“Fue un descuido mío”, concede Nairo Quintana. Apenas cinco segundos en la cima del Peyresourde: Chris Froome da tres pedaladas fuertes para cruzar primero por la pancarta de la Montaña mientras el líder colombiano de Movistar, colocado a su rueda, toma un bidón que le ofrecen desde la cuneta. No le da tiempo ni a tomar un buen trago: el anglokeniano ha seguido pedaleando fuerte y ha abierto un huequecito. Nairo tira el bidón, que rebota contra un bordillo y vuelve hacia él; da un bandazo para esquivarlo. El huequecito ya son cuatro segundos. Pedalea un poco más y claudica, mirando hacia atrás en busca de su adlátere Alejandro Valverde. [Así te hemos contado la primera etapa].
Es el instante decisivo de una gran victoria psicológica para Froome, vigente campeón del Tour de Francia. “Había dejado a Nairo a rueda de Froome y de repente he visto que se había ido solo”, dice Valverde, “y yo, que me había colocado a cola de grupo porque estaba tocado, me he situado rápidamente en cabeza. Para la primera curva ya estaba en primera posición”. Pero era tarde. “No he podido hacer nada: era una bajada muy rápida en la cual había que pedalear mucho, y Froome lo ha hecho muy bien”. Y eso que, a priori, era débil en los descensos. [Así está la clasificación general].
Como corresponde a la primera gran ración de montaña de una gran vuelta, la segunda jornada del tríptico pirenaico puso la carrera en orden. El rapidísimo inicio, con todos buscando la fuga y nadie consintiéndola, provocó que el pelotón reventara ya en el Tourmalet, primer puerto de la jornada, uno que siempre marca el destino del Tour. Se escaparon Thibaut Pinot (FDJ), siempre rebelde ante la derrota; Rafal Majka (Tinkoff), siempre rebelde en general; y Tony Martin (Etixx-Quick Step), que incluso cuando compite rebelde transmite cálculo.
La ofensiva no llegó muy lejos. Sky no quiso; puso al escalador inexplicable Mikel Landa a comandar un grupo de apenas medio centenar de ciclistas, paso cuartelero, y secó cualquier ambición ofensiva de sus rivales en los intermedios Ancizan y Val Louron. Con mucho terreno por delante, un rodillo marcando un ritmo elevado y los 20 primeros de la general en apenas 20 segundos, en el seno del grupo de favoritos había mucho que perder y poca motivación para atacar.
Con ese empate se llegó al Peyresourde, último puerto de la etapa. En él, fuegos artificiales. A señal de Froome atacó Sergio Henao; a señal de Nairo lo hizo Valverde. Tras las ofensivas de los subalternos llegaron demarrajes de los cabezas de cartel. Incluso algún secundario como Romain Bardet (Ag2r) o Dan Martin (Etixx-Quick Step) se animó.
Entre todos los ataques de peseta no sumaron cinco duros; una quincena de ciclistas coronaron juntos. Entre ellos no se encontraba Alberto Contador (Tinkoff); “el Tour está para mí a contrapié, tengo que replanteármelo”. Sí estuvo ahí su gregario Roman Kreuziger, jugando la carta blanca que desde el equipo le han concedido. La duda, que probablemente jamás resolvamos porque la historia se escribió el jueves por la mañana con declaraciones de todos los miembros del equipo ruso convirtiéndole en chivo expiatorio, es cuándo la recibió.
Entonces llegó el ataque de Froome y el solitario trabajo de Valverde para secarle, “todos quieren ganar el Tour pero siempre tiramos los mismos”. El vigente campeón del Tour de Francia franqueó la meta con 13” sobre los favoritos, que llegaron encabezados por Dan Martin y un soberbio Purito Rodríguez (Katusha), discreto durante la batalla y efectivo en la resolución, que cazó una bonificación que le coloca tercero de la general provisional empatado a tiempo con el segundo, el joven británico Adam Yates (Orica-BikeExchange), y a 16” de Froome.
“No son muchos, pero ahora mismo cualquier segundo es importante”, dijo el anglokeniano; “quizá haya gastado demasiado pensando en la etapa de mañana, que es muy dura, pero debía a mis compañeros una actuación como esta”. Efectivamente, la jornada de mañana domingo tiene tanta miga como la de hoy sábado. Los corredores se encontrarán con un final en alto en la estación de esquí andorrana de Ordino Arcalís; de salida tendrá el Port de la Bonaigua, que se afrontará prácticamente a balón parado desde Viella (Lérida) y puede dinamitar la carrera ya desde sus albores. “Habrá que buscar las debilidades de Froome y su equipo”, dijo Valverde, “pero tienen pocas”.