Algunos chicos en piragua, de paseo, una trainerilla, una trainera entrenando… Pero no, el martes no se vio surcar la gabarra por la Ría de Bilbao, con las jugadoras del Athletic a bordo, para festejar la conquista del campeonato de fútbol femenino de Primera División que habían logrado el domingo anterior. Pese al debate generado en la calle, pudieron más las voces contrarias a tomar tal decisión. El fútbol femenino, el deporte en general, ha perdido así una oportunidad excelente de hacerse visible, para poder lucir los éxitos que viene acumulando en los últimos tiempos. Pero, vayamos por partes.
El fútbol en Bilbao, ya se sabe, es más que un deporte, es pura religión. Los hinchas no son meros aficionados que acuden a animar a su equipo; son devotos de unos colores, el rojo y el blanco (y negro) del Athletic. Por el club de sus amores y desvelos, cientos de miles de personas se agolparon en ambos márgenes de la Ría para ver pasar a los jugadores que conquistaron la Liga 1982-83 (elevados para siempre a la categoría de héroes, incluso mitos, en el ideario bilbaíno) a bordo de una gabarra, una embarcación de las que se utilizaban para transportar mineral, que desde entonces se convirtió asimismo en un mito. De tal manera que entre los aficionados del conjunto de San Mamés no se habla de ganar un título, sino de sacar la gabarra. Esa barcaza sirve desde entonces a los jugadores del conjunto bilbaíno para celebrar sus más grandes gestas deportivas. Aunque desde 1984 no ha vuelto a ser necesitada. Ahora descansa en el Museo Marítimo de la Ría de Bilbao, a los pies del flamante nuevo San Mamés.
Aquel día de primeros de mayo de 1983 no hubo colegio, cerraron muchos talleres y comercios, la vida en Bilbao, en Bizkaia entera, se ralentizó. Todo, para ver el paso de los campeones a bordo de la gabarra, rebautizada Athletic para la ocasión, por las sucias aguas de la entonces triste y aún industrializada Ría. En un posible ejemplo más de bilbainismo, las crónicas de la época hablaron de que el descenso de la gabarra fue seguido en vivo por un millón de personas. ¿Las hubo? Quién sabe. Dejemos el mito estar.
¿’Leonas’ en gabarra?
Nadie esperaba que ese millón de personas (o así) acudiera el martes 8 de junio de 2016 a celebrar el título de Liga de Primera División, recién conquistado por el Athletic Club femenino. Pero, como dice José Mota, ¿..y si sí? Enseguida prendió la chispa de otro de los deportes favoritos de los aficionados al fútbol (más aún en la ciudad del Guggenheim): la discusión, en los bares, en cuadrillas de amigos, en las redes sociales, en todas partes. ¿Había que sacar la gabarra para que las leonas pudieran pasear su triunfo en la competición doméstica más importante, como hiciera el equipo masculino hace 32 años por última vez?
El debate fue tomando cuerpo y llegó a instituciones y formaciones políticas (PSE-EE, EH-Bildu, Ganemos y UdalBerri), que se manifestaron a favor de que el equipo entrenado por Joseba Agirre, y el propio preparador, claro, tuvieran la posibilidad de protagonizar dicho homenaje. La directora del Instituto Vasco de la Mujer-Emakunde, Izaskun Landaida, lo tenía más claro aún: “Es curioso que se susciten este tipo de dudas cuando se habla del primer equipo femenino. Dudo que esta pregunta se planteara si fuera el equipo de chicos el que hubiera ganado la liga”, señaló, según recogió eitb.eus.
El alcalde de Bilbao, el nacionalista Juan María Aburto, abordó con cautela este espinoso tema: el Athletic femenino se merece “exactamente los mismos honores” que el masculino, dijo. Por lo tanto, el Consistorio se comportó con el equipo femenino de igual manera que había hecho en agosto pasado con el masculino, cuando los chicos de Ernesto Valverde ganaron la Supercopa: una recepción en el Ayuntamiento. Al preguntarle por la gabarra, señaló que eso le concernía al club.
Incluso el presidente del Consejo Superior de Deportes, Miguel Cardenal, igualmente bilbaíno, terció en el debate: “No conozco los detalles, pero me parece un tema trascendente. Lo voy a estudiar con detenimiento, pero como premisa general manifiesto que la celebración y los méritos debe ser los mismos para el deporte masculino y el femenino”, expresó públicamente en declaraciones recogidas por agencias y varios medios de comunicación.
El debate en la calle fue más allá aún. A veces encendido, con comentarios a favor y en contra (muchos) de tal medida (que si ‘quienes hablan de sacar la gabarra nunca se preocupan del fútbol femenino’, que ‘si queremos igualdad debemos empezar a tomárnosla en serio con cosas como ésta’…). A través de la plataforma change.org se organizó una recogida de firmas para que el paseo en gabarra por la Ría se recuperase para honrar, en este caso, a las campeonas. A última hora del lunes había sumado más de 27.000 firmas. En vano.
Con pies de plomo
Porque definitivamente no hubo gabarra. La Directiva del Athletic, que siempre tiene que andar con pies de plomo en cualquier decisión que afecta al club bilbaíno para tratar de no herir ninguna sensibilidad de la familia rojiblanca (cada aficionado rojiblanco, no solo cada socio, considera que una parte del club le pertenece), después de reflexionar, decidió que los actos de celebración consistieran en una ofrenda del trofeo en la Basílica de Begoña, seguida de una posterior recepción en el Ayuntamiento de Bilbao, con saludo a la afición desde la balconada del edificio, para terminar con una última recepción, esta vez, en la Diputación vizcaína.
El caso es que la cita del martes por la tarde frente al Consistorio de Bilbao reunió a miles de personas, la mayoría vestidas de rojiblanco, que no dejaron de jalear a las campeonas, mientras se escuchaban cánticos esporádicos sobre la polémica (¿’Y la gabarra, qué? ¿Y la gabarra, qué’) y algunos silbidos cuando apareció la figura del presidente del Athletic, Josu Urrutia, en la pantalla gigante instalada junto la fachada principal del edificio, en la que se emitían imágenes de la recepción en el interior de la casa de todos los bilbaínos.
Oportunismo
Urrutia no desaprovechó el momento de su discurso ante el alcalde y los miembros de la Corporación municipal (que luego repitió en la Diputación) y criticó el oportunismo de los grupos políticos que habían exigido la salida de la gabarra para celebrar el título. “El fútbol, el deporte en general, no ha de ser un ámbito al que acercarse únicamente cuando las celebraciones populares asoman a la puerta”, dijo, para añadir: “El acompañamiento y la presencia política no ha de ser flor de un día”.
Aunque la crítica más mordaz fue para los medios de comunicación, a los que reprochó que “el seguimiento que tiene el fútbol femenino, o más incluso el deporte femenino en general, dista mucho de ser equiparable al de una celebración tipo que, parece, hemos de organizar”, en clara alusión a la gabarra. Para concluir, lanzó un irónico mensaje: “Presupongo que la intensidad será canalizada como debe en adelante. Con esto, chicas, quiero decir que tendremos páginas diarias, tertulias, programas de televisión…”, señaló, según informa elcorreo.com.
Tenía razón el presidente del club en sus críticas a los medios por la escasa atención al equipo rojiblanco. Y eso que hablamos de un conjunto, el Athletic, que es el más laureado de la Primera División femenina del futbol español: tiene cinco títulos de campeonas de Liga (2002-2003, 2003-2004, 2004-2005, 2006-2007 y 2015-2016), pese a su joven historia (fue creado en 2002 a partir del Leioa FT). Y posee alguno de los récords más espectaculares del fútbol femenino en nuestro país, como el de congregar en el viejo San Mamés a 35.000 espectadores en el último partido de la temporada 2002-2003, la primera que disputó de la Superliga (entonces se llamaba así) y que acabó ganando en aquel encuentro.
Suficiente, aunque injusto
¿Fue suficiente el homenaje a las campeonas? Probablemente, a tenor de lo visto; pero también injusto. Y no por la decisión adoptada por la Directiva del club bilbaíno (puede gustar más o menos, pero es lo mismo que se decidió hacer cuando el Athletic, el de toda la vida, el masculino, ganó la última Supercopa de España al Barcelona, el primer título oficial conquistado tras decenas de años de sequía), sino por lo que a la situación del deporte femenino en general se refiere.
¿Alguien sabe cómo consigue sobrevivir el deporte femenino de elite? ¿De dónde salen y cómo llegan hasta lo más alto los talentos que últimamente nos colman de éxitos? ¿Cómo sobreviven (esfuerzo aparte) sin tener casi repercusión en los medios de comunicación, con lo que es muy difícil que lo que realizan llegue al gran público, mucho menos a los patrocinadores?
Según un estudio de la Dirección de Juventud y Deportes del Gobierno Vasco realizado en 2013, tras un análisis de las páginas deportivas de los periódicos locales (cuyos resultados probablemente sean extrapolables al resto del territorio español), las noticias sobre deporte femenino solo tuvieron un 5% de visibilidad; o dicho de otra manera, el 95% de las informaciones deportivas se referían a deportes masculinos. Otro dato preocupante que recoge dicho informe: un 36,7% de las informaciones que abordaban el deporte femenino eran noticias breves. Por no hablar de la brecha salarial, que aleja hasta en un 2.000% lo ganado por un deportista masculino en comparación con lo que cobra una mujer.
La rueda de prensa fantasma
Un dato más hiriente que pone blanco sobre negro esta situación. El pasado 27 de mayo, viernes, antes del decisivo partido del Athletic contra el Atlético de Madrid en las instalaciones madrileñas del Cerro del Espino del día siguiente (con cuya victoria, de producirse –se produjo- las bilbaínas prácticamente se aseguraban el título del campeonato de Liga), el club convocó una rueda de prensa en la que iba a estar presente su entrenador, Joseba Agirre. La rueda de prensa nunca se celebró. Tuvo que ser suspendida porque ningún periodista hizo acto de presencia. Sin palabras.
Claro, dirán, aquí el fútbol femenino no está tan desarrollado ni respaldado como, por ejemplo, en los Estados Unidos, y por eso los medios de comunicación apenas si le dedican unas líneas habitualmente. Ya. Cuestión de prioridades, argumentan. Puede ser, pero parece uno de aquellos círculos viciosos que cantaban Sabina, Krahe y Pérez en La Mandrágora: la prensa no se hace eco del fútbol femenino porque no despierta interés en la gente, que apenas va a ver los partidos; ¿y por qué no despierta interés en la gente ni van a ver los partidos? Porque no salen en la prensa.
Los éxitos del deporte femenino
¿Es ese el sino del deporte femenino en nuestro país? Tenemos menos memoria que Dory, el pez de Buscando a Nemo. Hagan el pequeño esfuerzo de repasar los éxitos que ha logrado el deporte español en los últimos tiempos. Muchos de ellos han llegado de la mano de mujeres: los conseguidos por la selección de waterpolo, o por la de balonmano, o la de baloncesto, o por Garbiñe Muguruza, Carolina Marín, Mireia Belmonte, Ruth Beitia… ¿Hay que seguir? Ahora, vuelvan a hacer memoria. ¿Cuántos de ustedes conocían la existencia de, por ejemplo, Marín antes de ser campeona del mundo de bádminton? ¿Quién sabía que España poseía un equipo de balonmano de altísima calidad, las 'Guerreras', capaz de lograr una medalla de bronce en unos Juegos Olímpicos?...
Hemos avanzado mucho en la igualdad de género, cierto. Pero hay bastantes ámbitos, demasiados, en los que todavía prevalece la supremacía masculina. Y el deporte es uno de ellos. Sòlo parece que nos acordamos de que las deportistas de nuestro país están en primera fila mundial en muchos deportes cuando ganan una medalla de oro, un campeonato del mundo o baten un récord. Antes de eso, nada. O casi nada. Y nos olvidamos de que muchas de ellas, para poder desempeñar profesionalmente un deporte, han tenido que salir lejos de nuestras fronteras. Tanto es así, que hablar de deporte profesional femenino en España es, más que una quimera, un oxímoron.
Es necesario ir rompiendo barreras, para que el ejemplo cunda y pueda ser imitado. Con la celebración del campeonato de Liga logrado por el Athletic femenino se ha perdido una oportunidad para el deporte femenino en general. La trascendencia (sobre todo a través de los medios de comunicación) de lo que hubiese significado sacar la gabarra, para festejar este importante triunfo del equipo femenino habría ido más allá del mero hecho de hacerlo: hubiese sido un símbolo, una apuesta: el deporte femenino existe, de mucha calidad, y nos importa tanto como el de los hombres. Quizás el mundo del deporte, los medios de comunicación y los aficionados mismos, no estén preparados aún para ello. Pero llegará, tarde o temprano llegará. ¿Quién se atreve a dar el primer paso?
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