El calendario ha entrado ya en el mes de julio y eso significa que la temporada ciclista está a punto de reanudarse. Ya huele a asfalto, a carreras grandes, a nervios, a altitud, a calor sofocante, a mucho esfuerzo. Ya se oye la llegada de la caravana, los gritos al cruzar la meta, las indicaciones por el pinganillo, las caídas, los nervios.
El ciclismo está de vuelta y muy presumiblemente, muchos se volverán a colgar un dorsal después de unos cuantos meses parados en la Vuelta a Burgos, una carrera que este año se presenta como la primera antesala de un Tour de Francia que puede ser épico.
Si finalmente la carrera se celebra, allí estará Mikel Landa reestrenando el liderazgo de su nuevo equipo, el Barhain McLaren. Esta temporada se presentaba como clave en su carrera, como su última oportunidad, como el momento de la verdad, el de dar un salto a la élite o el de quedarse en eterno aspirante, un escalón por debajo de los grandes.
La valentía y la calidad de Mikel Landa en la montaña son incuestionables, pero llevar el peso de un equipo y obtener resultados son palabras mayores. Son aguantar y no desfallecer hasta el final. Es saber estar colocado en cada momento de la carrera. Y es saber ser inteligente para calcular y usar tus fuerzas en el momento adecuado para dejar atrás a tus rivales. Las heroicidades ganan espectadores, pero no suelen ganar carreras con regularidad ni firmar grandes contratos.
La dificultad del escalador
Mikel Landa es y será un aspirante a grandes vueltas. O más que a grandes vueltas, a buenos resultados. Sin embargo, cuando se pelea el número uno y no se consigue, casi todos los resultados se consideran negativos. Esta es la disyuntiva que ofrece la carrera del ciclista alavés, la de si debe conformarse con buenos resultados o si de verdad tiene el nivel necesario para alzarse con una victoria en una grande.
El actual corredor del Bahrain McLaren ha sido Top10 en cinco grandes vueltas a lo largo de su carrera. Dos veces en el Giro de Italia y otras tres veces en sus últimas tres participaciones en el Tour de Francia.
Sin embargo, de todas ellas solo una terminó en el podio. En líneas generales, se podrían calificar como buenos resultados, porque significa que, en cinco ocasiones, y en cuatro años diferentes, ha estado peleando con los mejores. Pero a la vez, significa que nunca ha estado cerca de morder un trofeo.
Lo cierto es que Mikel, por sus características y su perfil como corredor, tiene muy complicado dominar en una gran vuelta en los tiempos que corren con todo el talento y el nivel que hay en el pelotón actual.
Pocos pueden presumir de aguantar el nivel de Landa en la montaña, porque en su terreno y en sus mejores condiciones, el alavés es imparable. Está considerado por todos como uno de los mejores escaladores naturales del mundo. Con unas medidas y un peso idóneos, es capaz de escalar montañas a un ritmo endiablado. Lo malo, es que hoy por hoy, con eso no es suficiente.
Landa sufre demasiado en otras facetas tan importantes o más que la montaña. Su principal hándicap se encuentra en la contrarreloj. Al igual que a otros escaladores, esa naturaleza que le hace imbatible en la montaña le pasa factura cuando las carreras y los triunfos se juegan contra el crono.
Ahí, Mikel sufre, y sufre mucho. Y pierde tiempo, demasiado. Esas pérdidas son, en muchas ocasiones, prácticamente insalvables por mucho que más tarde intente volar raso alcanzado las cotas más altas, porque en el ciclismo moderno, las grandes carreras se ganan por segundos y en todos los terrenos.
Además, Mikel cuenta con otro factor en su contra. Esa mezcla de mala suerte, desorden o despiste que le hace estar muchas veces en el lugar equivocado y en el momento equivocado, ese punto en el que se producen las caídas más tontas que le alejan de la victoria.
Unas buenas piernas se pueden ver ensombrecidas por el enganchón más inoportuno que no solo hace perder tiempo, si no que también deja el cuerpo dolorido unos días, los suficientes como para no poder demostrar el estado de forma. El triunfo en una gran vuelta se debe a múltiples factores y pulir todos y cada uno de ellos es vital para un Landa que se encuentra ante una temporada clave en su carrera.
La presión del líder, la esclavitud del gregario
A pesar de no haber ganado nunca una grande, Mikel Landa sí ha tenido buenos resultados en alguna de ellas. Momentos en los que de verdad se le ha visto rendir al nivel de los mejores. Situaciones que, a pesar de no haber llegado a culminar nunca, han dejado tal poso en la retina del espectador que le permiten ser siempre aspirante. La calidad de Landa se mide en las dosis tan pequeñas que ha dejado de su talento y que sin embargo han alcanzado tanto reconocimiento.
Es un paradigma hasta complicado de entender porque, habiendo ciclista que han llegado a triunfar, se les ha medido con recelo buscando alguna excusa en sus victorias. Sin embargo, a Mikel, sin llegar tan alto, se le han visto detalles de tal grandeza que no pueden ser espejismos, tienen que ser las virutas de un ciclista que tiene madera de campeón.
Esos momentos de plenitud y de éxtasis han llegado sin duda en el Giro de Italia de 2015 con Astana y en el Tour de Francia de 2017 con Sky. Dos momentos, dos carreras, dos años en los que el nivel de Mikel era para haber competido con cualquiera y que, sin embargo, no le permitieron luchar por una grande. Ambos momentos de su carrera tienen un denominador común, en los dos, tanto en aquel Giro como en aquel Tour, Mikel Landa no era el líder de su equipo.
Y no ser el líder de un equipo tiene dos caras, una buena y una mala. La cara buena es la de no llevar responsabilidad, la de no tener la obligación de cumplir todos los días, de aguantar con los mejores, de que los resultados y el rendimiento de un equipo dependan única y exclusivamente de las piernas de uno mismo.
Sin embargo, la cara mala es muy amarga, sobre todo si como a Mikel, las piernas del gregario están a la altura o por encima de las del líder. Y esa cara es la que padeció Landa, sobre todo en el Giro de Italia del año 2015.
El Giro de 2015 fue un momento muy especial en la carrera de Mikel Landa. Fue su gran explosión, su demostración al mundo de que había llegado un talento imparable, un escalador nato y un corredor fuera de serie capaz de romper la carrera con su ritmo incansable. De hecho, el alavés demostró tener un motor que ni su propio líder Fabio Aru era capaz de aguantar.
Aquel Giro, el de su presentación en la élite, podría haber sido una batalla sensacional con Alberto Contador, gran vencedor de la ‘Corsa Rosa’. El pinteño se llevó aquella carrera con solvencia, la tercera en el país italiano y la novena general de tres semanas de su palmarés, sobrepasando a un Aru que no supo como contener el vendaval del español. A Alberto solo pudo hacerle frente un Mikel atado por su equipo y a la rueda de su líder, un líder que no estaba en su plenitud para luchar con el dúo de escaladores nacionales.
Nunca se sabrá hasta donde habría llegado aquel Mikel Landa desbocado si no hubiera tenido unos grilletes que acotaran sus movimientos. Aun así, dejó en aquellas tres semanas unas sensaciones increíbles de haber un ciclista de mucho nivel y con mucho potencial. Su balance final fueron un tercer puesto en la general y dos victorias de etapa en Madonna di Campiglio y Aprica.
Tan bueno fue su rendimiento que le sirvió para firmar por el mejor equipo del mundo. Mikel Landa abandonó Astana para huir de sus líderes, Aru y Nibali, y poder volar y crecer en solitario. De esta forma, el ciclista alavés quería optar a la consecución de una grande en base a las piernas mostradas en aquel Giro.
Sin embargo, en su nuevo equipo siempre estuvo supeditado al nivel de otros dos grandísimos ciclistas, Chris Froome y Wouter Poels. Con el primero de ellos alcanzó su mejor nivel en el Tour de Francia.
Fue en la edición del año 2017, en la que Mikel Landa terminó cuarto a un solo segundo del podio. Un maldito segundo que le privó de estar en el podio más deseado del ciclismo, pero un segundo que nunca más ha tenido la oportunidad de vencer porque nunca ha vuelto a estar tan cerca del tercer cajón.
En aquella edición, Mikel se destapó como un gregario de lujo, como el mejor gregario de la galaxia de estrellas que el equipo Sky alineaba en cada carrera, como el corredor que más aguantaba junto a Chris Froome. El motor de Mikel, encargado de hacer el último esfuerzo del británico fue tan terrible que en muchas ocasiones el ganador de cuatro Tours le instó a bajar el ritmo. Aquel Mikel Landa andaba desencadenado por las montañas francesas, siempre en el grupo de los mejores hasta escalar los máximos puestos posibles en la general.
Tan solo un segundo le separó de Romain Bardet y de haber cumplido el sueño de haber estado en el podio del Tour. Sin embargo, dos años después y de nuevo sin la presión del liderato, Landa volvió a dejar en una carrera de tres semanas su sello y esas sensaciones de poder ser el buque insignia de un proyecto que compitiese por ganar una grande. Y de nuevo, este imparable rendimiento, le sirvió para firmar un nuevo contrato, esta vez con el Movistar Team.
La oportunidad
Si todo va como parece, Mikel Landa estrenará liderazgo único en el Tour de Francia en su nuevo equipo, el Bahrain McLaren. Tras años de protagonismo compartido en Astana, en Sky y sobre todo en Movistar, el ciclista alavés abandonó la formación telefónica huyendo de la competencia de hombres como Nairo Quintana o Alejandro Valverde que le impedían tener un equipo a su entera disposición.
Por ello, buscó una propuesta en el mercado que le asegurase ser, de una vez por todas y a sus 30 años, jefe de filas. Mikel Landa afronta su primera temporada como líder único, y lo hace más confiado y motivado que nunca. Afirma sentirse más maduro, haber superado épocas difíciles y estar más centrado y concentrado en la carretera, donde quiere demostrar de una vez por todas que puede pelear por una grande.
Sin embargo, también está ante una de sus últimas oportunidades de hacerlo, quizás ante la definitiva, porque siempre quiso liderar y esta vez, cumplirá su deseo. Ahora son sus piernas y su rendimiento quienes marquen que Mikel puede pelear de tú a tú contra los mejores y salir victorioso porque, otra derrota, terminaría con un crédito que se ha ido agotando de traspaso en traspaso.
Para ello, contará con un equipo de nivel que deberá estar con él en las duras y en las maduras. Y para muestra, un botón. El ejemplo de lo que debe ser un compañero lo ofreció el mismo Mikel en el pasado Giro de Italia en el que partía como teórico líder del Movistar Team, pero que se vio superado por un intratable Richard Carapaz.
Lejos de relevarse contra la evidencia, Landa arrimó el hombro todo lo que pudo y con mucha profesionalidad y rabia, ayudó a que su compañero se abrochase la ‘Maglia Rosa’. Bahrain McLaren no ha hecho público aun su equipo para el Tour de Francia, pero sí se puede analizar que compañeros podría tener Mikel en su sueño amarillo.
El primero de ellos, por veteranía y nivel, será Wouter Poels. Legendario gregario del Sky será el ciclista encargado de estar con Mikel hasta el final, de darle su último apoyo y ser última bala. Es, junto a Landa, el mejor escalador del equipo y deberá ser la segunda opción en caso de que el de Murguía sufra algún percance, salvo que el equipo decida llevarlo finalmente al Giro.
Como su fiel escudero podría estar Peio Bilbao. El excorredor de Astana recibió la llamada de su amigo Mikel que le ofreció llegar de su mano a Bahrain para acompañarle en sus mayores batallas. Gregario y ganador de etapas contrastado, es capaz de aguantar el ritmo de los mejores en la montaña y cortar al pelotón cuando introduce su marcha asesina cuesta arriba. Un escudero de garantías.
Junto a este terceto podría unirse otro corredor de calidad como Dylan Teuns, algo irregular pero capaz de estar con los mejores en el momento de la verdad si encuentra su mejor golpe de pedal. Seguramente, o él o Poels acudan al Giro como baza para la general, pero sin duda podría ser de gran ayuda para Mikel en la montaña e incluso en el llano si se muestra realmente comprometido.
Un escalón por debajo podrían situarse gregarios como el incombustible Rafa Valls, el austriaco Pernsteiner, el italiano Caruso o los británicos Williams y Scott Davies. Y para ayudar en el resto de etapas, en las llegadas nerviosas, en los llanos con los temidos abanicos corredores como Iván García-Cortina o Matej Mohoric. Habrá que ver también si el equipo decide llevar a alguno de sus sprinters para intentar pelear alguna victoria de etapa, lo que reduciría el número de candidatos a resistir en la montaña.
El Tour: objetivo obligado
El Tour de Francia 2020 será uno de los más extraños de la historia, si no el que más. No se correrá en el tradicional mes de marzo y no será el culmen de la temporada de muchos ciclistas, si no que será el principio a pesar de que se corra en septiembre.
Además, las circunstancias actuales provocarán que sea el mayor y casi único objetivo de muchos corredores al que llegaran casi sin rodaje en carreras, por lo que será toda una incógnita el rendimiento de los a priori favoritos.
Entre ese grupo de elegidos a pelear la carrera quiere colarse Mikel Landa, aunque tendrá difícil entrar en una selección tan poderosa como la que irá a este Tour. Especialmente porque habrá equipos que lleven hasta tres favoritos al título.
Este será el caso de equipos como Ineos o Jumbo Visma, que intentarán sacar más rédito a la tricefalia de lo que consiguió Movistar. Por parte del combinado inglés estará un trío temible formado por Chris Froome, cuatro veces ganador de la ronda gala y todo incertidumbre tras su grave caída de la temporada pasada, Geraint Thomas, el guerrero silencioso que ya se hizo con el triunfo en 2018, y Egan Bernal, la joven perla colombiana y vigente ganador de la carrera.
Por su parte, Jumbo Visma cuenta con trío de aspirantes liderado por el actual ganador de la Vuelta a España Primoz Roglic, el triunfador en el Giro y gran fichaje Tom Dumoulin, y el siempre combativo Steven Kruijswijk.
Además, otros grandes nombres que estarán presentes en la salida serán el dueto formado por Tadej Pogacar y Fabio Aru, los locales Thibaut Pinot y Alaphilippe, los colombianos Miguel Ángel López y Nairo Quintana, los españoles Enric Mas y Alejandro Valverde, el siempre peligroso Adam Yates y los corredores del Trek Segafredo Richie Porte y Bauke Mollema.
Todos estos y alguno más serán los aspirantes a ganar el Tour de Francia 2020, ese en el que Mikel Landa quiere reinar con su nuevo equipo. El nuevo ciclista que es hoy, más maduro y confiado de sus posibilidades, que ha abandonado muchas etapas y que ha guardado lo mejor de su carrera, tiene ante sí un reto tan difícil como definitivo, triunfar en el Tour más complicado y ante su última oportunidad como líder con crédito de un equipo.
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