Hay momentos en el fútbol que quedan en la memoria colectiva de los amantes de este deporte. Uno de ellos es el cabezazo de Geli hacia atrás que dio al Liverpool su tercera Copa de la UEFA y cerró, de la forma más cruel, el sueño de un Deportivo Alavés que sigue teniendo en aquella final, considerada por muchos como la mejor de la historia del fútbol, su recuerdo de mayor grandeza.
De aquello se cumplen ahora 15 años. El 16 de mayo de 2001 los vascos se convirtieron en el equipo de todos los españoles: hasta nueve millones vieron por TVE un partido que es difícil de olvidar. Un Alavés que salió al Westfalenstadion con Herrera, Contra, Karmona, Téllez, Eggen, Geli, Jordi Cruyff, Tomic, Desio, Astudillo y Javi Moreno.
Difícil es recordar una derrota tan cruel como la que tuvo el Deportivo Alavés aquel infausto día en Dortmund. Por un lado, un equipo que jamás había participado en una competición europea. Por otro, el Liverpool, con cuatro Copas de Europa y dos de la UEFA en aquel momento. Los vitorianos se sobrepusieron a un 2-0 en el minuto 16 y a un 3-1 al descanso. Además, empataron (4-4) en el 89'. En la prórroga, Geli se marcó en propia en el minuto 118 (a dos del final). Ahí se acabó el partido: era gol de oro.
“Era un momento histórico, teníamos mucha ilusión”, nos recuerda Geli, hoy presidente del Girona, protagonista involuntario de la final. “Desde que me levanté por la mañana ya era muy especial”, comenta Javi Moreno, autor de dos goles en Dortmund. Para José Manuel Esnal 'Mané', entrenador de aquel Alavés, era “lo máximo a lo que se puede aspirar”. Los tres recuerdan con EL ESPAÑOL una de las últimas grandes gestas del fútbol español.
El camino a la final
Antes de la final, el Alavés tuvo que eliminar al Kaiserslautern alemán en semifinales (con un histórico 5-1 en Mendizorroza), al Rayo Vallecano en cuartos y al Inter de Milán en octavos. Fue esta eliminatoria la que supuso un punto de inflexión. En la ida en Vitoria habían empatado a tres y en el Giuseppe Meazza consiguieron un 0-2 con un repaso táctico de José Manuel Esnal 'Mané', técnico del Alavés.
“Eliminar al Inter fue un paso definitivo. Era creer que ya podíamos llegar a donde fuera”, comenta Mané, que, sin embargo, pone el duelo ante el Rosenborg como el paso de gigante que todo equipo necesita en una competición. Los noruegos venían rebotados de Champions y se habían llevado un 1-1 de Mendizorroza. El Alavés ganó 1-3 en Noruega.
Por sorpresa, los vascos se plantaron en la final de la Copa de la UEFA en su primera participación en el torneo. Tres años antes estaban celebrando, en esas fechas, el ascenso a Primera. “Era David contra Goliat y ganó Goliat. Pasó lo que tenía que pasar”, explica Javi Moreno.
La mejor final de la historia
En Dortmund, Mané sorprendió con cinco defensas en la alineación. A los 16 minutos, caía 2-0, con goles de Babbel y un jovencísimo Steven Gerrard. Obligado a cambiar, y aceptando su error, Mané quitó a Eggen (defensa) y sacó al delantero Iván Alonso. A los cuatro minutos de salir al campo, el uruguayo marcó el 2-1, tras rematar de cabeza un exquisito pase de Contra. Un error tonto de Martín Herrera, el portero argentino del cuadro vitoriano, provocó un claro penalti sobre Owen, que ese año ganaría el Balón de Oro.
Distinta fue la segunda parte. Tres minutos mágicos elevaron a los altares a un hombre: Javi Moreno. El delantero valenciano irrumpió con dos goles que llevaron el empate a la final. Primero tras un cabezazo de 'killer' tras otra asistencia extraordinaria de Contra, que volvió loca a la defensa inglesa con unos regates que aún se recuerdan por Vitoria. Después con una falta directa que lanzó rasa, pasando el balón por debajo de la barrera.
Con el partido igualado, Mané sorprendió quitando a Javi Moreno, pero no fue hasta el minuto 73 cuando un contraataque pilló descolocado al Alavés. Fowler encontró un balón en la frontal del área, se fue metiendo por el centro y disparó sin que nadie le pusiera oposición. Era el 4-3.
Al Alavés no le quedó otra que tirar de épica y así lo consiguió. En el 89', Óscar Tellez lanzó un balón arriba, Iván Alonso la peleó y el esférico le llegó a Magno. En el área, Westerveld, portero del Liverpool y posteriormente de la Real Sociedad, le derribó, pero el árbitro francés Gilles Veissière no quiso ver nada. El balón se fue a un saque de esquina que acabó en el gol de Jordi Cruyff, tras una mala salida del propio Westerveld. La imagen fue la de un Mané saltando, y resbalándose a la vez, en su banquillo. 4-4. El partido iba a la prórroga.
Si la gesta era difícil, más lo era cuando Magno hizo una falta innecesaria en el centro de campo a Babbel. Era la segunda amarilla y el Alavés se quedaba con 10 a falta de 20 minutos para el final. Pero quedaba aún el momento más cruel que, seguramente, ha vivido un equipo español en Europa.
En el minuto 117', Smicer se fue por la banda. Karmona, capitán del Alavés, superado por las circunstancias, le agarró. Era su segunda amarilla. Los vascos, con nueve. McAllister lanzó la falta. Un balón al punto de penalti, en el que no había compañeros para rematar. Herrera salió de puños, pero Geli no se enteró. El defensa del Alavés cabeceó el balón hacia atrás y se lo metió en su propia portería. 5-4. No había tiempo para más porque, en esa final, se había implantado el gol de oro, que consistía en que en el momento que hubiera un gol se acababa la prórroga.
“Soñé que ese balón no entraba”
A Geli le ha perseguido siempre ese gol. “Soñé durante bastante tiempo con que ese balón no entraba o porque había hecho eso”, nos comenta. “Fue muy difícil de asumir. Te sientes culpable, responsable de haber perdido la final. Pero no quedaba otra que seguir, que pasar página”.
Para Mané "fue un palo. Estábamos muertos, con dos jugadores menos, aspirando a que acabara el partido. No sé si los penaltis hubieran resuelto el problema. Pero fue un palo”. Tras esa final, no se volvió a utilizar el gol de oro: “Les hizo reflexionar. Algo vieron que no era justo en lo deportivo. Esa forma de acabar… parece como que te cortaban la vida. No nos dejaron ni siquiera poder sobreponernos”.
“Éramos un equipo humilde, pero había jugadores de calidad. Gente joven con un futuro muy bueno y algunos otros veteranos”, recuerda Geli. “El vestuario era una familia, íbamos a comer y cenar todos juntos”, apunta Javi Moreno. “Lo principal es que jugaban bien al fútbol, era un equipo muy bueno”, comenta Mané. Ese verano, Contra y Javi Moreno, dos de las principales figuras de aquél equipo, acabaron marchándose al Milan, en el que no cuajarían.
El Leicester de 2001
La comparación con el actual Leicester es obligatoria. Ambas ciudades tienen prácticamente la misma población, aunque los ingleses tienen más presupuesto que aquel Alavés. Los de Ranieri lograron ganar la Premier, mientras que los españoles se quedaron a las puertas. Pero hay varias cosas en común.
“El Leicester es un equipo que puede recordar en cierta medida a ese Alavés, sobre todo cuando rompes ese estigma de cuando te enfrentas a los grandes”, explica Mané. “Cuando no se cuenta con un equipo, siempre existe el factor sorpresa”, añade Geli.
Desde entonces, nadie repitió una cosa así. El que más se acercó pudo ser el Getafe, que cayó también de forma cruel ante el Bayern de Múnich en los cuartos de la edición de 2008. Precisamente en el equipo madrileño estaba, y como jugador destacado, Cosmin Contra, nexo de unión entre los dos equipos que más 'unieron' a los españoles. “Si el Leicester ha ganado la Premier, ¿por qué otro equipo no puede hacerlo?”, se pregunta Javi Moreno. “Seguro que siempre habrá este tipo de gestas en el deporte”, aventura Mané.
Pasarán los años y se recordará siempre al perdedor de aquella final. Por cómo la perdió, por su gesta incompleta, por su remontada heroica incompleta y por el ejemplo que dieron. La mejor final de la historia del fútbol acabó con lágrimas para un Alavés que tocó la gloria para morir de la forma más cruel: con gol de oro, que era en propia puerta, y a falta de dos minutos. Tres lustros después, 'El Glorioso' busca revivir viejas glorias, buscando el ascenso a la Primera División.
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