Parte de la belleza del ciclismo, y de la vida, reside en la agonía. No hay felicidad gloriosa, que diría Huxley, ni tan atractiva como una buena lucha contra la desventura. Por eso, los organizadores del Giro d’Italia decidieron complicar la vida de los ciclistas con un fin de semana complejísimo que este sábado ha vivido su apogeo con el etapón dolomítico entre Alpago y Corvara: 210 kilómetros, la inmensa mayoría cuesta arriba, escalando colosos con tanta pendiente como leyenda.
Aunque sin honores, victorias ni más ‘maglia’ distintiva que la celeste de su Astana, Vincenzo Nibali es el héroe y protagonista de este Giro. Todo ocurre a partir de él, que marca el sino de la carrera con sus expresiones y sus silencios. En esta etapa se mantuvo ‘mutis’ hasta el penúltimo puerto, el Passo Giau, y no sucedió nada más que desgaste.
Fue cuando Nibali puso a su gregario Michele Scarponi a tirar que el grupo de favoritos se cribó y Andrey Amador (Movistar Team), portador de la ‘maglia rosa’ de líder provisional, evidenció su debilidad. El costarricense, motor diésel y actitud correosa, hizo la goma de forma admirable durante varios kilómetros para descolgarse en los instantes finales de la subida y reenganchar en el descenso. Así llegó, vivo y vulnerable, al pie del último escollo puntuable, Valparola.
En este punto, el ‘Squalo’ Nibali realizó su demarraje y desencadenó el drama. De repente, su máximo rival, Alejando Valverde (Movistar Team), no estaba en su rueda, sino en la del menor Domenico Pozzovivo, esforzado escalador de Ag2r que aspira a figurar en el Top10. El murciano secundó la explosión de Amador y cedió segundo a segundo los tres minutos que perdió en meta. Así se situó fuera del podio de la ‘corsa rosa’, tanto en números (ahora es cuarto de la general) como en sensaciones.
Cinco ciclistas aguantaron con Nibali. “Todos a rueda”, lamentó el siciliano. Ilnur Zakarin (Katusha), Rafal Majka (Tinkoff) y Rigoberto Urán (Cannondale) se aferraron a sus cuotas de protagonismo hasta que Steven Kruijswijk (LottoNL-Jumbo) se las arrebató por completo. El neerlandés, conocido como ‘La Percha’ por la inusual anchura de sus hombros, atacó y dejó a Nibali atrás junto a Esteban Chaves (Orica-GreenEdge), que arrancó a por la rueda de Kruijswijk y doblegó de camino al ‘Squalo’.
Cuando Kruijswijk y Chaves se juntaron, la etapa quedó sentenciada. Ambos ciclistas, componentes a priori de la segunda línea de favoritos, comulgaron sus intereses. Al fin y al cabo, comparten sus puntos fuertes (escaladores, inesperados) y los débiles (inexpertos, sin equipo a su altura). Avanzaron hasta meta enfervorecidos e imperturbables, devorando a los supervivientes de la escapada de la jornada para copar los premios: etapa para el colombiano, liderato provisional para el neerlandés.
En meta, Nibali concedió 37 segundos a los insurrectos que, sumados a bonificaciones, se convierten en 41” de desventaja respecto de Kruijswijk y en una segunda posición en la general. “Yo era la referencia y corrían contra mí”, se resignaba. “Mañana, tras la cronoescalada, veremos cómo gestionar la situación”, aseveraba.
Se refería así al acto final de este tríptico definitorio, subida contra el reloj al Alpe di Siusi, un concurso de vatios/kilo que confeccionará una clasificación certera de las fuerzas de los protagonistas de este Giro y repartirá los papeles de cara a la temible tercera semana de competición.