Nunca antes se había investigado la vinculación entre la práctica del fútbol y las lesiones cerebrales a largo plazo. Tampoco importaba mucho; sólo desde hace unas décadas existen estudios profundos sobre la demencia, el alzheimer u otras enfermedades neurodegenerativas asociadas a la edad, por lo que todos aquellos elementos ambientales o consecuencia del estilo de vida de los pacientes siempre se mantuvieron en segundo plano para la ciencia. Hasta ahora. La UEFA, siguiendo la estela de un microestudio llevado a cabo en Gran Bretaña, acaba de anunciar la creación de un equipo de investigadores para tratar de comprender los nexos entre el fútbol y la demencia.
Hace una semana se hizo público el estudio, llevado a cabo conjuntamente por investigadores de la University College London y la Cardiff University, y en el que se realizó un examen postmortem a los cerebros de cinco exfutbolistas profesionales y uno amateur que habían desarrollado síntomas de demencia antes de cumplir los 60 años. De media, todos habían practicado el balompié durante 26 años, una cifra que se asume como razonablemente acertada para describir el tiempo que pasan los jugadores a lo largo de su carrera sobre el césped, por lo que el patrón que se buscaba era algún tipo de lesión cerebral que pudiera ofrecer indicios sobre la incidencia que ese estilo de vida compartido había tenido en el desarrollo de demencia.
El resultado del estudio, publicado en la revista 'Acta Neuropathologica', fue asombroso: cuatro de los seis presentaban signos de una lesión cerebral específica -llamada encefalopatía traumática crónica- y vinculada tradicionalmente a los exboxeadores que, de hecho, antiguamente se conocía como 'demencia pugilística'. Una enfermedad neurodegenerativa asociada con la pérdida de memoria, cuadros depresivos y demencia; y que lleva preocupando en los últimos años a otros deportes de contacto como las artes marciales, el hockey o el fútbol americano.
Precisamente la NFL -liga estadounidense de fútbol americano- decidió el pasado mes de septiembre dotar con un presupuesto de 100 millones de dólares a las investigaciones médicas y las orientadas a las innovaciones en ingeniería para mejorar la protección de los jugadores. No en vano, la demanda de más de 5.000 exjugadores de la liga había forzado unos meses antes a la NFL para que destinara un billón (con b) de dólares para indemnizarles por los daños cerebrales que presentaban. Una cifra descomunal que provocó que desde esta temporada se invierta más en la prevención que en el tratamiento o las compensaciones millonarias a posteriori.
Un riesgo presente en cualquier deporte
"El riesgo de padecer este tipo de lesiones cerebrales se da en todos los deportes, pero especialmente en el rugby y el boxeo", explica Carlos Ruiz Ocaña, jefe del servicio de Neurocirujía del Hospital Universitario Quirón Salud Madrid. "Existe un riesgo pequeño, pero existe", asegura. En este caso, no se trata tanto de la potencia del impacto en la cabeza del jugador como de la repetición en el tiempo. "Es perfectamente posible" que alguien que ha desarrollado una carrera como profesional durante 26 años presente lesiones neurológicas.
Ruiz Ocaña celebra la iniciativa de la UEFA en este sentido. "Es una gran noticia" que se investigue, apunta. Sin embargo, discrepa de la validez del estudio llevado a cabo en Gran Bretaña con los seis exjugadores. "Un estudio postmortem no puede explicar con precisión el problema", argumenta, al tiempo que propone que las investigaciones que se lleven a cabo desde el máximo organismo del fútbol continental se centren en "sujetos vivos de entre 50 y 60 años" que presenten síntomas similares para poder no sólo ofrecer unas conclusiones estadísticas, sino también soluciones a medio plazo.
Si bien Ruiz Ocaña concede que "se llevan realizando estudios sobre enfermedades neurodegenerativas desde hace 50 años", sólo cuando se han desarrollado las técnicas de detección y observación de lesiones internas más modernas se ha podido empezar a investigar en tiempo real. "Desde que ha aparecido la resonancia magnética, especialmente la que llega a los tres teslas -unidad de inducción magnética-, las observaciones son más fiables". Es por este motivo por el que, hasta hace poco, todos los estudios que se realizaban no profundizaban al respecto.
Primero fue el boxeo, "sin duda, el deporte con un mayor riesgo de sufrir lesiones cerebrales", tal y como reconoce Ruiz Ocaña. Después, el rugby -o el fútbol americano, en EEUU-. Y sólo ahora se empiezan a investigar los efectos de la práctica continuada del fútbol en el cerebro. "Nunca nadie se había interesado por el fútbol", concede, justo antes de recetar la posible solución al problema al que se enfrenta la UEFA: "Poner balones que pesaran menos, para que hicieran menos daño al impactar en la cabeza".