Arden los medios y las redes (a veces, no siempre, arden a la vez y por lo mismo) con el hipotético fichaje de Neymar por el Madrid. La teórica operación genera en buena parte del madridismo una ilusión que le hace sentir culpable: el madridista que quiere a Neymar en sus filas se siente un poco sucio y guarda el asunto como si fuera una pequeña perversión de alcoba. Por contra, los madridistas que se oponen a la llegada del brasileño son ruidosos y rotundos. En el portal desacomplejadamante madridista que edito, La Galerna, hemos hecho una encuesta que se ha saldado con resultado positivo respecto a la llegada de Ney pero con una diferencia pírrica e inquietante: 51%-49%.
Entiendo muy bien (y en alguna medida comparto la preocupación que aparejan) los argumentos en contra del posible fichaje. Su imagen descarada no encaja con la circunspección que el madridismo solicita a sus ídolos, su entorno es tenido por tóxico (muy probablemente con toda justicia) y no se olvida su tendencia a dar prioridad a las citas mundialistas o festivas por encima de los compromisos de los clubes que hasta la fecha le han pagado, como tampoco existe amnesia respecto a su fichaje por el Barça cuando ya lo tenía casi hecho con Florentino.
Dicho todo esto, mi sensación es que oponerse a este fichaje es, guste o no, como soplar contra el viento. Va a suceder.
Va a suceder por dos motivos: porque dos de las tres partes implicadas están absolutamente decididas a llevarlo a efecto, y porque no parece que a la tercera parte implicada le interese obstinarse en mantener a un jugador que tiene decidido su futuro. Tan cierto es que el PSG no necesita para nada el dinero de un traspaso como que mantener en sus filas a un jugador poco menos que amotinado sería un sinsentido que en nada beneficiaría a su proyecto.
El pase va a tener lugar además porque el aspecto financiero del asunto, aun siendo complicado, es realizable. El Madrid tiene 300 millones en caja gracias a su buena gestión económica y ahorro en fichajes galácticos recientes (que no han existido); tiene además crédito financiero allá donde lo pida y debido a la solvencia del presidente y del propio club; y tiene por añadidura la creencia muy fundada de que, por grande que sea el sacrificio financiero de la inversión, ésta será recuperada con creces a través de los ingresos extraordinarios que Neymar generaría.
Tal cosa sucedería más pronto que tarde y casi con independencia del rendimiento deportivo que Neymar ofrezca después (ahí está el ejemplo de Kaká, rotundo fracaso deportivo que sin embargo fue un éxito en términos de generación de ingresos). En lo relativo al montante de la operación con el PSG (y con el referido entorno del jugador, que por supuesto se llevaría su parte), los obstáculos son por tanto solventables.
En cuando al sueldo de Neymar, la otra vertiente financiera del fichaje, parece viable que el brasileño acceda a una rebaja con respecto a lo que cobra en París a cambio de poder acceder a ingresos de publicidad que se multiplicarán por su vinculación al Madrid, resultando en cifras anuales tan superiores a las devengadas con la camiseta del PSG que aun compartiendo derechos de imagen con el propio club blanco van a suponer un incremento final neto en su renta.
Una eventual renovación al alza de Cristiano, en paralelo, evitará problemas de celos entre quienes están llamados a convivir algunos años más como las dos máximas estrellas del equipo. Neymar aceptará cobrar un poco menos del club donde juega (no por altruismo o madridismo, sino porque otros ingresos compensarán ese menoscabo) y Cristiano aceptará, merced a una subida, compartir con el brasileño el peldaño más alto del escalafón salarial.
No hay nada en esta muy posible operación que deba ser contemplado fuera del marco global en que tendría lugar, porque el Real Madrid compite con una estructura atípica (es propiedad de sus socios y no puede nutrir sus fondos a través de simples ampliaciones de capital) en medio de un contexto deportivo petrodolarizado en el que clubes poseídos por los estados más opulentos del planeta dominan el cotarro.
Solamente los ingresos extraordinarios de marketing permiten al club presidido por Florentino (y yo diría que muy a duras penas) competir en esa jungla, y es ahí donde fichajes de futbolistas como Neymar adquieren el carácter de estratégicos. Si lo puede conseguir, el Madrid no está en disposición de renunciar al caudal de ingresos que supondrá el dúo Cristiano-Neymar. Si nos circunscribimos a lo deportivo, a mí me gusta mucho más Kane, pero Kane no tiene ni de lejos un perfil tan óptimo en la parte financiera del binomio. En otras palabras, usted puede exigir que el Madrid mantenga su tradicional estructura de capital o que no fiche a Neymar, pero existe cierta inconsistencia (o hipocresía) en el exigir simultáneamente ambas cosas. Y, además, que el Madrid gane la Champions siempre, puestos a pedir.
Como madridista, desde el prisma estrictamente futbolístico, Neymar me inspira un entusiasmo relativo. Pero soy consciente de los factores expuestos. Por lo demás, es un delantero excepcional por más que no sea el que más ilusión me genera, y confío en un proceso de chamartinización capaz de restringir el peso de los factores culturales negativos (carácter, entorno) antes expuestos. Cuando forme parte de ese vestuario (cosa que como explico va a suceder más pronto que tarde), tendrá a Sergio Ramos a su derecha y a su amigo Marcelo a la izquierda. Tendrá a Cristiano. A Carvajal. A Modric. A Nacho. A Keylor. Con esa compañía, tienes que empeñarte mucho en seguir siendo un tarambana para tener éxito en tu pretensión.