Si Derrick Rose pudiese volver atrás en el tiempo, a buen seguro que lo haría. Lejos quedan ya sus días de vino y rosas, allá por 2011. Entonces, era el mejor jugador de la NBA, y su MVP ilusionaba a los Chicago Bulls con volver a ser grandes. Finalistas de la Conferencia Este, alcanzaban de nuevo la élite después de sobrevivir, con travesía por el desierto incluida, a la más grande de sus eras: la de Jordan. Y, sin duda, lo mejor podía estar por llegar. ¿Cómo no soñar teniendo a un jugador franquicia de 22 años, con una carrera que apuntaba a lo más alto?
Sin embargo, los Bulls y Rose protagonizaron la enésima fábula de la lechera del mundo del deporte: las más altas aspiraciones acabaron convertidas en las más notorias decepciones. Las lesiones se llevaron para siempre los mejores días de una de las estrellas más prometedoras de la liga de baloncesto de referencia. Y, con ellos, los sueños de grandeza de Chicago, un "sí, pero no" continuo en la NBA reciente hasta el punto de bajarse del carro de los playoffs la pasada temporada. Había llegado el fin de la era Rose.
Cinco años después de alcanzar su cumbre baloncestística, el base ya no será profeta en su tierra. Ahora, intentará volver a empezar de la mano de los New York Knicks. Temporada nueva, equipo nuevo y, sobre todo, vida nueva. Alejada, o eso deseará, de los problemas físicos. Pero también de otro tormento de aún mayor envergadura: un escándalo de supuesta violación que ha llevado a Rose y a dos de sus amigos a sentarse en el banquillo de los acusados.
Él no compareció en el juicio ni en la sesión del martes ni en la del miércoles. Cuando al fin lo hizo, este viernes, fue con contundencia: "Yo asumí que todos estábamos allí porque queríamos y que ella quiso mantener relaciones sexuales con todos nosotros". Con 'allí', Rose se refiere a la mansión que tiene alquilada en la lujosa Beverly Hills, la joya de la corona del famoseo de Los Ángeles. Con 'ella', a la mujer de 30 años que pide 21 millones de dólares por daños y perjuicios tras la supuesta violación a la que le sometieron el jugador y sus colegas.
"Ella entró en mi casa y se abalanzó de inmediato sobre mí. Empezó a besarme, a mí no me gusta ser forzado", declaró Rose ante el juez en su relato de los hechos. Según éste, habría practicado relaciones sexuales con la denunciante de forma totalmente consentida. El nuevo integrante de los Knicks aportó conversaciones subidas de tono con la mujer y una foto provocativa que ella le envió (supuestamente) para sustentar su alegato.
Uno rebatido entre sollozos durante más de ocho horas por la supuesta víctima, que declaró que la historia continuó en su apartamento. Allí llegó borracha (bebió antes de visitar la casa de Rose y durante su estancia en la misma), "fuera de control" y "más torpe". Tan mal le sentaron los tequilas ingeridos en la vivienda del jugador de baloncesto que vomitó, con la intuición de que Rose y sus acompañantes la habían drogado previamente.
Según la mujer, fue en ese momento cuando el nuevo integrante de los Knicks y sus dos amigos le devolvieron la visita para violarla, aprovechándose de su mal estado. Se desmayó y, recuerda, se despertó a la mañana siguiente con el vestido arrugado y un preservativo usado cerca de su cama.
En plena pretemporada, Derrick Rose se enfrenta a algo mucho más importante que un partido de baloncesto: las acusaciones de una mujer a la que, si su denuncia es cierta, puede haber marcado de por vida. En vez de viajar con sus Knicks, se encuentra a caballo entre la Gran Manzana, allí donde le lleven los amistosos a su equipo y Los Ángeles, donde tendrá que volver a declarar el próximo martes en el juicio que protagoniza. En lugar de entrenar, jugar, escuchar las instrucciones de su entrenador o charlar con 'Melo' y el legendario Phil Jackson, le toca oír y pronunciar unas palabras que nunca habría querido que le tocasen de cerca.
Así es el nuevo quebradero de cabeza del en otro tiempo MVP de la NBA, inmerso en un auténtico círculo vicioso de infortunio desde que rozó la gloria en 2011. Ahora no trata de recuperarse de una lesión, sino de quitarse de encima una culpa que le lleva persiguiendo desde hace años. Porque, a la hora de la verdad, no pudo ser el mejor en la cancha. Ni tampoco, o de eso se le acusa, fuera de ella.