Minuto 57, el Liverpool necesitaba marcar tres goles ante un Dortmund que no sólo había tenido más acierto, sino que les había arrollado en Anfield. Entonces, la presencia de Klopp activó lo más valioso de este club, la afición. No son palabras hechas como en otras entidades. Sin Luis Suárez, sin Gerrard, sin Sterling y sin la mejor versión de Sturridge, a este Liverpool sólo le quedaba una carta para cerrar un ciclo y abrir otro: el aliento de Anfield. El club lo sabía y recurrió a un mago de los banquillos, en lo táctico y, sobre todo, en lo emocional: Jürgen Klopp.
Gracias a que él grita y gesticula inconscientemente la afición se cree capaz de todo y, a base de esa irracional vehemencia, los jugadores no se pararon a pensar cuántos goles en cuánto tiempo. Simplemente actuaron. Simplemente lo hicieron. Remontaron al Dortmund y, después de eso, remontarle el 1-0 al Villarreal fue una labor sencilla.
Klopp ha caído de pie en Inglaterra, en parte por esta conexión con la grada. Pero cuando cuando uno para de pensar en la revolución mental que ha provocado el alemán, se encuentra con un equipo hecho para otra idea y que le ha obligado a adaptarse a un fondo de armario muy distinto al que le hizo famoso. Klopp ha cogido un traje que no era suyo y lo ha cambiado para que le quede bien.
El Klopp más loco
Por más que se busque en la plantilla del Liverpool, no se encuentra un mediocentro capaz de organizar al equipo. No hay un pasador capaz de manejar el ritmo que le conviene. La mayor transformación de la idea que todos presumían de Klopp ha venido con un nombre: Emre Can, el ‘pivote’ de este Liverpool.
El técnico alemán acepta los riesgos y los incrementa, no tiene a nadie capaz de hacer llevar el balón al área rival a base de pases, como era ‘su’ Gündogan, y por eso ha decidido soltar la correa a Can. El medio tiene la obligación de descolgarse, de arrancarse con potencia para generar superioridad, tanto por los pases como por la acumulación de gente arriba. Klopp acepta el riesgo en cada pérdida, sabe que da facilidades a la contra, pero es la manera más sencilla para crear las avalanchas ofensivas y ubicar a su equipo tan cerca de la meta rival.
Además, Klopp no sólo ha adaptado a Can, sino que ha hecho de James Milner un medio con responsabilidades en el pase en los metros finales por dentro. Can y Milner son una pareja de centrocampistas que ha solucionado el problema con el balón, pero que obliga a Klopp a jugar con fuego. Si pierden el balón, es difícil que el Sevilla de Gameiro y Banega no llegue al área. La otra solución que tiene desde el banquillo es Joe Allen, un jugador que hasta su llegada languidecía de personalidad en Liverpool y que gracias a Klopp ha recuperado sensaciones y se atreve. Desde que el alemán aterrizó en Anfield, él les pide que se atrevan y los jugadores se ven capacitados.
Los problemas en defensa
A Klopp se le ha caído gran parte del plan defensivo con la sanción de Sakho por dopaje. Esos riesgos ya comentados con los medios sitúan a los centrales ‘red’ con muchos metros a la espalda. Con Lovren y Sakho ya había peligro por su tendencia al error y al desorden, pero por características físicas eran capaces de ganar los duelos a base de fuerza y velocidad.
Sin Sakho, llega un nombre: Kolo Touré. Más torpe, más lento y más limitado con balón. Todo parece más predispuesto a que Kevin Gameiro se haga importante en el Sevilla, pero es un riesgo que Klopp tiene que gestionar para que Can y Milner (o Henderson en caso de que se haya recuperado de la lesión) funcionen y activen a todo el ataque.
El otro punto del problema es la salida de balón. Uno de los aspectos más trascendentales en la carrera de Klopp, donde ha pasado de tener especialistas como Hummels o Gundogan a tener a Lovren-Touré. Ambos son muy tendentes al error, junto a Can y Milner, que han pasado a ser muy directos y profundos con sus pases y con más presencia en campo contrario que en los primeros pases.
El técnico sevillista, Unai Emery, no daba pistas en su entrevista con El Mundo sobre si les dejarán salir o morderán: “Somos mutantes en cada partido, con la competitividad como máxima. Podemos ser un equipo de contragolpe si es necesario, pero también podemos liderar la posesión. Como ya he dicho, si me das a elegir escogeré ganar”.
Una capacidad para variar el discurso que el Liverpool no tiene ni puede conseguir, porque ni la plantilla está diseñada para Klopp ni los elegidos por él son los perfiles idóneos para cambiarlo.
Los cambios en ataque
En esta revolución ‘red’, el ataque lo fundamenta todo. Ser más en campo rival es la prioridad, aunque atrás se corran más riesgos. El nexo de unión sobre el campo entre el paso de Rodgers y la llegada de Klopp es Coutinho. El brasileño es quien pisa el acelerador en campo rival partiendo desde la izquierda y eso es lo único que se asemeja al plan de Rodgers. Con un papel similar en el otro costado, se ha hecho fijo Adam Lallana, uno de los nombres que más ha mejorado con el cambio de entrenador principalmente por la confianza, alejándole de las constantes rotaciones de Rodgers.
Aunque si ha habido un nombre que ha cambiado su mal arranque de año ha sido Firmino. El mediapunta, que ha participado también como delantero, ha aportado movilidad, vértigo, gol y mucho descaro. Ha sido la gran mejoría y quien ha tapado las ausencias de Origi y Sturridge. Ahora que Klopp cuenta ya con esos delanteros, se muestra otra variación respecto a su Borussia.
Arriba ha optado por profundidad más que por juego aéreo y referencia en el área: la movilidad y profundidad de Origi, Sturridge e incluso Firmino antes que Benteke han sido una sorpresa. Precisamente, Benteke fue el fichaje estrella en un verano opuesto a lo que Klopp habría diseñado.
La otra seña de identidad de la que Klopp ha impregnado a su Liverpool es la presencia de los laterales Nathaniel Clyne y Alberto Moreno en ataque. Dos jugadores de gran velocidad y verticalidad que embotellan al rival en su área y que permiten al Liverpool mover el balón muy arriba. Por supuesto que para el equilibrio defensivo hay otra opción (Flanagan por Moreno), pero perderían fluidez con el balón para asegurar. Es decir, serían menos Liverpool.
A este Klopp más alegre y radical le puede salir bien o mal la apuesta contra el Sevilla. Es uno de los grandes en el arte de adaptarse al rival, pero cuando su equipo ha intentado contenerse en su idea las fracturas se han hecho más visibles. Klopp admite el error atrás, pero nunca permite que se deje de creer que es posible ni tampoco bajar las revoluciones en campo contrario.