No lo tenía nada fácil el Barça. Habian ganado Real Madrid y Atlético y la presión era máxima. El lugar, además, no era fácil: un Benito Villamarín siempre correoso para los grandes. Y, para más inri, se añadían los fantasmas del pasado, ya que el Betis fue uno de los que le quitó la Liga al Barcelona en 2007, el año al que se invocaba, sobre todo desde el madridismo.
Con la necesidad imperiosa de ganar, el Barça se plantó dormido y lento en Sevilla y el Betis quiso aprovecharlo. El problema para los andaluces era que no tenía el veneno de otros equipos arriba y, sobre todo, ya jugaban sin la tensión de jugarse algo: ya están salvados. Y con eso, jugaron a un ritmo casi de pretemporada, algo que no le valía para sacar puntos ante el líder.
El partido cogió el mismo tono que el de Anoeta y el Calderón, con una primera parte igualada, rozando el aburrimiento y yéndose al descanso con 0-0. El Betis solo apareció en dos lanzamientos de esquina y el Barça no tuvo su primera ocasión hasta la media hora de juego.
Con un partido tranquilo, apareció Mateu Lahoz para 'cargarse' el partido y ponerse de protagonista. En el minuto 35, expulsó a Westermann por doble amarillas. Las dos cartulinas eran claras, la primera por un agarrón a Messi y la segunda, tan solo siete minutos después, por una falta sobre Rakitic. El central verdiblanco se fue sin protestar, pero las quejas más que ir por la roja del alemán, fueron por el criterio arbitral.
Porque diez minutos antes de dejar al Betis con diez, el árbitro no expulsó a Piqué por una jugada muy parecida a la de De Jong con Xabi Alonso en la final del Mundial 2010. El central catalán elevó su pie hasta, literalmente, el hombro de Cejudo. Mateu lo vio, pero entendió que solo era amarilla. Mismo color de tarjeta que la que se llevó Messi por protestar. Las cosas que no se entienden de fútbol.
Acuciados quizás por la necesidad de ganar, el Barça dio otra imagen en la segunda parte. Salió con un arreón donde la más clara fue una de Luis Suárez tras pase de Neymar. El uruguayo falló lo infallable en el Villamarín, dando a entender que también es humano y que hasta los mejores 9 fallan. Después marcaría su tanto, a la tercera.
Antes de ello, un fallo garrafal de Adán y Pezzella (no se entendieron, ni se hablaron, los dos fueron a por el balón y ninguno lo dio) provocó el 0-1 del Barcelona, en botas de Rakitic. Es el segundo gol del croata exactamente igual: fallo de la defensa con su portero y él, sin quererlo, se encuentra el balón en su pie. Solo había que empujar. Eso cambió el partido y el Betis desapareció.
Un Juan Merino aun verde para entrenar en Primera quedó a expensas de un milagro que el propio beticismo sabía que no iba a llegar. Quitó a Joaquín por Musonda, y el joven belga dio alguna que otra carrera que levantó al Villamarín. Pero ahí quedó la reacción.
Agotado por el esfuerzo físico (jugaron 60 minutos con diez), el Betis se echó atrás y firmó el 0-1. Pero el Barcelona quiso confirmar su victoria, no fuera a ver que después hubiera sustos. Y los culés perdonaron, como si estuvieran jugando en el colegio. Hasta en dos ocasiones les dio un ataque de responsabilidad y entre Messi, Neymar o Suárez acabaron pasándose el balón sin que nadie quisiera meter gol.
Luis Suárez, en la lucha por un Pichichi que ganará, una vez confirmada la lesión de Cristiano, no quiso perder otra oportunidad de fallar y sentenció el partido con un gol tras quedarse cara a cara con Adán, que nada pudo hacer para cumplir su deseo de darle la Liga al Madrid. Ahí acabó el partido, un 0-2 en un encuentro aburrido en el que el Barça hizo lo que tenía que hacer: cumplir y ganar, más que agradar.
A los de Luis Enrique solo les queda dos escollos y ambos con algo en juego. Primero, el Espanyol, que puede estar jugándose el descenso pero que, además, siempre estará la rivalidad del derbi catalán, y más con el antecedente de los enfrentamientos del mes de enero. Y para más morbo, con el recuerdo de Tamudo, en una situación idéntica a esta: penúltima jornada de Liga en el Camp Nou. El último será en Los Cármenes, con un Granada, a priori, buscando una salvación agónica.
Dos jornadas, seis puntos y 180 minutos. Es lo que queda en esta Liga extremadamente rara que se decidirá en la última jornada cuando hace un mes el Barça sacaba nueve y diez puntos a sus perseguidores. Eso es el fútbol, y la liga española. El tren sigue su marcha y sus dos próximas paradas no son, usando el tópico, aptas para cardíacos.