“Es un hombre tocado por una varita mágica”, dice Eusebio Unzué, máximo responsable de Movistar Team, sobre su líder Alejandro Valverde. “Tiene un talento inmenso encima de la bici”, asevera su gregario Imanol Erviti. “En el pelotón lo admiramos todos a muerte porque está todo el año en forma”, añade otro de sus lugartenientes, Javi Moreno. “Tiene un don de Dios. En febrero gana la Vuelta a Andalucía con una pata y en octubre disputa Lombardía con los mejores después de haber corrido a tope Tour y Vuelta. ¿Eso quién puede hacerlo? El ‘Bala’. Sólo ‘el Bala’”.
“Es el mejor de todos porque es capaz de optar a todo. A clásicas, sprints, contrarrelojes, carreras de una semana, de tres. Eso nadie más lo puede hacer”, reflexionaba el pasado invierno Unzué en Diario de Navarra. “Estamos ante un auténtico fenómeno, pero aquí lo que tenemos que preguntarnos es: ¿Valoramos más lo que ha dejado de ganar o lo que ha ganado?”.
Hasta este verano, la carrera deportiva de Alejandro Valverde tenía un pero: nunca había salido por la puerta grande de la prueba que le obsesiona, el Tour de Francia que todo lo da y todo lo quita. En el imaginario colectivo importaban poco sus títulos de ganador del UCI World Tour (2006, 2008, 2014 y 2015), su Vuelta a España, sus innumerables victorias en las prestigiosas clásicas de las Ardenas o incluso su sanción a cuenta de la Operación Puerto. Sólo contaban sus fracasos estivales, resumibles en un rosario de caídas y en la triste derrota de la pasada temporada, cuando problemas personales le bajaron de un podio que tenía atado.
Tuvo que llegar julio de 2015 para que el murciano saboreara la gloria en los Campos Elíseos anotando un tercer puesto sobresaliente, supeditado como estaba a su coequipier Nairo Quintana y ante lo más granado del pelotón mundial. Cuando coronó Alpe d’Huez a rueda del maillot amarillo Chris Froome, certificando así su éxito, se echó a llorar. “Es algo que llevaba persiguiendo toda la vida y al fin lo he podido conseguir”, balbuceó entre sollozos.
El desafío rosa
El pasado 6 de octubre, Alejandro Valverde acudió a la presentación del recorrido del Giro d’Italia 2016. Fue un gesto inesperado: normalmente, a este tipo de eventos sólo acuden aquellos ciclistas comprometidos a estar unos meses después en la línea de salida de la carrera. “Es posible que venga al Giro pero, si lo disputo al 100%, en el Tour podré estar al 90%, pero no al 100%. Ya vimos este año a Contador, como este año le faltó frescura en julio”, aclaró. “El año que viene mi gran objetivo son los Juegos”, afirmó ante la prensa pensando en su perfil montañoso y propicio para sus cualidades.
Habló en un tono que prácticamente descartaba su presencia en la ‘corsa rosa’, la única gran cita del calendario ciclista que no ha disputado jamás junto a las clásicas del norte, peligrosas carreras que se deciden sobre el adoquín, territorio hostil para todo ciclista que pese menos de 70 kilos. “Me haría ilusión disputar el Giro, aunque quizá no sea el momento más apropiado para poder preparar a conciencia el Tour y los Juegos Olímpicos”, declaró en As unos días después cuando recogió la medalla de oro de la Real Orden del Mérito Deportivo.
No obstante, la rumorología ya estaba en marcha. Se encargó de alimentarla esta misma semana Nairo Quintana, su compañero de liderato en Movistar Team, que en un acto publicitario en Colombia aseveró: “La idea es que Alejandro vaya al Giro d’Italia y después esté conmigo en el Tour”. Se encargó de corregirle Eusebio Unzué al día siguiente en El País, explicando que cargar a Valverde con el Giro no era ideal de cara al resto de citas de la temporada. “Lo dejaremos para 2017”, concluía. Sin embargo, fuentes de Movistar Team consultadas por El Español apuntan que el debate aún está sobre la mesa y no se resolverá hasta la primera concentración del conjunto telefónico dentro de dos semanas en Navarra.
El dilema de Río
“El doblete Giro-Tour es posible para Valverde, pero sería necesario reestructurar su calendario”, cuenta Mikel Zabala, entrenador principal de Movistar Team. “Deberíamos valorar qué carreras son las más importantes para él y priorizar. Para nosotros es primordial que esté bien en Río. Y también habrá que tener en cuenta a Nairo, que es candidato a ganar el Tour este año y, pese a la ausencia de CRE, dispone de un recorrido propicio; sería bueno para él contar con un Alejandro en plena forma”.
La clave para Zabala, lo que convierte esta temporada en especial y particularmente difícil de planificar, son los Juegos Olímpicos. “Ese viaje intercontinental será un reto para el organismo de los ciclistas, especialmente para aquellos que vengan de disputar a tope el Tour”, explica el técnico. El italiano Vincenzo Nibali, por ejemplo, correrá el Giro y se saltará al Tour para estar en plenas condiciones en la cita olímpica. Por el contrario, el seleccionador español Javier Mínguez ha dejado claro que quien quiera formar parte del combinado nacional en Río deberá estar con los mejores en el Tour.
“Lo importante, decidamos lo que decidamos, es que Alejandro esté convencido y motivado ante su calendario”, zanja Zabala. “No podemos obligarlo: él tiene que ver factibles los retos que propongamos y tener ganas de superarlos”. Y es que Valverde es un ciclista poco ortodoxo, más artista que deportista, de los pocos que entrena y compite pensando más en disfrutar que en marcar vatios. “Es un ciclista que rompe los cánones”, resume el entrenador de Movistar. Si su rebeldía ante los preceptos y los deseos ajenos le llevan a disputar en mayo el Giro d’Italia, su penúltimo reto pendiente, lo sabremos dentro de dos semanas. El último, el oro olímpico, lo buscará en agosto.