En pocas ocasiones una crónica arranca en el minuto 35. Pero esta vez es lo que toca, por justicia, por ley o por lo que quieran. ¿La razón? El árbitro, que debería ser un extra, erró y pasó a ser protagonista. Y lo hizo al expulsar a Torres por doble amarilla: la primera la recibió por una falta sobre Neymar -ésta sí era- y la segunda por una entrada en el centro del campo sobre Busquets que en ningún caso merecía sanción. A partir de ahí todo cambió. Poco importó el gol inaugural de Fernando, marcado 10 minutos antes, porque el Barcelona remontó el partido con dos tantos de Suárez y con un Atlético que a pesar sacó un buen resultado y sigue vivo (2-1).
Por poner orden a un caos de entradas, fútbol y polémicas decisiones arbitrales. El Atlético demostró desde el principio ser el peor rival que le podía tocar al Barcelona. El conjunto del Cholo Simeone se plantó en el Camp Nou y, pese a lo que se podía presuponer, buscó el balón y se puso por delante muy pronto: Koke le filtró un balón entre líneas a Torres y éste definió perfectamente delante de Ter Stegen. Pero en ese momento, cuando mejor estaban jugando los rojiblancos -con ocasión de Griezmann incluida- el árbitro se encargó de cargarse lo que hasta entonces había sido un partidazo. Le mostró la segunda amarilla a Fernando por una entrada sobre Busquets en el centro del campo. Una falta, por cierto, que no debería haber sido sancionada.
A partir de ahí, al Atlético de Madrid no le quedó otra que agachar la cabeza, ponerse el mono de trabajo y defender como si no hubiera mañana. Y, en parte, lo consiguieron. Tirando de épica, pasión, voluntad o de lo que quieran. Los rojiblancos aguantaron a pesar de estar con 10. A pesar, incluso, de alguna otra polémica decisión arbitral, como la posible expulsión de Suárez -por un manotazo del urugayo sobre Filipe Luis- o alguna que otra jugada discutible. Con todos esos antecedentes en la libreta del colegiado sin apuntar, bastante hizo el Atlético con salir vivo del Camp Nou y acabar como héroes.
Pero, como ya está dicho, tras la expulsión de Torres, el Barcelona se hizo con la pelota y no la soltó. Chocó contra el muro rojiblanco reiteradamente. Una y otra vez, sin cesar. Hasta que en el minuto 62 apareció Suárez: Jordi Alba recibió el balón en el segundo palo, le pegó mal y la pelota chocó en la pierna del uruguayo para meterse dentro. Y doce minutos después, el Barcelona hizo el segundo: Alves se la puso al delantero charrúa y éste dio la victoria a los suyos y posiblemente la eliminatoria.
Contada la película y analizado el partido. Hay dos cosas claras. La primera, que el árbitro se cargó el encuentro con la expulsión del delantero rojiblanco -incluso, que lo pudo igualar expulsando después a Suárez-; y la segunda, que Fernando Torres se equivocó yendo al centro del campo a hacerle una entrada a Busquets, en un lugar del campo donde no convenía. Eso es una certeza, como que por esta razón el Barcelona se vio favorecido gracias a la actuación del colegiado. Comentado esto, quedan 90 minutos. O 90 vidas, como dijo el Cholo Simeone en la previa. Y por tanto, todo puede pasar. Incluso, que el fútbol haga justicia -si es posible sin polémicas-.