Las barreras en el deporte se citan día tras día con muchos deportistas. Iker Ocaray no es una excepción. Jugador del CD Nuevo Boadilla en categoría benjamín, este madrileño de 12 años se ha convertido en uno de los niños más queridos de un modesto club de fútbol del municipio de Boadilla del Monte en Madrid.
Tener síndrome de Down no ha sido un impedimento para que cada semana entrene y compita jugando con sus amigos y compañeros en un club donde lleva ya seis años. "Soy del Real Madrid, juego de delantero y mi jugador favorito es Isco", comenta un Iker que desprende alegría por los cuatro costados, con una sonrisa muy habitual en él.
EL ESPAÑOL ha podido hablar con sus padres, su hermano y el club que cada semana le ve jugando al fútbol. "Ha sido un privilegio poder entrenar y conocer a Iker y a sus padres. Siempre han transmitido alegría y energía positiva fuera y dentro del campo. Me siento afortunado de haber coincidido con él, ya que me ha enseñado, entre muchas otras cosas, que dentro del fútbol todo es alegría y esfuerzo", comenta Javier, entrenador del Nuevo Boadilla.
Los inicios en el equipo no fueron fáciles
Todo empezó el día que Mario, su hermano, empezó a jugar al fútbol. "Queríamos que nuestro hijo menor practicase algún deporte. Llegamos al Nuevo Boadilla y fue cuando el club nos dijo que por qué no probábamos con los dos, que cuál era el problema", dice Esther Suescun, la madre de Iker.
Seis años ya desde el primer día, los inicios fueron un poco complicados. "A Iker siempre le ha gustado el fútbol, pero los dos primeros años fueron muy complicados, debido a que Iker se tenía que ir adaptando poco a poco porque se tenía que ir acoplando a los entrenamientos y a los partidos", comenta Esther.
Su madre se sincera y afirma que estuvieron a punto de tirar la toalla: "Hemos tenido que tener mucha paciencia. Para Iker era la primera vez en todo: tenía que acatar unas órdenes, seguir una rutina... El primer año fue el más difícil de todos. Protestaba mucho y le costaba jugar. Llegamos a pensar que no era su sitio, por lo que tuvimos la idea de abandonar".
Toda la familia al completo, más el club, apostaron por Iker y decidieron "esperar un poco más" y al final todo salió bien. "Lo que necesita es tiempo y paciencia. Un día empezó a entrenar mejor y se ha convertido en uno más. El día que no quiera seguir, él lo demostrará".
Dos momentos claves de Iker
Aparte del club y de la propia familia, dos hechos hicieron que Iker empezase a encontrarse más cómodo en el terreno de juego. "Cuando dio el paso a benjamín, empezó a sentirse mejor", manifiesta Javier, el padre.
"Tenía a dos entrenadores, los cuales le han ayudado mucho. Poco a poco se motivaba y al final el segundo míster de apoyo no fue necesario. Cambiar de categoría le ayudó mucho. Él se daba cuenta que no era parte de ese grupo. No lo decía, pero nosotros nos dimos cuenta, por lo que dio el salto a una categoría superior. Todo esto fue gracias a la Federación Madrileña de Fútbol, que entendió el caso y le acabó federando para que pudiese jugar en competición oficial".
Tras esto, decidieron hablar con los padres de los niños del equipo: "Dijimos que teníamos un hijo con Síndrome de Down, ya que mucha gente no te pregunta por desconocimiento. Comentamos que iba a ser el peor, pero que el fútbol era muy importante para él", comenta Javi.
"No tuvimos ningún problema y todos nos ayudaron. Iker aporta sensibilidad, alegría y compañerismo. Además, los padres han ayudado a sus hijos a transmitir todo eso, por lo que saben ya quien es, además de haberse convertido en uno más. Invitamos también a los que tengan algún hijo con discapacidad que hagan como nosotros. Hemos aprendido mucho con él".
12 años de mucho amor y esfuerzo
Con los guantes en las manos tras entrenar, Mario, el hermano de Iker, ha sido uno de los apoyos fundamentales en estos años. Su nombre fue lo primero que dijo y él lo tiene claro: "Siempre hace que tenga una sonrisa en la cara, contagia mucha alegría. Todo es positivo para ellos".
"Me ha hecho una persona diferente. Tengo otros valores gracias a él. El primer impacto es muy duro, pero cuando todo pasa es como un renacer. Iker me ha cambiado la vida", comenta Esther.
"Iker ha hecho que valore lo esencial de la vida. Hay que dejarle crecer y no sobre protegerle tan solo por tener Síndrome de Down", dice el padre.
Javier, Mario y Esther tienen claro que volverían a repetir todas las experiencias que han tenido con Iker y que todo el proceso no lo cambiarían por nada en el mundo.
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