Tiene 43 años y es vicepresidente, a la par que CEO, de Vianex, la compañía farmaceútica más importante de su país, Grecia. Allí también es propietario de un grupo mediático bastante importante, DPG. Hasta aquí, todo más o menos normal en relación a Dimitrios Giannakopoulos: un hombre de negocios con caché, como su padre Pavlos y su tío Thanasis. A ellos sucedió como dueño de la sección de baloncesto del Panathinaikos. La propiedad de las que atesora que, sin duda, da rienda suelta a sus peores instintos. Con uno en mente de cualquiera que conozca un poco al personaje: la locura.
Es posible que en Atenas tengan la sensación de haberlo visto todo desde que Giannakopoulos aterrizó en el PAO allá por 2012. Y que Jesús Gil, por poner el ejemplo de un mandatario polémico y conocido en España, parezca un santo en comparación con él. Nada ni nadie se pone por delante de un ultra (porque lo es) para el que no hay enemigo lo suficientemente grande. Así lo demuestran los siguientes capítulos de un libro de episodios de dudosa catadura moral que amenaza con ganar aún más extensión. Sin ir más lejos, puede que haya más páginas que escribir durante la serie de playoffs de la Euroliga contra el Real Madrid que arranca este martes.
En pie de guerra permanente
Giannakopoulos lleva toda la temporada mostrándose cada vez más y más crítico con la máxima competición europea. Ya no se conforma con tildarla de “mafia” y fomentar odio hacia ella (por su boca y la de sus medios afines). Ni siquiera con colgar fotomontajes de Jordi Bertomeu caracterizado como Vito Corleone en su Instagram. No, la gota que colma el vaso llegó hace unos días: amenaza con la salida del Panathinaikos de la Euroliga.
Le da igual perder nueve o diez millones de euros por irse y pasar a disputar la Champions de la FIBA (tercera liga europea en importancia). Cree a pies juntillas que hay una cruzada contra él y su equipo. Una que quiso ejemplificar en marzo con el envío a varios medios de una carta, un dossier y un DVD que exponían con todo lujo de detalles esa supuesta persecución: malos arbitrajes, calendario sospechoso, beneficios para Fenerbahçe, Olympiacos y Madrid…
Todo esto después de ser suspendido 12 meses sin poder acceder a los pabellones donde se disputen encuentros europeos. Que al final se quedaron en seis y multa de 50.000 euros (60.000 más por incumplir la sanción en un derbi contra Olympiacos). ¿El motivo? Confesar “odio eterno” a Zeljko Obradovic en las redes sociales, donde también lanzó este comentario: “Voy a follarme a todos los hinchas turcos hasta que sangren”.
Amenazas sin pudor
“Esto ha ido demasiado lejos. Aquí pasan cosas muy raras. Desafío a la Euroliga a que revise las cuentas corrientes de los comisarios arbitrales y en especial las del señor Costas Rigas (líder del estamento arbitral de la Euroliga)”. Giannakopoulos dijo esto tras un partido contra el Barcelona a domicilio en 2013. Una minucia entre sus ataques frecuentes a los árbitros.
“Te mataré, no saldrás vivo de Grecia esta noche. Te lo prometo, te mataré, mataré a tu familia, me follaré a tu madre, a tu mujer y a tus hijos delante de ti”, declaró ante un colegiado tras un partido contra el CSKA de Moscú en 2015. El mismo año en el que, meses más tarde, se encaró de forma similar con Spanoulis.
Ocurrió tras un derbi liguero contra el Olympiacos en el que los jugadores de El Pireo tuvieron que salir de la pista por culpa de varios hinchas del PAO, que abandonaron las gradas y fueron a por ellos: “Te mataré a ti y a tu familia, me follaré a tu madre. Mandaré a tu esposa y tus hijos a la tumba. Jodido bastardo”. Aunque Giannakopoulos se mostró arrepentido por cómo actuó entonces en una entrevista reciente, ahí quedaron sus palabras.
Este es el suceso más contundente dentro de una rivalidad muy enconada entre el conjunto ateniense y el de El Pireo. El cruce de acusaciones / declaraciones entre Giannakopoulos y los propietarios del Olympiacos, los hermanos Angelopoulos, dio pie a una auténtica guerra durante años. Aunque los ánimos ya parecen más calmados (el dueño del PAO llegó a invitar a jugar un uno contra uno a uno de sus homólogos hace un tiempo), nunca se sabe.
Decisiones surrealistas
La más conocida se produjo en 2017. Tras consumarse la eliminación en los playoffs europeos contra el Fenerbahçe (por 0-3 y con ventaja de cancha a favor), Giannakopoulos decidió que el Panathinaikos no se merecía volver a Atenas en avión. No, había que dejar Estambul en autobús como castigo: 1.100 kilómetros hasta Grecia traducidos en unas 11 o 12 horas de viaje. Los únicos que se negaron a cumplir condena fueron los estadounidenses Mike James, Chris Singleton y Kenny Gabriel, además del entonces capitán Antonis Fotsis.
Por otro lado, en Grecia comentan que el dueño del PAO confía sobremanera en Xavi Pascual como entrenador de su equipo. Lo cual es una suerte debido al mal pelo que corrieron sus predecesores más inmediatos en el cargo. Desde que Obradovic se fue, el ir y venir en la banda resultó continuo: Pedoulakis, Ivanovic, Djordjevic…
Nada más y nada menos que dos entrenadores por año desde el curso 2013-2014 hasta la llegada del actual técnico. A uno incluso le grabó sin su consentimiento para después difundir el audio y el vídeo de la conversación. ¿Motivo casi siempre crucial para que la salida del club de todos ellos empezase a gestarse? Perder contra el eterno rival, el Olympiacos.
Un Instagram muy revelador
Durante el último año y medio, esta red social ha sido el principal instrumento de Giannakopoulos para desatarse por completo. Es probable que las publicaciones en las que da rienda suelta a su adicción al tabaco sean las más suaves de todo su perfil. Los ataques a Bertomeu y a la Euroliga son continuos, con el ya mencionado fotomontaje de El Padrino o una imagen en la que se alaba a la FIBA como últimos posts de impacto.
Los elogios para los jugadores del Panathinaikos también son recurrentes. Al igual que los vídeos o fotos relacionados con la película El precio del poder (protagonizada por Al Pacino). Aunque es posible que lo más loco que ha hecho en Instagram sea publicar los mensajes que intercambió con Vangelis Mantzaris y su agente para intentar ficharle. Fue en verano de 2017, justo después de que el jugador renovase con, oh sorpresa, el Olympiacos.
Así es la vida de Dimitrios Giannakopoulos: un sobresalto continuo. Cualquier sorpresa es poca con él de por medio. Incluida la mayor de todas, porque no es presidente del Panathinaikos desde diciembre de 2014. Entonces le sustituyó Manos Papadopoulos debido a las continuas sanciones y multas impuestas al equipo. Estas no han dejado de llegar. Tampoco Giannakopoulos, en la práctica, ha dejado su cargo. Quizá sea “el nuevo opio del pueblo”, como diría Gil.
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