Ponteareas (Pontevedra) puede presumir de ser la localidad de nuestro país en la que han nacido más ganadores de la Vuelta a España: Delio Rodríguez (venció en 1945), Emilio Rodríguez (hermano del primero: se impuso en 1950) y Álvaro Pino (primero en 1986). A estos tres héroes del ciclismo y del municipio gallego se les ha unido un cuarto desde el pasado fin de semana. Se llama Borja Gómez, tiene 15 años y compite en ciclocross. Terminar el último Campeonato de España cadete de la modalidad en Legazpi (País Vasco) ha sido una gesta a la altura de las de los grandes campeones. A ellos quiso emular el niño al entrar en meta con la bicicleta al hombro. Porque, a pesar de tener síndrome de Down, Borja es, y quiere ser, como los demás.
“Si hay que hacer una cosa, él la hace. Aunque le cueste muchísimo. Rompió su bicicleta en una zona bastante lejos de boxes, donde se le podía dar una de repuesto. Fue arrastrando la bici, que llegó a pesar mucho porque se llenó de barro, y llegó hasta los boxes, donde la cambió. Pasó meta con la bicicleta de repuesto. Otra persona a lo mejor se hubiese retirado”, cuenta a EL ESPAÑOL Guillermo Sande, uno de los técnicos de la Federación Gallega de Ciclismo. Esa voluntad inquebrantable de Borja es la que ha vuelto virales las imágenes que recogen cómo finalizó la competición, entre los ánimos del público y el cariño de los suyos.
Llegar mereció la pena, da igual en qué posición. El lodo que no había impedido entrenar a Borja el día anterior a la carrera quiso ser su enemigo ya a la hora de la verdad. Incluso logró enfadarle, porque le impedía mover bien su bicicleta. Pero apretó los dientes y siguió adelante hasta el final. “Quería acabar su carrera y demostrar que podía hacerlo. Siempre te dice: 'Papi, yo igual que los otros niños' ”, confiesa Ricardo, el principal instigador de una pasión por las dos ruedas que viene de lejos.
Sin miedo a nada desde el principio
A 'Calis', como le conocen en su círculo, siempre le gustó andar en bicicleta. Por eso, no tardó en regalarle una a Borja. El flechazo entre la montura y el crío fue instantáneo, ya que no se separaba de ella cada vez que la familia salía a pasear por Ponteareas. Eso sí, los ruedines le dejaron de acompañar pronto: quería andar sin ellos y lo consiguió. Era la primera etapa que iba a quemar de forma vertiginosa.
El presidente del club ciclista local no tardó en ofrecerle a Ricardo que su hijo entrenase con el resto de niños de la formación. A los dos meses, Borja ya competía en mini BTT (mountain bike). El primer año participó en una prueba. El segundo, en cinco o seis. Y el tercero, en la totalidad del Campeonato de Galicia: entre 12 y 16 carreras. Entonces, el niño le echó el ojo a la que realmente era su modalidad fetiche, el ciclocross.
Por aquel entonces, la ilusión de Borja ya era contagiosa. A los 15 días de conocer al dueño de Bicicletas MMR, una empresa asturiana, la marca prestó al joven ciclista una bicicleta específica con la que compite desde hace tres temporadas. Su primer Campeonato de España, como espectador, fue en Torrelavega (2016). La familia quería dar visibilidad a la discapacidad en el deporte y se presentó en tierras cántabras. Porque no todo fue fácil en su periplo.
“Hubo momentos en los que nos ponían problemas en las carreras porque Borja acababa 10 minutos más tarde que el primero y parece que eso molestaba. Pero seguimos con la nuestra. Él quería terminar y nosotros estuvimos ahí”, expone Ricardo. El esfuerzo de su hijo, más el apoyo incondicional de todos sus allegados, obtuvo la mejor y más inesperada recompensa hace unos días.
Cuando Borja y sus padres ya preparaban un nuevo viaje para asistir en directo al Campeonato de España de ciclocross (no pudieron ir a la edición de 2017 en Valencia), una llamada alteró un tanto sus planes: Gómez iba a competir en la modalidad cadete con Galicia.
“El presidente me dijo un día que si teníamos la posibilidad de convocarle, que lo estudiáramos. Lo hicimos y salió adelante, creíamos que se lo merecía. En todas las pruebas de ciclocross gallegas estuvo al cien por cien. Incluso en el Campeonato autonómico, que fue durísimo”, justifica Guillermo Sande. La decisión no pudo ser más acertada a todos los niveles.
“Es una persona de 10. Siempre estuvo atento a todos sus compañeros. Si decíamos que a las 22:30 o a las 23 todo el mundo tenía que irse a dormir, Borja era el primero que ponía la cama en su sitio. Le dio ese puntito de alegría, diferente, a la concentración”, continúa Sande. Los cuatro días de convivencia fueron inolvidables para todos (“no quería que le dejáramos en casa el domingo”). Desde luego, el trayecto hasta Legazpi fue para enmarcar.
“Nosotros viajamos, por todo el material que llevamos, en furgonetas de nueve plazas. Llevábamos unas emisoras para comunicarnos y Borja nos hablaba. Nos entretuvo todo el viaje. Fue impresionante esa convivencia de acercamiento. Él se integró con nosotros. Es un líder, tiene condición para serlo”, ejemplifica su entrenador. “Eso es lo más grande que te puede pasar: que le involucren y le consideren otro corredor más. Es precioso”, añade Ricardo, al que se le caían las lágrimas con su hijo ya en competición.
El tesón como motor de vida
Terminar una prueba a nivel nacional, y hacerlo como si se tratase de una auténtica estrella (“si los otros niños hacen saltos, él tiene que hacerlo igual. Así hace las cosas. Copia todo y quiere hacerlo igual que los demás”, define su padre), no es la primera hazaña de Borja. Ni será la última. Quizá la más grande de todas la protagonizó junto al grupo Discamino, con el que acostumbra a salir a entrenar.
“Con esta auténtica familia, tuve la suerte de poder ir con Borja a hacer etapas de la Vuelta y a subir siete puertos míticos del Tour de Francia (incluido el Tourmalet). Poder decir que fui con él y lo que disfrutó es increíble”, reflexiona Ricardo. Las ganas de su hijo son tan inmensas que nada ni nadie le pueden frenar.
“Borja tiene un tesón y una fuerza de voluntad… Este año nos hemos levantado a las seis o siete de la mañana para desplazarnos a las carreras de ciclocross. Un día estaba lloviendo y le dije que no íbamos. '¡Sí, papi, por Dios, tenemos que ir! ¡Venga, vamos, rápido!', respondió. Él es el que te anima y da fuerzas. Para nosotros es especial lo que hace. Estamos contentos no, lo siguiente”, resume orgulloso.
Borja es tal ejemplo para los demás que incluso consiguió que su padre también compita en ciclocross. Lo iba a hacer simplemente por darle el gusto al chaval, pero le ha acabado enganchando: “Como entreno con él y disfruto tanto de mi hijo… Él es el que hace por mí, el verdadero artífice, el que me da fuerzas, el que me anima”.
Desde luego, el niño tiene algo que engancha a cualquiera. Sus compañeros y rivales le aceptan como uno más desde hace tiempo. Y, poco a poco, todos. Ahí queda, por ejemplo, el trato de la Federación Gallega de Ciclismo desde la llegada al cargo de su actual presidente, Juan Carlos Muñiz. Además de llevarle a la selección, “le invitaron a la Gala del Deporte e hicieron leyes para que a las personas con síndrome de Down les sea más fácil correr”, como enumera su padre.
Borja no sólo es un campeón por sus cualidades humanas. Las deportivas no se quedan atrás. “Entre él y su padre se marcan el objetivo de acabar la prueba y si levantamos un muro de ladrillos en mitad de la carrera es capaz de echarlo abajo. Es un ciclista con una fuerza increíble [...] Tiene unas condiciones físicas impresionantes, incluso mejores que las de algún júnior con más edad que él […] En el mundo del ciclismo, yo no recuerdo a nadie con las condiciones de Borja, y con síndrome de Down menos, haciendo esto. Hay que ser muy valientes. Y su familia creo que lo es”, se sincera Guillermo Sande.
'Calis' ejemplifica ese coraje con su reflexión para aquellos padres en su misma situación: “Que no tengan ningún miedo, que den el paso. Que sepan que sus hijos van a hacerlo. Que son mejores de lo que piensan. Hay que confiar en ellos. ¿Cómo que no pueden hacerlo? Sí lo pueden hacer. Les va a llevar más tiempo, seguramente, pero son capaces de hacerlo. Borja no gana carreras ni va a quedar en el podio, pero sí lo puede hacer. Y lo está demostrando: acaba las carreras […] Lo importante es conseguir los objetivos. Hay que romper esas barreras que nos ponen”.
Ricardo y su mujer están “desbordados” por la repercusión del ejemplo de superación de Borja en las redes sociales, pero el niño vive ajeno a ese aplauso unánime que está recibiendo. Él se queda con los pequeños gestos. Los que, al final, marcan la diferencia: ir a correr, terminar la prueba y llevar el maillot de Galicia. “Papi, mira qué bien, qué bonito”, decía con él puesto. Sólo por eso, merece la pena intentarlo. Y no desfallecer nunca.
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