid estaba más fino. Los puntos de Causeur, Rudy (muy buenos minutos en su regreso) y Campazzo durante la primera mitad del último cuarto sirvieron para amarrar el triunfo definitivamente. Llegaron los triples y, con ellos, hasta Maciulis fue recuperado para la causa. Antes, la pintura también había tenido muchas cosas que decir de cara a la victoria. Por culpa de Felipe Reyes y, sobre todo, de un Gustavo Ayón que logró dobles figuras en el rebote.
Ambos equipos tuvieron momentos defensivos dignos de mención. Aunque a última hora pesó más el del Madrid con el bocinazo a la vuelta de la esquina, no hay que olvidar el del CSKA. Sin ser tan temibles como de costumbre, los moscovitas a punto estuvieron de provocar un cortocircuito más que serio a los locales en el tercer periodo (por defensa y por la obcecación con los árbitros que provocaron entre los blancos). Pero nada, ni por esas: el Madrid recuperó la concentración y su lugar en un partido que, desde el salto inicial, estuvo más dispuesto a ganar.
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