Este año el Tour de Francia tiene temática bélica. Al fin y al cabo inicia en Normandía, frisando esa playa de Omaha del legendario desembarco. ASO, organizadora de una gran ronda francesa que es también el gran evento turístico galo, aprovechó el tirón para desplazar a los corredores a la presentación del jueves en camionetas verdes que evocaban las campañas de la Segunda Guerra Mundial.
Efectivamente, el Tour tiene esta temporada más de guerra que de contienda. El recorrido planteado es tremendamente montañoso, “el más duro de todos los que he corrido” según Alberto Contador, y está plagado de alternativas. El ambiente dentro del pelotón es, sospechas sobre motores aparte, sano. Sin embargo, la existencia de un enemigo común y poderoso como Chris Froome y su equipo Sky, sumada a la ambición de un grupo de rivales hartos de morder el polvo, hace presagiar ofensivas por doquier buscando golpear a los británicos donde más les duela. Probablemente, en los descensos.
Para seguir este Tour de Francia es necesario conocer siete bloques: tres conjuntos de etapas decisivas y cuatro equipos que se jugarán el maillot amarillo. Es obvio que existirán más factores. Puede haber sorpresas a la salida de cualquier curva. Puede revelarse uno de los miembros de la ‘nouvelle vague’ de corredores franceses (Pinot, Barguil, Bardet), o uno de los líderes de BMC (Pinot, Van Garderen), o sencillamente un secundario insospechado (Mollema, Dan Martin). Sin embargo, en el curso normal de los acontecimientos, serán estos siete bloques quienes definan la Grande Boucle.
Bloque Pirineos: ¿Dónde noqueará Froome?
Aunque la jornada inicial con final en Utah Beach promete un sprint embarullado con victoria y maillot amarillo para alguno de los hombres más rápidos del mundo (Kittel, Greipel, Cavendish, quizá Kristoff), el Tour plantea una serie de jornadas picantes, con llanos costeros expuesto al aire y repechos insidiosos en cuya aproximación se verán caídas que despejarán la general y eliminarán a algún favorito.
Sin embargo, la primera dosis de realidad la darán los Pirineos ya en el primer fin de semana de carrera. Ha sido planteado un tríptico con dos finales en descenso (Lac de Payolle y Bagnères-de-Luchon, precedidos de Aspin y Peyresourde) y un capítulo final en Andorra en el cual se acumulan casi 45 kilómetros de puertos de altísima montaña que incluyen el empinado Beixalis en penúltimo lugar. La subida final hasta la estación de esquí de Arcalís es mucho más benigna.
En los dos Tour de Francia que ganó, Chris Froome noqueó a sus rivales en la primera etapa de montaña, finales en alto en Ax-3-Domaines y Pierre de Saint Martin mucho más propicios para su pedaleo demoledor que cualquiera de los escenarios de este tríptico pirenaico. ¿Podrá el anglokeniano asestar su golpe esta vez?
Bloque Central: Obligatoriamente decisivo
La segunda semana del Tour alberga dos etapas que son jueces de paz. El 14 de julio, fiesta nacional francesa, el pelotón disfrutará de una jornada llana que acabará en el legendario Mont Ventoux, el Gigante de la Provenza que siempre separa el grano de la paja con sus casi veinte kilómetros de rampas inmisericordes y expuestas al aire. Al día siguiente tocará la crono larga, con su buena ración de llano para los motores de gran cilindrada. Como colofón el domingo la carrera se adentrará en el Jura para superar el Col du Grand Colombier por dos vertientes: la tradicional, puerto largo y sencillo, y la novedosa, preñada de durísimas y estéticas herraduras desde las cuales se bajará hasta el municipio de Culoz.
Bloque Alpes: Miedo y castigo
La montaña más dura de este Tour de Francia se reserva para la tercera semana, donde el pelotón hará frente a una acumulación de esfuerzos más propia de los diseños demenciales de algunos Giros recientes. “Veremos grandes diferencias”, promete Nairo Quintana, expresando el sentir de un pelotón que teme este atracón. Tras dos finales en altos y una cronoescalada llegará una jornada pintada para hacer historia con los pasos por Colombière, Ramaz y Joux Plane, desde donde se encara un descenso raudo y vertiginoso hasta Morzine. Llegados a esta ciudad, tradicional de cada Tour, sólo quedará París.
Bloque Movistar: Los soñadores
Fue en Morzine que Nairo Quintana se presentó al gran público en una etapa del Critérium du Dauphiné 2012 que podría explicar este Tour de Francia: el bloque de Sky tirando en formación prácticamente militar de un pelotón diezmado mientras el escalador colombiano arrancaba, se marchaba cuesta arriba y mantenía a todos a raya cuesta abajo.
El reto de Nairo en este Tour de Francia se llama #SueñoAmarillo. Después de ser segundo en 2013, ganar el Giro en 2014 y repetir subcampeonato en 2015 con la sensación de que su ataque podría haberle llevado a lo más alto si se hubiera lanzado desde más lejos, el colombiano quiere ganar. Ha realizado una temporada y una aproximación al Tour perfectas y tendrá a su servicio un equipo notable en el cual Alejandro Valverde ejercerá de gregario de lujo.
Bloque Sky: Los que saben ganar el Tour
De los ocho ciclistas que acompañaron a Bradley Wiggins en el primer Tour victorioso de Sky (2012) sólo sobrevive uno: el líder, Chris Froome. Y sin embargo la sensación que inspira este equipo de ropa negra y potencial inconmensurable es la misma: que pueden dominar de cabo a rabo sin despeinarse. Para algo son el equipo más rico, para algo alinean lo mejor que tienen. “Puede ser una bendición o una maldición”, analizó Tejay van Garderen en Cyclingnews. “Son tan fuertes que tendrán que controlar, marcar el ritmo, dictar las tácticas y tragarse todo el viento. Eso les costará energía”. Y ya sabemos cómo es el Bloque Alpes…
“Todos mis compañeros para esta carrera saben subir”, explicó Chris Froome, que llega en perfecto estado de forma como ya demostró en el Dauphiné. A su alrededor están Wout Poels, vencedor de Lieja; Geraint Thomas, ganador de París-Niza; y Mikel Landa, escalador inexplicable. En principio era Thomas quien partía con galones de ‘plan B’, corredor protegido de cara a ser baza táctica en la alta montaña e incluso tomar el testigo de Froome si vinieran mal dadas. Sin embargo, el galés ha renunciado recientemente a este papel. Quién le sustituirá será una de las líneas argumentales más interesantes del Bloque Pirineos.
Bloque Tinkoff: Los estrategas
En el Critérium du Dauphiné quedó claro que, por simples piernas, Alberto Contador está un punto por debajo de Froome en esfuerzos largos aunque puede superarle en los explosivos. La buena noticia para el pinteño es que, dado el recorrido, este Tour de Francia no va a decidirse sólo por piernas: también serán importantes la recuperación y la estrategia, las dos grandes cualidades del ‘Pistolero’.
¿Tienes un plan para estas 21 etapas?, preguntó Eurosport a Contador; “Por supuesto”, respondió sonriendo. Para ayudarle a consumarlo tendrá un equipo muy bueno, casi excelente, con Roman Kreuziger, Robert Kiserlovski y Rafal Majka para la alta montaña y un as como el campeón del mundo Peter Sagan que ganará la competición de la Regularidad por quinta vez consecutiva y será básico para las emboscadas que quiera plantear Contador. “Espero que Movistar y Astana colaboren en nuestras ofensivas contra Sky”, lanzó el magnate auspiciador del equipo Oleg Tinkov. “Pero bueno: nos los pasaremos por la piedra igualmente”.
Bloque Astana: El presunto polvorín
Una pregunta mil veces planteada se convierte en duda aunque se responda tautológicamente. Giuseppe Martinelli, director de Astana, ha resuelto mil veces en el último mes la cuestión sobre quién será el líder de su equipo este mes de julio. “Fabio Aru será el líder del equipo. Y, si se quedara cortado en una etapa llana, Vincenzo Nibali tendrá que pararse a esperarlo para reintegrarlo en el pelotón”, dijo al diario Il Tirreno.
A Nibali no le faltan argumentos para reclamar la capitanía del equipo kazajo: al fin y al cabo, ya ganó un Tour en 2014 y este mes de mayo se anotó el Giro a lo campeón. Sin embargo, el Squalo se dice centrado en los Juegos Olímpicos y dispuesto a sacrificarse por Aru, ganador de la pasada Vuelta a España, que podría ser su delfín de no ser por la enemistad que existe entre ambos. El sardo es un gran escalador que sabe preparar sus objetivos, peligroso aunque en el Dauphiné estuviera por debajo de lo esperado. Su hándicap: nunca antes ha corrido el Tour de Francia, donde la experiencia no es sólo un grado sino una condición sine qua non.
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