Ayer se celebró en Ginebra (Suiza) la reunión del Consejo de Ciclismo Profesional, órgano responsable de regular el ciclismo de carretera a nivel mundial, con diez puntos en el orden del día y un caballo de batalla: la reforma del UCI WorldTour, la primera división del ciclismo.
Se trata de una historia cuyo principio casi no se recuerda y cuyo final no se atisba. La Unión Ciclista Internacional (UCI), en tanto que federación internacional, debería ejercer siempre como juez y a veces actúa como parte; los organizadores de carreras ASO (Tour de Francia, Vuelta a España) y RCS (Giro d’Italia) se reparten en trincheras según sus intereses; y los equipos y los ciclistas luchan por hacer sonar unas voces débiles por mor de su debilidad como individuos y su división como colectivos. Cada cierto tiempo, uno o varios de los actores intentan alentar una reforma profunda favorable a sus intereses y se suceden meses de órdagos que acaban con una reforma ligera y respetuosa con el ‘statu quo’.
En esta ocasión existían dos puntos candentes. El primero era la reducción del UCI WorldTour a 17 equipos, solicitud persistente de ASO que había sido escuchada por la UCI porque la coyuntura la hacía inane: a mediados de agosto, sólo 17 equipos querían una licencia de primera división. Todo cambió cuando se sumó un 18º candidato, lo cual dejaba fuera del WorldTour a uno de ellos según unos criterios deportivos cuyas dos versiones se contradecían entre sí. Se desató una batalla por cumplirlos e incorporar a ciclistas con puntos, lo cual pudo ser un factor en fichajes como el de Purito Rodríguez por el nuevo Bahréin-Merida, y cuyo perdedor fue el Dimension Data sudafricano.
Por fortuna para la UCI, que podría haberse visto en el TAS por la citada inconsistencia de criterios, coincidió que la víctima de estos tiene un patrocinador con fuertes relaciones comerciales con ASO. Así, la empresa francesa no se ha opuesto a que el WorldTour continuara constando de 18 equipos en 2017 y 2018. En teoría, en 2019 serán 17 y en 2020, 16. Pero, como siempre, dependerá de la coyuntura del momento.
El segundo foco de discusión era la ampliación del calendario UCI WorldTour. Los planes publicados por la UCI pasaban por añadir a las 27 carreras actuales otras 10 nuevas, algunas en territorios históricos del ciclismo (como la Strade Bianche italiana o la Omloop Het Nieuwsblad belga) y otras en nuevos mercados (la Vuelta a California estadounidense, la Vuelta a Qatar o el Abu Dhabi Tour). Esta novedad no había sido bienvenida por los equipos de primera división, quejumbrosos por tener que acudir a competir a países y carreras que no eran de su interés. Tampoco por los modestos equipos de tercera a los que la promoción de estos eventos les impedía alinearse en los mismos, dejándoles así sin sus principales plataformas de exposición.
Las demandas de los poderosos han sido escuchadas según apunta la nota de prensa publicada hoy por el CCP: las carreras deberán invitar a todos los equipos WorldTour, pero la participación de estos será voluntaria, relegando así a esta nueva colección de carreras a una práctica segunda categoría. En cuanto a las quejas de los equipos de tercera, no hay noticias oficiales: habrá que esperar al siguiente despacho de información por parte de la UCI, que en teoría llegará antes del 6 de diciembre.
También habrá que esperar para saber si salta una liebre levantada públicamente por Cycling Weekly: la inclusión de una undécima nueva carrera en el UCI WorldTour, el Tour de Guangxi. Se trata de una prueba por etapas que se disputaría en el sur de China, contaría con versión femenina y supondría el colofón de la temporada. Detrás de ella estaría Wanda Sports, empresa propiedad de Wang Jianlian, dueño del 20% del Atlético de Madrid que ya el pasado invierno quiso comprar el ciclismo y podría ver tendido un puente de plata.