LeBron James mandó un mensaje al mundo: 57 puntos, 11 rebotes y 7 asistencias en la capital, Washington, para recordar quién es el Rey de la NBA. No contaba el jugador total con la irreverencia de James Harden, que respondió con 56 ante los Jazz de Ricky Rubio. Después se citó con los propios Cavs, a los que sometió con otra sinfonía de baloncesto mirando cara a cara al monarca. Estaba completando la mejor semana de su vida.
No fueron sólo los 56 puntos, 13 asistencias y 2 rebotes. Lo más increíble es que sólo necesitó 25 lanzamientos para conseguir la segunda mejor marca anotadora de la franquicia, tras los 57 que anotó Calvin Murphy 39 años atrás. Harden no erró ni un lanzamiento en un primer cuarto inmaculado frente a Utah. Algo a lo que restaba importancia afirmando que “no presto mucha atención a estas cosas en un partido. Sólo me preocupo de estar centrado y seguir anotando”.
‘Puedo ser el mejor jugador del mundo’
Años atrás muchos pensaron que sólo era otro americano fanfarrón cuando, en la previa de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, el prometedor ‘combo’ recién fichado por los Rockets afirmaba sentirse preparado para convertirse en “el mejor jugador del mundo”.
Su confianza aumentaba al ritmo de una barba que le dio el toque de personalidad necesario para pasar de ser un buen complemento en Oklahoma (16.8 puntos por partido) a un jugador diferencial en Houston (25.9). En dicha cita coincidiría con Sergio Rodríguez, quien le tuvo que defender en la histórica final del O2. Tras aquella cita, el Chacho decidiría dejarse una barba similar a la del jugador que le inspiró recorriendo un camino paralelo. Desde entonces, la ‘barba española’, igual que su homólogo americano, dejaría de ser sólo un genial director de juego para convertirse en un factor diferencial con capacidad para ganar partidos por sí solo. Lo que incluso le valió para retornar a la NBA.
En su mejor versión James Harden ha logrado combinar una excelente dirección, que nace de su capacidad para generar ventajas con el balón en las manos, y una puntería a la altura del otro dominador de la NBA, Stephen Curry. De quien, por cierto, fue elegido 7 puestos más arriba en el draft de 2009. "Le pedimos mucho, pero cuando tienes más dinero que el estado de Texas, ya sabes que te van a apretar", dijo de él su entrenador, Mike D'Antoni, el pasado verano tras la astronómica extensión de contrato firmada por su estrella (46.6 millones por temporada) a la que acompaña un contrato de 200 millones de dólares con Adidas. Sabía que Harden estaba dispuesto a dar un paso adelante en su carrera.
Cerca de ser el mejor zurdo
Y La Barba, que ha demostrado una confianza capaz de empujarle a conseguir cualquier reto, está respondiendo. Curiosamente, el excéntrico jugador capaz de instalar una máquina para contar dinero en el salón de su exclusiva casa de Calabasas, ha convertido la crisis en oportunidad aprovechando la baja del lesionado Chris Paul para asumir aún más protagonismo ofensivo y disparar su ratio y su porcentaje de lanzamiento en unos Rockets que por fin van como un cohete. En el duelo con LeBron, por ejemplo, se unió al mítico Wilt Chamberlain como los únicos jugadores en la historia de la NBA capaces de registrar 50 puntos y 10 asistencias al tiempo que convierten, al menos, el 75 por ciento de sus tiros.
La exhibición el Elias Sport Bureau situó a la nueva sensación de la liga en el selecto quinteto de jugadores capaces de lograr 35 puntos, 10 asistencias, 10 rebotes y 5 recuperaciones en un partido. Sólo Kareem Abdul-Jabbar (73/74), George McGinnis (75/76), Michael Ray Richardson (85/86), Terry Cummings (86/87) y Michael Jordan (88/89) lo lograron antes, datando de hace casi 30 años la última vez que, como no, His Royal Airness lo lograra.
Ya ha sido nominado en un par de ocasiones ‘Jugador de la semana’ en lo que va de liga y sigue pulverizando registros. Por eso no extraña que su nombre empiece a sonar junto a Bill Rusell, el único hombre capaz de hacer dudar a Wilt Chamberlain, o al diez veces AllStar, David Robinson, como el mejor zurdo de la historia del baloncesto mundial. En el baloncesto contemporáneo sólo el mágico Manu Ginobili (de quien se declara fan y a quien le arrebató el título de mejor sexto hombre en la temporada 2010/2011) puede pelear con Harden en una clasificación en la que, si la sociedad con Chris Paul (lesionado en la jornada inaugural y a punto de reaparecer) funciona, el cielo será el límite.
Ganar partidos en la otra zona
Si tradicionalmente la zona de influencia donde se ganan los partidos es la pintura, desde la llegada de un estilo de baloncesto más rápido y vertical, popularizado por los Warriors, el entrenador D’Antoni ha conseguido dar una nueva vuelta más al concepto en Houston. Harden, quien afirma tener una relación de entendimiento que “supera lo deportivo” con un entrenador con el que comparte “aficiones y estructuras de pensamiento”, ha interiorizado que puede generar casi tantos puntos de producción directa como diferida.
Verle jugar es lo más parecido al solo de un genio del Jazz. Imprevisible e imaginativo, sus asistencias las interpreta un grupo de actores secundarios capaz de crear peligro desde largas distancias. Eric Gordon aporta porcentajes de vértigo en la larga distancia que destrozan cualquier propuesta defensiva generando espacios descomunales para pívots móviles de la talla de Nene Hilario o Capela. Un grupo, en definitiva, que firmó la pasada temporada los décimos mejores registros ofensivos de la historia de la liga. La pregunta es si el florecimiento de una estrella sobrecargada de minutos les alcanzará para traducir esa efectividad en victorias cuando llegue el mes de marzo. El momento donde las estrellas se convierten en mitos.
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