Nieve, Landa, Froome y Aru en la duodécima etapa del Tour de Francia.

Nieve, Landa, Froome y Aru en la duodécima etapa del Tour de Francia. BERNARD PAPON EFE

Ciclismo

Froome depende de unos tercios españoles (Landa y Nieve) que no le esperaron

Ambos tiraron del grupo del líder del Tour en la subida con la que finalizó la duodécima etapa. No pudieron evitar que el británico perdiese el maillot amarillo ante Fabio Aru, algo entendido como una traición en el seno del Sky.

14 julio, 2017 02:06

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En plena subida a Peyragudes, el blanco dominaba la escena en el tramo final de la duodécima etapa del Tour de Francia. En esta ronda gala todavía no ha habido victorias españolas, pero los Mikel del Sky, Landa y Nieve, quisieron romper esa tendencia costase lo que costase. Ambos fueron quienes tiraron del grupo de cabeza a última hora, porque el líder de su equipo y de esta Grande Boucle, Chris Froome, les necesitaba a plenas revoluciones a la hora de la verdad. La misión estaba clara: mantener el primer puesto del corredor británico en la general. O, al menos, eso parecía.

Nada más acabar la jornada, una conversación con tintes de bronca entre Landa y el mánager de su equipo, Nicolas Portal, amenazaba con romper la paz entre coéquipiers. O, quizás, una tregua momentánea. Porque por todos es sabido que el ciclista de Murguía asume el papel de gregario, cuando le toca, sólo entre comillas. El último ejemplo llegó este jueves, cuando sus dotes de primera espada se antepusieron a las órdenes de equipo una vez más: a punto de finalizar la etapa, Aru atacó por la victoria y Landa con él, sin hacer ni siquiera ademán de esperar a su líder. Por supuesto, Froome perdió el maillot amarillo a costa del italiano, al que ahora tiene seis segundos por delante.

Last kilometer - Stage 12 - Tour de France 2017

Qué caprichoso es el destino. Hace dos años, en el Giro de Italia, Landa protagonizó una escena parecida con otro compañero, precisamente Aru, y en otro equipo, el Astana. Con dos triunfos parciales en el mejor escenario posible, la montaña (Madonna di Campiglio y Aprica), el vasco se las prometía muy felices en Sestriere. Era la penúltima etapa y llegó a verse con la maglia rosa. A tres kilómetros de meta, intentó ponerse de acuerdo con Ilnur Zakarin, del Katusha, para dinamitar la carrera. Le sacaban 32 segundos a Aru y un minuto y 25 segundos a Contador.

Sin embargo, el final de aquella aventura fue aciago para el español. Ni Zakarin quiso aliarse con él ni el Astana le permitió, por muy buen Giro que estuviese haciendo, subirse a las barbas del jefe de filas. Bajó el ritmo y, como buen chico, esperó a Aru. Más tarde, llegaron las lágrimas de impotencia. "Me hubiese encantado ganar, pero desde el coche me han parado porque han visto que se podía ganar el Giro con Fabio (Aru) y no me ha quedado otra que acatar las órdenes", declaró Landa todo lo sereno que le dejó la rabia. Una frase sobresalió entre todas las demás: "Ha habido momentos en los que me han hecho parar".

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Lo de ser formal en el Sky se acabó este jueves. Aunque no lo pareciese en un primer momento. Landa y su tocayo Nieve rompieron una lanza en favor de los tercios españoles durante una jornada de nuevo aciaga para Alberto Contador, que perdió más de dos minutos con respecto a la cabeza de carrera al entrar en meta. A punto de coronar, los gregarios de Froome fueron dándole relevos a su líder para que llegase en plenas condiciones a los últimos kilómetros y, sobre todo, pensando en la lucha por la victoria de etapa.

La estrategia con sabor a piel de toro del Sky empezó nada más quedarse fuera de juego, precisamente, Contador. Quizá imbuidos por el hecho de que el aeropuerto de los Pirineos franceses fue escenario de El mañana nunca muere, Landa y Nieve se convirtieron en una suerte de espías al servicio de un Froome mutado en el agente 007. Nieve fue el primero en liderar el grupo de cabeza, seguido de cerca por su compatriota y el jefe de filas de ambos, pero también por Fabio Aru, Romain Bardet y Rigoberto Urán.

A dos kilómetros de meta, los Mikel se intercambiaron los papeles. Landa se puso a tirar de la carrera y, por ende, de Froome. Incluso mantuvo a raya a George Bennett, cuyo amago de ataque no pasó a mayores por su persecución inmediata. Unos metros más adelante, a unos 334 de que todo acabase, James Bond se quedó sin espías españoles que le achuchasen. Aru atacó, Froome desfalleció poco a poco y, en una instantánea cuanto menos sorprendente, Landa abolió toda jerarquía con la meta cada vez más cerca y siguió adelante, sin mirar atrás.

Landa por delante de Froome justo al lanzar Aru el ataque.

Landa por delante de Froome justo al lanzar Aru el ataque. Reuters

Así lo atestiguó la clasificación del día: victoria para Bardet y, por detrás, Urán, Aru y el Landa más fiero, el que se gusta hasta la extenuación en el Giro pero todavía no había sacado las uñas y dientes en las carreteras galas. Hasta dos hombres de por medio entre el de Murguía y su líder. ¿Traición? Landa declaró posteriormente que no sabía que Froome se quedaba y, por tanto, perdía el amarillo. "Ha estado muy bien, no me he enfadado con él. Era mejor estar delante para coger bonificaciones", le excusó y se autoexcusó Portal después de la charla nada más soltar la bicicleta. Aunque el vasco, como acostumbra, no se calló: "Si hubiese jugado a disputar la etapa, habría sido candidato a ganarla".

¿Y qué pasó con el otro Mikel? Nieve, menos rebelde, más gregario, finalizó en décima posición, a 28 segundos de Bardet por los cinco que separaron a Landa del corredor local y los 22 que mediaron entre él y Froome. Sacó menos la garra que su tocayo, que ahora es séptimo en la general. Aunque la victoria parece y seguramente es una entelequia (a 02:55 de Aru), el espectáculo lleva nombre y apellidos españoles en la bienvenida a los Pirineos.

Froome debería hacer memoria

Seguro que la estrella del Sky no está precisamente feliz tras el desenlace de la primera etapa pirenaica de este Tour. Hasta ahora, sólo se le habían caído rivales por el camino. Nunca mejor dicho en el caso de Richie Porte, con Contador y Quintana fuera de las quinielas por el triunfo desde hace varias jornadas. Nadie le tosía el jersey de líder a Froome salvo Aru desde que lo cogiese en la quinta etapa. Pero eso ha cambiado, y, aunque de puertas para afuera tampoco se quiera avivar ningún fuego innecesario, quizá el británico, incómodo en su actual segunda posición, vea al enemigo en casa de puertas para dentro.

Quizá debería volver atrás en el tiempo hasta la ronda gala de 2012. Él también fue gregario rebelde entonces en el Peyragudes. Quien mandaba en el Sky era Bradley Wiggins, pero las piernas de Froome revistieron mucha más grandeza en aquel final en alto y en el otro de esa edición, La Toussuire. Como Landa cinco años después, el ciclista de orígenes kenianos tiraba de su líder. Para llevarle a la cúspide, pero sin dejar pasar las oportunidades de mostrarse superior. Con ataques dejándole atrás incluidos, dando a entender que desobedecía las órdenes de los mandamases.

FR - L'image du jour - Étape 17 (Bagnères-de-Luchon - Peyragudes)

Y, aunque Froome acabó esperando a Wiggins en ambas fugas, aquello agrió la amistad entre los dos, latente tantos años. Quedó claro en 2013, durante un cruce de declaraciones más que tenso antes del Tour. "Soy al 100% el líder (para el Tour), eso no ha cambiado desde enero. Vas a tener que preguntarle a él (Wiggins), pero por lo que entiendo todos han aceptado ese plan y así vamos a acudir al Tour", decía Chris. "Yo podría aceptar un papel de apoyo, pero no voy a estar trabajando para tirar 200 kilómetros y luego dejarme caer y perder 30 minutos. Quiero estar allí hasta la muerte, quiero estar en el podio", respondía Bradley.

El resto de la historia ya se lo saben: Wiggins no fue a aquella Grande Boucle ni volvió a ganarla, mientras que Froome se llevó la de ese 2013 más las de 2015 y 2016. Nadie, ni siquiera Richie Porte, volvió a hacerle sombra en el Sky. Landa no le tiene miedo a nadie, como ya demostró con Aru y Vincenzo Nibali en el pasado. Su líder lo sabe y por eso quizá empiece a mirarle de reojo. Pero, eso sí, no debería olvidar que esa voracidad de Mikel también le acompañó a él en el pasado. Y miren de cuánto le sirvió esa rebeldía.