Cuentan que el Tour de Flandes, De Ronde Van Vlaanderen, es una locura. Las carreteras son tan estrechas como amplia la expectación. Las cunetas, atestadas de público, se comen unas calzadas que unas veces son asfalto y otras, veredas adoquinadas de pendientes en las que algunos caen redondos al suelo porque,sencillamente, no pueden seguir pedaleando.
El resultado: nervios y drama a lo largo de 260 kilómetros, más de seis horas de emociones desbordadas que se repetían hoy por centésima vez. Tan extrema es la pasión en De Ronde que se vive un atropello como este del coche de Etixx-Quick Step al mecánico de otro equipo y se olvida sin más, como un suceso más en el torrente de acontecimientos.
Epílogo de un ciclo
Esta edición del Tour de Flandes tenía un sabor especial por el aditivo de la sensación de final. La década de dominio de Tom Boonen (Etixx-Quick Step) y Fabian Cancellara (Trek-Segafredo), tres victorias cada uno entre 2005 y 2014, vivía su epílogo tras la conclusión en falso de la pasada campaña, cuando ninguno de los dos fue de la partida por problemas físicos.
Sucede que el belga ya es sólo su sombra. ‘Tornado Tom’ acusa un prolongado aunque respetable declive desde el doblete Flandes-Roubaix que rubricó hace ya cuatro temporadas, enmarcado en un Etixx desgraciado e incapaz de transformar su superioridad numérica en resultados: aquí colocó cuatro hombres en el top15 y el primero de ellos, Stybar, sólo fue 8º.
‘Espartaco’ Cancellara, por su parte, está viviendo su particular gira de despedida. Este invierno anunció que esta sería su última temporada y está disfrutándola, alternando cantos de cisne magistrales con dos de pecho ligeramente desafinados como el que le costó la victoria hoy en Flandes.
El instante decisivo
Sucedió a 30 kilómetros de meta, tras pasar la colina de Kruisberg, con el Oude Kwaremont y el Paterberg por delante. La carrera estaba desordenada y caótica; “extraña”, según Peter Sagan (Tinkoff), “la más extraña de las ediciones de Flandes que he corrido”. Entonces arrancó Michal Kwiatkowski (Sky), anterior campeón del mundo, y le siguió Sagan, el vigente. “Fue un ataque muy inteligente. Tuve suerte de estar a su rueda cuando lo hizo”, valoró.
Cancellara, que estaba en ‘pole position’, no se movió para cazar la ofensiva del polaco y el eslovaco. Tampoco cuando el belga Sep Vanmarcke (LottoNL-Jumbo) esprintó agónicamente para unirse a ellos. Se fio de su gregario ganador de dos ediciones de De Ronde, Stijn Devolder; de que otros equipos sin representación en la fuga colaborarían para abortarla; de que arrancando en el Oude Kwaremont y el Paterberg podría alcanzarles.
La arrancada de Cancellara sucedió, pero fue inutilizada desde cabeza por un Sagan tremendo que asfixió cuesta arriba a sus compañeros de aventura para largarse en solitario hacia la meta de Oudenaarde. Su estampa rodando de arcoíris hacia el triunfo hizo justicia a su calidad como ciclista; su imagen realizando un caballito en meta apuntaló su aura de superclase travieso.
Peter Sagan (1990, Zilina – Eslovaquia) es el mejor campeón del mundo posible para un deporte necesitado de personajes, ídolos y literatura como el ciclismo. Pocos capítulos mejores para su leyenda que apuntar su primer Monumento derrotando a un histórico, Cancellara, que se despidió de Flandes entrando segundo por cortesía de un educado Vanmarcke, que dejó de pedalear para permitirle saludar a un público enfervorecido, apasionado, borracho por la emoción y la cerveza que caracterizan a De Ronde.
El autohomenaje del gregario
Hay personas amadas por destacadas y hay personas amadas por discretas. Imanol Erviti (1983, Pamplona) es de los segundos. Rodador de clase mundial, fue designado desde su paso a profesionales con Movistar Team (el Banesto de siempre) como sucesor del mítico ‘Txente’ García Acosta en las labores de capitán del equipo, gregario abnegado, guardaespaldas de los líderes llámense estos Quintana, Valverde o Pereiro. Un rol tan aplaudido dentro del pelotón como inadvertido desde fuera.
Unos pocos días al año, Erviti abandona este papel. Se trata de las clásicas de pavé. Desde su segunda campaña como profesional, y ya van doce, no se ha perdido ninguna edición de Tour de Flandes ni París-Roubaix, los dos Monumentos adoquinados a los que estarían consagrados su 1,89m y 82kg de peso si hubiera nacido en Brujas en lugar de en Navarra.
En esta edición de Flandes, Erviti entró en la fuga del día; desde ella se inmiscuyó en los movimientos tácticos del último tercio de carrera; desde estos, se coló en la resolución. En mitad de la pelea de Sagan, Cancellara y compañía lucía el traje azul del ciclista de Movistar. Llegó a meta con el grupo de favoritos y esprintó para ser 7º, granjeándose con ello una plaza en la historia al ser el segundo español en 103 años capaz de clasificarse en el top10 del Tour de Flandes tras Juan Antonio Flecha, clasicómano catalán que fuera 3º en 2008.
“Este día es como un homenaje para mí. Poder ir delante en los muros, con tanta gente, disfrutando del ambiente… es increíble”, contó tras la carrera. “Hasta el último momento no veía creíble que pudiese estar disputando entre los diez primeros o haciendo buen resultado en general. Es una maravilla haber vivido esto. Ahora toca descansar, saborear este resultado y pensar en las clásicas de las Ardenas, donde estaré junto a Alejandro Valverde”. Pocas cualidades hablan de una persona mejor que la humildad.