La anécdota parece sacada de un cuento de Roberto Fontanarrosa: un domingo de septiembre de 1995, el técnico de un pequeño club de la provincia argentina de Santa Fe, Alumni, fue expulsado por sus reiteradas protestas al árbitro. En lugar de irse al vestuario, eligió trepar a un árbol para seguir dando instrucciones a sus futbolistas desde una rama.
La estampa captó el interés de Sergio Toriggino, un fotógrafo del diario La Capital (Rosario), que la publicó al día siguiente. Ese lunes vio la imagen Eduardo José López, entonces presidente de Newell's Old Boys (y padre del ex futbolista Lionel Scaloni), que decidió llamar al protagonista de la foto y ofrecerle un contrato como preparador de un filial del club en la Primera B Metropolitana. Sampaoli lo ha reconocido muchos años después: “Todo comenzó con esa foto”.
Veinte años después, Jorge Sampaoli (1960, Casilda, provincia de Santa Fe) viaja a Zúrich como uno de los tres candidatos al galardón de Mejor Entrenador del mundo en 2015. El argentino se ha colado discretamente entre la élite del fútbol mundial (Pep Guardiola y Luis Enrique) por su extraordinario trabajo con la selección chilena de fútbol: ha sido designado mejor seleccionador del año por la Federación Internacional de Historia y Estadística (IFFHS) tras haber logrado el milagro de dar al país conosureño su primer campeonato en un siglo de historia, la Copa América 2015 (celebrada en el propio Chile), que regaló al país andino la noche más feliz de su vida.
La ‘Roja’ arrebató a la Argentina de Messi el trofeo en una final muy caliente, decantada por el inolvidable penalti de Alexis Sánchez a lo ‘Panenka’. Un técnico argentino, proveniente del país rival por antonomasia, daba a Chile una gloria desconocida y prolongaba la agonía del mejor futbolista del mundo con la albiceleste. Ni siquiera las temperaturas gélidas pudieron detener la juerga en Santiago esa noche.
Seis meses después, Sampaoli y Messi volverán a verse las caras este lunes en Suiza. “Valoro muchísimo la nominación, no por mí, sino por cómo se consiguió, porque estoy en el podio con gente que valora mucho el ataque. El premio no es para mí, es para cómo jugó Chile”, dijo recientemente el técnico argentino. El centrocampista (le apodaban el ‘Zurdo’) que vio frustrada su carrera futbolística por una fea fractura de tibia y peroné a los veinte años ha encontrado a los 55 el éxito internacional (la rumorología le situó recientemente entre los posibles sustitutos de Rafa Benítez en el Real Madrid).
Una carambola si se tiene en cuenta que hace sólo dos décadas, cuando se subió a aquel árbol, sin haber logrado triunfar como jugador, sublimaba su amor por el fútbol en banquillos de ligas amateurs por el interior de la provincia de Santa Fe. Sampaoli tiene muy presente esa escuela. “El fútbol se está alejando del amateurismo, de la adolescencia”, dijo hace unos meses en una entrevista al diario La Tercera. “Antes éramos mucho más comprometidos con los colores, con la camiseta. Ahora hay otras cosas. Y comprometer a un jugador que tiene mucha plata es muy complicado”.
La famosa insumisión del árbol sucedió en septiembre de 1995. Sampaoli aceptó la oferta en un filial de Newell’s Old Boys (precisamente el club donde empezó Messi de niño), pero no debutaría como entrenador profesional en un club de Primera División hasta 2002, emigrante en Perú. El club era el Juan Aurich y sólo ganó uno de sus ocho partidos. Se quedó en tierras incas hasta 2007, donde conoció el éxito (Coronel Bolognesi) y volvió a encontrarse con el fracaso (Sport Boys, su primer ‘grande’).
Después se mudó a Ecuador (fue subcampeón con el Emelec, con récord de puntos incluido) y finalmente volvió al sur del continente, aunque al otro lado de los Andes, para entrenar a la Universidad de Chile, con quien conquistaría el torneo Apertura, el Clausura y la Copa Sudamericana en la memorable temporada de 2011: se convirtió, por ejemplo, en el primer club chileno que vencía a equipos de Argentina, Brasil y Uruguay en una misma campaña.
La huella de Marcelo Bielsa
Sampaoli es conocido por su carácter obsesivo y su admiración por Marcelo Bielsa, el entrenador que más le marcó en sus años de formación solitaria. Se cuenta que solía salir a correr con auriculares para escuchar las largas ruedas de prensa del ‘Loco’. Cuando llegó a Chile, el seleccionador nacional era precisamente Marcelo Bielsa: el argentino había logrado modernizar el fútbol local (puede recordarse el partido contra España en el Mundial 2010) y en las encuestas de popularidad, a pesar de su nacionalidad, era uno de los personajes públicos mejor valorados por la población chilena.
Bielsa se marchó al Athletic de Bilbao en 2011 y llegó el también argentino Claudio Borghi, cuya etapa al mando de la selección estuvo marcada por críticas al juego y por sus fuertes sanciones a los casos de indisciplina (principalmente borracheras en horario prohibido) que habitualmente lastraban al equipo.
Borghi fue despedido en noviembre de 2012 y a Sampaoli, unánimemente respetado por su labor al frente de la ‘U’, le propusieron preparar a la selección que había modelado con paciencia su maestro durante cuatro años y llevarla al Mundial de Brasil. Aceptó el desafío y encajó como un guante en el papel. Los jugadores estaban acostumbrados a un entrenador argentino obsesivo que supervisaba hasta los mínimos detalles, vestía de chándal y no presumía de lujos.
El larguero de Pinilla
Chile perdió el primer partido (1-0) contra el otro gran rival, Perú, pero después encadenó cuatro victorias consecutivas (Uruguay, Paraguay, Bolivia y Venezuela), un empate con Colombia y un último triunfo contra Ecuador que le clasificaron al Mundial de Brasil 2014.
Allí, como se sabe, tuvieron al anfitrión a su merced durante la prórroga de octavos de final y y pudieron eliminarle en el último minuto con aquel trallazo, ya legendario, de Mauricio Pinilla. "Era el momento justo para hacer historia y concretar el ‘Mineirazo’, que nos hubiera dado un instante histórico para el pueblo chileno", dijo el seleccionador tras la derrota por penaltis. “Uno trata de instalar que, más allá de los nombres propios, puede equipararse con los equipos que son potencia. La idea era rebelarse a la historia y al rival, que nos dio la posibilidad de hacer partidos extremadamente intensos".
Sampaoli se confiesa hijo futbolístico del bielsismo: presión arriba, equipo adelantado, movimientos en forma de acordeón, posesión y alteraciones en el dibujo del equipo durante el partido. Su otro referente es precisamente Pep Guardiola, con quien comparte terna este lunes en Zúrich y la admiración con el español Juan Manuel Lillo, su segundo entrenador en la selección.
Sampaoli está mas cerca de Europa que nunca: ocupa titulares por la probable rescisión de su contrato con la federación chilena (cuyo ex presidente, Sergio Jadue, se encuentra en Estados Unidos en situación de libertad condicional tras haber admitido su culpabilidad en el macrojuicio de corrupción en la FIFA).
El técnico ultima su salto intercontinental sin esperar necesariamente a cumplir el récord de llevar a Chile a su tercer Mundial consecutivo (Rusia 2018), con Brasil como segundo destino preferido. ¿Se considera a la altura de entrenadores como Mourinho o Guardiola?, le preguntaron hace unas semanas en la televisión chilena. “Estoy muy lejos de eso”, respondió; “Sí me siento un entrenador que pueda convencer a alguien de jugar a lo que yo quiero”.
Rock, amor a los colores y Perón
Sampaoli, además del fútbol, ama el rock argentino (“el rock te marca una perspectiva distinta a lo que ves en la tele o en el periódico. Te marca el día a día, el sufrimiento, las injusticias”). Durante la Copa América, el técnico vivió momentos de enorme tensión; medio Chile le criticó por perdonar al ‘rey’ Arturo Vidal su accidente en estado de ebriedad durante un día de descanso en la concentración.
Dos semanas después, en cambio, su apellido era sagrado en el país. Había logrado perfeccionar el manual de Bielsa y optimizar el rendimiento de la mejor generación de futbolistas chilenos de la historia (Alexis, Vidal, Bravo, Medel, Valdivia, Matías Fernández, Aránguiz) hasta la victoria contra los mejores del continente.
Se le notaba exhausto mentalmente: “Tengo la necesidad de ser feliz y no creo que la felicidad esté vinculada con el fútbol”, afirmó días después. “Disfruto más una película, un concierto, un discurso del general Perón. Son las cosas que me apasionan”. (Del general argentino dice haber rescatado una de sus directrices fundamentales: “Conducir es persuadir. No es mandar”).
Poco antes de la Copa América fue presentado un libro sobre su vida y el técnico, preguntado por el torneo que iba a paralizar Chile durante un mes, se sinceró: “Quiero once fanáticos que se jueguen la vida por la camiseta. Once kamikazes, como cuando estaba Bielsa y parecían quince”. Medio año después, el discípulo del ‘Loco’ está en la cumbre del fútbol mundial.