El Madrid de los suplentes, encabezado por Gareth Bale, volvió a hacer los deberes en Anoeta y sigue adherido al trío que lidera la Liga. Cometió bastantes menos errores que en Vallecas, pero fue una victoria muy esforzada, decantada sólo a diez minutos del final, cuando los blancos habían decretado el acoso total y el fantasma de la desconexión al título tenía al banquillo de pie en la banda.
Los primeros 25 minutos, pese al descaro de la Real en su presión, fueron de claro dominio local. Una apertura de Lucas (omnipresente) a Bale por la derecha en el minuto 4 anunció el apetito merengue. James probó a Rulli minutos después tras una subida de Nacho por la izquierda. Era un partido entretenido, con dos equipos al ataque en medio del diluvio pasajero, donde tenían mayor protagonismo los blancos. Danilo entraba por la derecha y el Madrid remataba los córners (Ramos, Bale). El Madrid tenía ritmo, intensidad y mentalidad. Era un equipo más directo sin Kroos, alimentado por la electricidad de Lucas y la movilidad de un buen James.
Bale, líder
La Real no creció con el partido y al minuto 20 seguía buscando una idea ofensiva consistente. Perdía el balón enseguida y podía estar muy satisfecha con el empate. Gareth Bale, en el 21, remató de cabeza un centro primoroso de James que rozó el palo. Prieto, Oyarzábal y Bruma estaban desaparecidos (emergerían después). En el Madrid Modric dirigía, Lucas desequilibraba, James tiraba buenos balones desde la izquierda y Bale hacía de Cristiano, pero desde la derecha. En la segunda parte se colocaría directamente de '9' tras la sustitución de Mayoral.
Volvió el sol pasada la media hora y la Real se animó en ataque, especialmente por banda derecha (Zaldua-Prieto) y balones al área despejados por Ramos y Varane con comodidad decreciente. El Madrid jugaba todavía con notable frescura, intercambios de banda y una esperanzadora versión de James Rodríguez. Zidane pedía incluso calma desde la banda.
Y sus futbolistas debieron de hacerle caso, porque la Real fue asentándose hacia el final de la primera mitad y emparejó el duelo con su insistencia por banda derecha, el ajuste de marcas y la presencia inteligente de Zurutuza en el mediocampo. Por primera vez, el Madrid debía esforzarse para recuperar el balón. Lucas pudo marcar en el 40, pero el empate con el que se llegó al descanso pareció algo menos injusto que en el minuto 25. La jugada del equipo local en el 44 (la mejor de los donostiarras) les hizo merecedores de aplausos cuando marcharon al vestuario.
Espeso Mayoral
El Madrid pasó menos miedo en la segunda parte hasta el 57, cuando Bale estrelló un balón suelto a metros de portería, incomprensiblemente, en el pie de Rulli (de nuevo tras jugada de James por la izquierda). No estaba cómodo el Madrid con el empate: protestaba las pérdidas de balón locales. A la hora de juego había dejado de controlar el partido. Xabi Prieto y Zurutuza administraban con calma la ansiedad visitante, reflejada en imprecisiones diversas e Illarramendi seguía oficiando de mariscal blanquiazul, como toda la temporada.
Jesé ingreso por Mayoral, Modric se incrustó en tres cuartos, Ramos y Varane adelantaron metros y el aspirante al título quiso embotellar a los donostiarras en su campo. Estos se defendieron con toque y coraje, explotando los crecientes nervios que desprendía un banquillo al que en ausencia de Ronaldo y Benzema sólo le quedaba ya un revulsivo ofensivo: Isco. También empezaban a bosquejar un contragolpe que aprovechase los huecos que dejaba el Madrid atrás. El Madrid, durante un cuarto de hora, bordeó la desilusión.
Acoso y derribo
El malagueño reemplazó a un James que había bajado en intensidad tras una notable primera parte. La solvencia de Casemiro permitió liberar definitivamente también a Modric en ataque. El Madrid era un torbellino, se sabía medio eliminado del título (salvo milagro). Jesé lo intentó con una rosca que sacó Rulli junto al poste, por bajo. El problema era bajar después para detener los contraataques. Fueron minutos de patio de colegio en el sentido más elevado de la expresión.
Y en el 80 llegó Bale, el líder cuando no está Cristiano, el mejor cabeceador de Europa, para rematar un centro combado de Lucas y llevar la euforia a su banquillo. La presión había surtido efecto. Quedaban diez minutos: Modric bajó otra vez para dirigir la posesión y hacer correr a los locales, que ocuparon campo contrario y se arriesgaban ahora a una contra mortífera, generalmente conducida por Jesé en la izquierda. Bale, descolgado adelante en posición de delantero puro, era el tótem del equipo. Keylor detuvo un cabezazo de Zurutuza en el descuento. Anoeta rugía en cada centro, pero no fue suficiente. Como en Vallecas, con ayuda de Lucas, el 'Expreso de Cardiff' había rescatado a su equipo. Hay Liga todavía.