Eran 220 kilómetros con cuatro subidas de entidad y Mikel Landa (Sky) se descolgó en la primera. El lunes era el favorito número uno para las casas de apuestas después de su extraordinario ejercicio en la crono del Chianti del domingo. Este martes por la mañana, cuando le preguntaban por sus intenciones para la etapa, anunciaba que se encontraba bien y atacaría al final si tenía piernas para ello. En las horas posteriores, el deporte se ensañó con él.
“Se puso enfermo anoche, pero hablamos esta mañana y decidió tomar la salida con la esperanza de pasar la etapa”, fue la lacónica explicación del mandamás de Sky, Dave Brailsford. “Tenía dolor abdominal. Sospechamos que tiene una gastroenteritis vírica”, amplió el médico del equipo.
Ian Boswell, gregario estadounidense de Landa, explicó a Eurosport en meta que nadie le comunicó novedades sobre el estado de salud de su líder antes de salir: es habitual en ciclismo utilizar la salud como baza en la guerra psicológica, exagerar o ignorar las flaquezas según las necesidades. Sea como fuere, la realidad se expresó ya en la primera subida y Landa se descolgó junto a sus coequipiers españoles, David López y Mikel Nieve. Pronto, el Astana de Vincenzo Nibali tomó la cabeza del pelotón para distanciarle y eliminarle de la carrera.
A los 80 kilómetros, Landa puso pie a tierra. Normalmente se dice que el ciclista abandona la carrera; en este caso, parece que la dejara huérfana. Era a la vez el gran favorito y la gran atracción por su talento y su carisma. Suma así un capítulo más a la leyenda del escalador inexplicable: uno de enfermedad sobrevenida y pájara descorazonadora, de gran derrota que ya es hito y puede ser punto de inflexión.
El descenso de los halcones
El Giro siguió sin Landa. La resolución de la jornada de este martes giraba en torno al pueblo de Sestola: desde él se encaraba el insidioso Pian del Falco y hasta él se subía desde Fanano para dar lugar a un final en alto de escasa dureza. Fue en el descenso que oficiaba de interludio entre una ascensión y otra que se decidieron los premios.
Venían fugados tres italianos representantes de equipos invitados: dos Bardiani, Stefano Pirazzi y Giulio Ciccone, y un Nippo-Fantini, Damiano Cunego. En una curva Pirazzi, un escalador combativo conocido dentro del pelotón por sus marrullerías, acrecentó su leyenda negra al pasarse de frenada y sacar de su trazada a Cunego, ganador del Giro d’Italia 2004 que está reencontrando la pasión por la ‘corsa rosa’ este año.
Así se pudo escapar el jovencísimo Ciccone, un neoprofesional de 21 años que ya impresionó a su equipo llegando con el grupo de favoritos en la Amstel Gold Race y aquí se apuntó un insospechado triunfo para confirmar su capacidad escaladora. “Es el día más feliz de mi vida”, contó incrédulo en la RAI.
También en el descenso de la cima de los halcones se escapó Andrey Amador (Movistar Team), que tenía la ‘maglia rosa’ a tiro de piedra y decidió lanzarse a por ella. No contaba con que el portador de la misma, Gianluca Brambilla (Etixx-Quick Step), iba a inmolarse para que la preciada prenda pasara de sus hombros a los de su coequipier Bob Jungels. Pese a los desvelos de Alejandro Valverde, compañero de Amador, por ralentizar una caza que finalmente se consumó a base de entropía. En meta, el murciano se mostraba contrariado. “Se podría haber hecho mejor”. "¿El qué?", le preguntó la periodista. “Eso son cosas internas nuestras”.