El quinto partido de la final igualó la serie y las sensaciones. No sólo habrá un sexto partido, sino que se confirmó la igualdad entre dos equipos con estructuras casi opuestas que obligan a planteamientos dispares. Una historia palpitante entre un equipo de estrellas, grande, veterano y poderoso, contra el dinamismo de una juventud que siempre encuentra la forma de volver a la senda correcta. Eso sí, los Miami Heat tienen a un jugador capaz de darle réplica a LeBron James, el ya conocido Jimmy Butler, que en la jugada decisiva del partido le dejó clavado y ni siquiera Anthony Davis pudo detenerlo bajo el aro.
No importa que su juego no fluya o que la suerte no recompense su esfuerzo, el equipo de Florida es inaccesible al desánimo. Ni pierden la compostura de su estilo ni su confianza desciende con los contratiempos. Sin importar demasiado cómo discurra el enfrentamiento continúan con la entereza y la constancia de los equipos campeones, a pesar de la baja de Dragic, un jugador imprescindible hasta la final.
Los Lakers aparecieron con un quinteto vintage con dos hombres grandes, mucho músculo y el malo de la serie, Howard, el elemento perturbador de las emociones del rival. Como contraste, Miami comenzó como lo que es, un conjunto de jugadores rápidos y ligeros. En consecuencia, los Lakers anotaron casi sus primeros veinte puntos en la zona, mientras sus rivales se afanaban en la búsqueda de los tiros de tres. Unos, con pocos pases y abusando de su fuerza, y los otros, animando sus fluidos ataques con movimiento continuo a ritmo de vértigo.
Así empezó y así terminó el partido, con cada franquicia de vuelta a sus principios y jugando sus bazas sobre las que fueron construidas. Pero en medio hubo muchos toma y daca, pues los Lakers fueron casi siempre por detrás en el marcador, recurriendo a su atlética defensa como único medio para detener a los tiradores rivales.
En realidad, la suerte de los partidos no depende de las estrellas de los Lakers, que están cumpliendo con creces, sino en cómo los actores de reparto se apliquen en defender. No ya sólo porque frenen a sus rivales, sino porque en carrera son un equipo mortífero, mucho más que en su ataque estático que con frecuencia se estanca.
De esta forma su destino queda marcada por el rendimiento de LeBron en el último cuarto. Estuvo soberbio todo el partido, sosteniendo en el segundo y tercer cuarto las debilidades de su equipo, pero en el periodo decisivo perdió tres balones, demasiados para un equipo que quiere ganar. Todavía estuvo a punto de hacerlo, pues Danny Green tuvo un triple frontal, pero quizás el pase que recibió no fue perfecto o el pulso se le alteró en exceso. Lo contrario que a Jimmy Butler que -con ocho puntos seguidos- sepultó las esperanzas de los Lakers de conseguir ya mismo el título de la temporada más extraña.