Toca volver al principio, a los primeros días, a aquellas palabras de Guardiola en su primer verano muniqués, a aquel “Thiago oder nichts, Thiago oder nichts… ('Thiago o nadie' o, en su traducción literal: 'Thiago o no')”. Entonces, el Bayern tenía la plantilla cerrada, pero Pep presionó a la directiva para que llegara el centrocampista del Barcelona. Y este pasado miércoles, todos agradecieron que aquello ocurriera así. Ante la Juventus, su pupilo agarró el cielo de Múnich, lo apretó con fuerza y lo hizo suyo. En el minuto 108, en tiempo de suspense: clavó los tacos en la pelota, se la cedió a Müller, recibió el balón y la acunó con una parábola hacia lo imposible. ¡3-2!
Thiago certificó una remontada que comenzó Lewandowski, confirmó en el minuto 90 Thomas Müller y finalizó Coman (4-2). Todos ellos, los cuatro, contribuyeron a darle la vuelta al partido. Pero ninguno sintió tanta alegría como el español, que apretó los puños como pocas veces lo había hecho con anterioridad. Al fin y al cabo, el miércoles por la noche, contra la Juventus, el fútbol le devolvió todo lo que le había quitado durante los dos años anteriores: continuidad, suerte y gloria. Le dio la fe y la oportunidad de cambiar su curso. Sin embargo, para entenderlo todo toca volver aún más al principio…
El calvario de Thiago comenzó en su primera temporada en Múnich. Tras encadenar varias lesiones que no le permitieron tener continuidad durante los primeros meses de competición. Pero, sobre todo, lo peor comenzó en marzo, con una rotura de ligamentos en la rodilla derecha que trastocó por completo sus planes. Entonces, el centrocampista intentó acortar los plazos, pero se volvió a romper, con el consiguiente resultado: no llegó a tiempo para disputar la final de la Copa de Alemania y tampoco el Mundial, y además comenzó una recuperación que a la postre duraría 371 días. Demasiado tiempo para un jugador que había llegado para ser la pieza en mayúsculas de Guardiola.
Tras aquel calvario, el español regresó esta temporada y, de nuevo, volvió a caer. Fue en el partido contra Inglaterra. El centrocampista se tuvo que retirar lesionado y volvió a ver cómo el fútbol le daba la espalda. Aun así, y a pesar de todas las dificultades, Thiago va camino de su mejor temporada en el Bayern con cuatro goles y ocho asistencias en 30 partidos. Quizás, números insuficientes para lo que se espera de él, pero en cualquier caso marca de su progresión.
Todo ese viaje, tan largo como tortuoso, ha finalizado con el fútbol dándole una nueva oportunidad. Por un lado, su gol contra la Juventus cierra un ciclo tortuoso, y por otro abre una puerta a la esperanza, a su vuelta definitiva y a la muy posible inclusión de Thiago en la lista de Vicente del Bosque. Este verano, en Francia, podrá recoger su herencia, la que le corresponde por ascendencia generacional y por su pasado blaugrana. Él era el sustituto natural de Xavi y así debería ocurrir este verano. A partir de ahí, el hispano-brasileño tiene en su mano responder a las expectativas generadas. No será fácil que lo haga. Pero tampoco lo fue salir de una lesión de 371 días y lo hizo. Seguro que tras aquello todo lo ve de otra manera. Y en el Bayern, también. Ya saben: “Thiago oder nichts”.