Futbolísticamente las barreras entre el mundo y el fútbol inglés no existen aunque pareciera que el flujo es sólo en una dirección. Mientras el crisol de culturas que se aglomera en el fútbol de las Islas crece –la Premier cuenta con 59 nacionalidades distintas actualmente-, los jugadores locales no parecen dispuestos a salir. De hecho, prefieren bajar una categoría a pelear un puesto en otras fronteras.
Esta tendencia se lleva al extremo en los banquillos. En pleno 2016 sigue siendo algo atípico y atractivo ver el choque cultural que, tanto por cercanía como por contexto global, no debería extrañarnos tanto. Viendo las últimas experiencias de técnicos británicos en España no sería lógico que nos habituemos a ello.
Tras el inerte paso de David Moyes por San Sebastián, la llegada de Gary Neville no está dejando una impresión mejor: su salto de analista en televisión a Mestalla, sin olvidarnos de su puesto de ayudante en la selección inglesa, cuenta con un balance de 4 victorias, 6 empates y 6 derrotas que han visto 19 goles a favor y 23 encajados. Motivos que, probablemente, acabarán en su despido este miércoles pase lo que pase en la vuelta de semifinales de la Copa del Rey ante el Barcelona.
El idioma, un estilo de juego muy distinto con más precauciones y menos sprints, así como un entorno más agresivo en la relación entrenador-prensa son sólo algunos de los hándicaps que debe hacer frente el entrenador que quiera probar suerte fuera de la Premier League.
¿Qué tiene o qué le falta a ‘su’ fútbol?
Hace meses Quique Sánchez Flores reconocía sobre las diferencias entre técnicos ingleses y españoles que el producto de La Liga es mejor: “Lo habitual es que el entrenador español sea superior en conocimiento táctico y entendimiento. Eso termina siendo diferencial”. El técnico del Watford además cree que el fútbol inglés sigue muy centrado en lo físico y echa de menos “conceptos de comprensión del juego que se deben inculcar desde la base formativa”.
Esa diferenciación de conceptos puede ser una de las explicaciones para entender al técnico inglés en competiciones europeas o en otras ligas. Un choque cultural que desde hace décadas con Bobby Robson no encuentra una figura inglesa reconocida al otro lado del Canal de la Mancha.
Aunque el éxito está en la mezcla, en cómo Quique ha reconocido que esos conceptos centrados en lo físico dan puntos en la Premier (con la pareja Deeney-Ighalo en punta) o cómo Ranieri reconoce que ha adaptado su método de trabajo y los días de descanso (dos semanales) para que sus hombres se recuperen porque “en Inglaterra el juego es siempre de alta intensidad”.
Los banquillos de la Premier ya no hablan inglés
En casa, sin embargo, tampoco se respira el mejor clima posible. La llegada de inversores extranjeros y los nuevos contratos inciden directamente en un clima menos paciente; aquella cultura Premier de ‘dejar hacer’ con los entrenadores ha dejado de ser cierta. El choque se ha producido cuando la libertad de los managers locales para fichar, vender y gestionar la plantilla se ha encontrado con el sistema europeo de un director deportivo que coordine esa planificación y trabaje con el técnico. En este contexto más europeo han entrado en escena personas con experiencia en ese modelo como Manuel Pellegrini, Mauricio Pochettino, Claudio Ranieri, Quique Sánchez Flores o Ronald Koeman, entre otros.
Si contamos como locales a los entrenadores de Reino Unido e Irlanda por razones de cultura futbolística común y lazos históricos con la Premier League, la cifra de entrenadores ‘locales’ ha descendido de 15 hace cinco temporadas a 7 en la presente campaña.
“Si me apellidase Allardici entrenaría a un equipo de los cuatro primeros”, con esa mezcla de ironía y crítica, Sam Allardyce reconocía hace cuatro años la falta de oportunidad de los técnicos británicos. Desde entonces el panorama sólo ha empeorado. Actualmente los ‘hombres de la casa’ se reparten siete proyectos en la zona baja de la Premier: Mark Hughes (Stoke, 11º); Alan Pardew (Crystal Palace, 12º); Tony Pulis (WBA, 14ª); Eddie Howe (Bournemouth, 15ª); Steve McClaren (Newcastle, 16ª); Alex Neil (Norwich, 18º) y Sam Allardyce (Sunderland, 19º). Todos ellos lejos de poder alzarse con el título en una Premier League que han ganado dos técnicos escoceses, un francés, un portugués, un chileno y dos italianos.
Si nos alejamos al panorama europeo la cosa se complica aún más, pues sólo un británico (Sir Alex Ferguson) ha levantado una Champions o una UEFA en las últimas tres décadas. Datos en los que se resguardan los proyectos más ambiciosos para mirar fuera a la hora de contratar un técnico. El mejor ejemplo es el Chelsea desde la llegada de Roman Abramovich, quien sólo se ha confiado el equipo a técnicos ingleses de manera interina (Ray Wilkins -1 partido- y Steve Holland -1 partido-). Los otro nueve entrenadores en esta etapa han sido foráneos.
En busca de promesas
Roberto Martínez no tiene duda de que el futuro será distinto: “La llegada de Pep Guardiola a la Premier la hará mejor. Traerá un acercamiento táctico totalmente distinto. Será una inspiración para los entrenadores de todo el país”. Actualmente el fútbol inglés tiene un frente abierto en cuanto a sus técnicos mejor formados, la selección tendrá un puesto vacante a corto plazo y no hay ningún nombre importante aspirando al cargo.
De hecho si uno tiene que buscar las mayores promesas en los banquillos en los últimos años el nombre de Brendan Rodgers deja un sabor agridulce. El norirlandés influyó tácticamente con su Swansea pero no llegó a implantar su sistema en Anfield y ni mucho menos consiguió establecerse en el modelo europeo de la dirección deportiva.
Actualmente, la apuesta más segura parece Eddie Howe. El técnico de 38 años no sólo consiguió ascender al Bournemouth de cuarta a tercera categoría en su primera etapa y de segunda a la Premier en su estancia actual, sino que se está estableciendo en la Premier con un fútbol atrevido y sin complejos que le ha valido victorias ante Chelsea o Manchester United. A expensas de ver si lo que predice Roberto Martínez se cumple, Eddie Howe es una de las pocas luces en medio de la oscuridad para los técnicos británicos.